OCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

LUCAS 6: 39-45


Estimados amigos, El Evangelio de hoy es en realidad un resumen del Sermón de Jesús en el valle y su invitación para entrar en su mundo al revés. El guía ciego nos advierte sobre aquellos que piensan que ven claramente. La gente que admite su visión limitada y su comprensión sobre Dios que es del tamaño del bolsillo son los que nos pueden guiar de verdad hacia la luz que nos ayuda a ver como Jesús.

Hoy, Lucas nos dirige otra vez la increíble demanda de ser justos y buenos con nuestro prójimo. Lucas está recordándonos las severas dificultades de las relaciones entre seres humanos. Es realmente excepcional saber lo que va a pasar dentro de otra persona. Cuando se trata de retribución o de justicia necesitamos sabiduría divina. Dios ve el corazón y actúa con generosidad, comprensión y compasión. Estamos invitados por medio del mensaje del Evangelio de hoy a tratar de hacer lo mismo.

La selección de la semana pasada terminaba con la recomendación de no juzgar y condenar a nuestros hermanos y hermanas y a todo nuestro prójimo. Los primeros ejemplos en la selección de hoy tienen dos declaraciones que son brillantemente claras sobre no juzgar y condenar a nuestro prójimo. Esos ejemplos son los del ciego guiando a otro ciego y el hilarantemente obvio ejemplo de la viga en el ojo. Ambas visiones encierran e iluminan el mensaje principal de Lucas en esta sección. “Ningún discípulo es superior a su maestro, pero cuando esté bien capacitado cualquier discípulo será como su maestro.” (Lucas 6: 40)

El ejemplo de la carpintería de la viga parece ser apropiada para nuestra experiencia común. Nuestra conciencia para juzgar y condenar a otros con frecuencia debe venir lentamente y en pasos cortos. No es como que simplemente saquemos la viga de nuestro ojo que está ciego. Tenemos que hacerlo como un carpintero fino. Debemos tomarla y retirarla en un proceso de paso a paso.

Un ejemplo de esto es como nos aburrimos de ciertas fuerzas destructivas en nuestra cultura, racismo, sexismo, consumismo y discriminación por la edad. Estas realidades nos bloquean en nuestras relaciones con nuestro prójimo. Nosotros no despertamos un día y tenemos la mentalidad completamente libre para abrazar la igualdad racial o para entusiasmarnos completamente con el movimiento LGBTI o libres de deseos por conseguir una nueva posesión o aceptar realmente el proceso de envejecimiento.

Constantemente luchamos por entrar en la realidad del Evangelio de Jesús. Con mucha frecuencia, es como el ciego guiando al ciego. Vemos esto en el escando por abuso sexual en la iglesia. Es la viga que estorba nuestra experiencia del prójimo, ya sea que ese prójimo sea nuestra suegra o un inmigrante ilegal conduciendo un auto sin la viñeta que diga libre de humo.

Sacar la viga del ojo es un largo viaje. Nos movemos hacia adelante con la ayuda de nuestra liturgia dominical, la oración personal diaria y una paciencia verdaderamente compasiva con los demás. Todo se trata de llegar a ser como nuestro maestro. Las frases en el evangelio de hoy son simplemente lo que Jesús nos enseñó la semana pasada: “Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso.” (Lucas 6: 36)

Empezamos a volvernos como nuestro maestro cuando reconocemos nuestra pecaminosidad y ceguera. Esta es la forma más fácil de acortar la viga de nuestro egoísmo y grandeza. Este suave pero consistente recorte de la viga nos libera para ver con ojos de compasión, perdón y amor. Esto es mantener nuestros ojos en Jesús.

En la sección final del evangelio de hoy, Jesús hace un punto obvio y claro. Nuestro corazón es el verdadero indicador de nuestro compromiso. Solo un corazón limpio produce buen fruto. La imagen del árbol y su buen fruto demuestra lo que sucede cuando hay autenticidad en la persona. Las palabras de nuestros labios solo tienen significado si están conectados a un corazón completo. Buen fruto se da solo cuando el corazón está enfocado en el llamado de Dios a caminar con Jesús.
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