LA GRACIA EN LA LUCHA CONTRA LAS ADICCIONES


La parte más difícil de la peregrinación hacia Dios para todos nosotros es esta, Dios quiere todo. Es por eso que debemos dejar ir todo. Nosotros expresamos esta generosidad, pero eso sí, solamente un poquitito a la vez. Esto es por lo que Teresa ha explicado el proceso de nuestra peregrinación hacia Dios en siete moradas. En cada etapa de crecimiento, Dios eleva la cuota. Las demandas de nuestra generosidad siempre están siendo estiradas. Por nuestra parte, parece como la lucha sin fin. Por parte de Dios, es una gentil, consistente y determinada invitación a entrar en la libertad y el amor. Movernos de nuestra estrecha visión de lucha constante hacia la continua invitación al amor y libertad es la meta verdadera del programa de Teresa. Estamos hechos para Dios y no descansaremos hasta que seamos uno con Dios. “Todo lo que les he aconsejado en este libro está dirigido hacia el regalo completo de nuestro ser hacia el Creador, la entrega de nuestra voluntad a la de Él y el desapego de las criaturas…a menos que demos nuestras voluntades enteramente al Señor de manera que en cada cosa perteneciente a nosotros, Él pueda hacer lo que sea conforme a su voluntad, nunca se nos permitirá beber de esta fuente. Beber de ella es la contemplación perfecta.” (Camino de Perfección 32.9)

Es justo aquí donde el Programa de Teresa y las enseñanzas de May sobre la adicción tienen una intersección gratificante. May es enfático que, al final, la liberación de la adicción es el resultado de la gracia de Dios y nuestra cooperación. Sus enseñanzas sobre voluntariedad y disponibilidad traen claridad a este proceso.

La disponibilidad, para May, significa entrega que se mueve hacia afuera de nuestro ser. Avanzamos hacia lo más profundo de la vida. Reconocemos que hay una realidad más allá de nuestro ser. Aceptamos que parecemos separados pero llamados a la unión con el Misterio que es la base de la realidad. Es un deseo de participar en la realidad que está más allá de los confines del ser y de nuestro control. Por otro lado, la voluntariedad se centra sobre el autodominio. Busca poner en foco la realidad controladora e influyente para preservar la atención y control sobre uno mismo.

Para May, solamente la disponibilidad puede liberarnos de nuestra adicción. La voluntariedad es una perdedora garantizada que prolonga la monotonía del cautiverio de las adicciones.

Las tres virtudes de humildad, desapego y caridad son el centro del Programa de Teresa. Ellas tienen un último propósito: hacer espacio para Dios en nuestro corazón. El sentido de May de la disponibilidad persigue la misma meta. Dios está siempre buscando despertar nuestros corazones a su presencia amorosa. Nuestro problema son nuestras adicciones. Ellas mantienen lleno el corazón con las criaturas de Dios y no con Dios. Las virtudes nos comprometen en la interminable lucha para elegir a Dios sobre las criaturas de Dios. La incesante llamada del Espíritu es para vaciar nuestros corazones para Dios. Esto demanda que la voluntad sea puesta sobre la voluntariedad.

Es claro ver que la gracia está en esta lucha entre nuestro egoísmo y la llamada amorosa de Dios. Por nosotros mismos, no somos capaces de la entrega total que es necesaria. Aun, en la fidelidad a la lucha para crear espacio para Dios, crecemos gradualmente en nuestra conciencia de nuestra dependencia absoluta de Dios. Esto fluye del verdadero florecimiento del amor fraterno, desapego y humildad. Sin embargo, al final, la gracia se encuentra en la verdadera fidelidad a la lucha. La lucha nos mantiene vivos mientras aguardamos el regalo de la abundancia del amor de Dios que es la contemplación.

A medida que nos acercamos a esa entrega dadora de vida, necesitamos reconocer dos cosas. La primera es un crecimiento de la conciencia de cuán lejos estamos de verdaderamente compartir el amor de Dios con nuestro prójimo. En segundo lugar, necesitamos permanecer en la lucha para buscar ser más humildes, más desprendidos y más amorosos por nuestra fidelidad a la oración. Estos dos puntos facilitarán nuestra liberación de nuestras adicciones. Esto nos preparará para el regalo purificador y transformador de Dios que es la contemplación.
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