VIGÉSIMO SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

MARCOS 9: 38-43, 45, 47-48

Estimados amigos, El Evangelio de hoy, como es usual, parece una simple lección que se nos está enseñando sobre la presencia del bien afuera de la comunidad y el quebrantamiento adentro de la comunidad. Una vez más, las palabras de Jesús nos llaman a ir más profundo en el misterio del reino de Dios. El mensaje de hoy tiene en verdad unas enormes ramificaciones para nuestras vidas como individuos y como comunidad buscando caminar en los pasos de Jesús.

Hay tres puntos sobre la declaración de Juan y la reacción de Jesús que nos ayudan a entender el múltiple significado del mensaje de Jesús. Primero, Juan pierde la realidad genuina del reino que está teniendo lugar en ese momento. La persona estaba siendo liberada de los poderes del demonio. Este es el conflicto básico del bien y el mal, pecado y gracia, la cizaña y el trigo. A través de los Evangelios, los escribas y los fariseos perdieron el mismo punto en los milagros de Jesús. El poder de Dios fue desplegado justo frente a sus ojos. Su única preocupación era proteger sus intereses de lo invertido. Segundo, Juan está más absorto en mantener el poder y privilegio ejemplificado en su frase “uno de nosotros” usada para atacar al enemigo del reino. (Marcos 9:38) Tercero, Juan está interiorizando para salvaguardar los intereses del grupo y que nadie más pueda celebrar y ejercer la misión del reino. La iglesia ha sufrido de esta arrogancia e interés egoísta e institucional a través de su historia.

En la segunda parte, Jesús está usando un lenguaje increíblemente fuerte para realzar la necesidad de construir la comunidad. El hambre de prestigio y poder y un elitismo y sentido de privilegio por parte de los líderes es un escándalo para “los pequeños.” Estos son la multitud todavía en las primeras etapas de desarrollo en su fe. La hipérbola profética de Jesús es una demanda para mantener nuestro ojo en la bola. La misión de la comunidad de fe que llamamos iglesia es para proclamar el reino.

La iglesia necesita ser un testigo humilde para servir y amar, no una reunión arrogante de privilegiados y poderosos. Con mucha frecuencia, la iglesia falla en vivir para hacer el llamado de tratar a todos dentro de la comunidad con igualdad y con sentido de dignidad. No hay ejemplo más claro de esto que las muchas dimensiones del escándalo de abuso sexual que ha plagado la iglesia en las últimas décadas.La iglesia no es el reino. Necesita ser un testigo de los valores del reino que es una realidad infinitamente más grande. En el reino de Dios no hay “nosotros y ellos.” La iglesia no es un programa donde los privilegiados y poderosos tienen el control y usan la doctrina y disciplina para excluir y aislar. La comunidad de fe necesita incluir a todos. Esto requiere un horizonte siempre en expansión para aceptar a “los otros.” Este es un llamado para abrazar a todos los marginados y excluidos en nuestros días. Nunca terminamos de construir y formar un incesante y grandioso “nosotros” y un disminuido “ellos.” Nuestra vocación es cultivar un respeto de gracia para las diferencias que tienen otros. Tenemos un llamado para revelar la infinita misericordia de Dios.
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