VIGÉSIMO QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

MARCOS 9: 30-37 

Estimados amigos, nuestra fe católica con frecuencia es descrita como un servicio de la cuna hasta la tumba. Actualmente, en realidad, somos muy enfáticos que empieza antes de la cuna en el momento de la concepción. Creo que todos tenemos dificultad con esta demanda universal de nuestra fe.

Cuando yo tenía 11 años, nació mi primer sobrino. En los años siguientes nacieron muchos más sobrinos y sobrinas. Pronto descubrí que realmente disfrutaba jugar con los niños especialmente de las edades de 3 a 5 años. Yo solía decir a mis hermanas y cuñadas que yo pensaba que los niños no eran humanos hasta que tenían tres años. Definitivamente lo mío no era con los bebés. Con el paso de los años, mejoré mucho pero no con respecto a cómo pienso de los bebés.

Al otro lado del espectro, necesito realmente darme fuerza para visitar enfermos cuando ellos ya no reconocen a nadie.

En ambas situaciones, las familias están inspiradas en su amor y servicio a estos seres humanos indefensos.

En el Evangelio de hoy, Jesús está usando su segunda predicción de su pasión y muerte para enseñarnos que no hay “nadie” ante los ojos de Dios.

En el tiempo de Jesús, un niño era realmente un “nadie” para todo mundo excepto para su familia. El niño no tenía derechos, reconocimiento o voz en nada. Jesús le dio vuelta a esa visión en su mensaje del Evangelio de hoy. Él no solamente puso sus brazos alrededor del niño en un tierno abrazo de reconocimiento sino que dijo, “cualquiera que recibe a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, no solamente me recibe a mí sino también al que me envió.” (Marcos 9: 37)

En esta declaración y abrazo amoroso, Jesús nos está enseñando que no hay “nadie” ante los ojos de Dios. Necesitamos ver que toda esa humanidad, en todas sus increíbles y diferentes expresiones, es una imagen de Dios. Sin embargo, si deseamos ser un líder, necesitamos celebrar esta manifestación divina en todo por un servicio que nos hace sirviente de todos.

Jesús está mostrándonos la forma con su entrega fiel en el camino a Jerusalén. Él nos pide, a sus seguidores y discípulos, reconocer y responder a la presencia de Dios en todos nuestros hermanos y hermanas ya sea que ellos estén en pañales o en prisión, ya sea que estén en coma o en una adicción. Nuestro llamado es a una vida de servicio y amor para todos. Todos tenemos nuestra propia lista de “nadie.” Jesús está pidiéndonos abrir nuestros ojos para ver la maravillosa presencia de Dios escondida en nuestro medio y en nuestra lista.
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