VIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B

JUAN 6: 51-58

Estimados amigos, Este es el cuarto de los cinco domingos sobre el discurso del capítulo de 6 de Juan sobre el Pan de Vida. Hasta este punto, el mensaje ha sido Jesús como el Pan de Vida revelando el plan amoroso y el llamado del Padre. Hemos experimentado a Jesús como la sabiduría de Dios. Ahora hay un cambio sutil para incorporar a Jesús como el Pan de Vida que nutre la Eucaristía.

Es de mucha ayuda mantener en la mente un escenario del pasado de los ricos temas bíblicos de la Pascua Judía y el Éxodo conforme ponderamos las palabras de Jesús en el pasaje del Evangelio de hoy.

La primera cosa que debemos recordar es que Jesús no está hablando en el lenguaje de la ciencia moderna, como química, biología o medicina. Él estaba hablando el lenguaje del corazón relacionado con la amplia tradición de las escrituras del pueblo judío. Él estaba hablando de su humanidad como la presencia del mensaje de Dios. Ambas cosas, la nueva pascua de su muerte y resurrección y el Nuevo Maná de la Eucaristía son un mensaje que divide a la multitud. Él estaba presentándose a sí mismo como el regalo de Dios que va mucho más allá de la generosidad que tuvo Dios con el Maná en el desierto. Él es ahora el pan que ofrece vida eterna. Él es el nuevo Cordero Pascual que guiará la liberación de todo elemento de esclavitud. Él nos librará de todo lo que nos impide amar a Dios con todo nuestro corazón y todo lo que obstaculice el verdadero desarrollo humano.

Lo que Jesús está diciendo en el regalo de su carne y sangre es que estamos llamados no solamente a una nueva vida sino a la vida eterna. Como la historia de la vid y los sarmientos, Jesús está usando la petición para ser uno con Él en su cuerpo y sangre. Esto hará su vida y nuestra vida una sola en una misión de amor. Esta participación dadora de vida en la Eucaristía para compartir el sacrificio y amor salvador por el mundo de Jesús. Por medio del compartir la comunión con Jesús, nosotros participamos en su amor por todos.

Aquellos en la muchedumbre que rechazaron el mensaje entendieron claramente. Ellos no estaban listos para abandonar sus antiguas tradiciones. Jesús estaba proclamando un nuevo día. Jesús era transparente. Dios está hablando ahora por medio de Él. Tenemos que unirnos con Jesús para escuchar verdaderamente la palabra de Dios y para abrazarla en nuestra vida al compartir en el amor a los demás. Esto es posible por medio del regalo de la Eucaristía donde Jesús nos da el Pan de Vida para caminar en el sendero del amor.

El mensaje de Juan en el capítulo seis es que Jesús nos alimenta en dos formas. La primera es la revelación de la verdad y sabiduría de Dios. La segunda es en la Eucaristía de su carne y sangre llamándonos a la comunión en una vida de amor. Ambos regalos son Jesús y el Pan de Vida. En el Verbo hecho carne que es la Encarnación de Jesús, Dios va más allá de la libertad en el Éxodo y la nutrición del Maná. Dios sobrepasa por mucho su generosidad providencial. Dios excede ampliamente la comprensión de nuestro entendimiento humano. Esta es la razón por la que pasamos estas cinco semanas ponderando el amor de Dios en Jesús como el Pan de Vida. En Jesús, Dios trasciende más información. Dios está invitándonos a entrar en el Misterio de Amor que es el verdadero alimento para el hambre en nuestro corazón.
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