DECIMO NOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

JUAN 6: 41-51


Estimados amigos, en el Evangelio de hoy continua el discurso sobre el Pan de Vida en el capítulo seis del Evangelio de Juan. El mensaje de Jesús enfatiza su identidad como el Pan de Vida. Es solamente por medio de Él, como el Pan de Vida, que lograremos conocer al Padre. De igual manera, es solamente por medio de Él, como el Pan de Vida que seremos alimentados por el Padre en el viaje a la vida eterna. La próxima semana toda la atención estará centrada en este segundo elemento de este discurso, Jesús como el Pan de Vida en la Eucaristía.

El Evangelio de Juan siempre está invitándonos para ir a un nivel más profundo. Una forma en que el autor nos guía a las profundidades espirituales es su mensaje sobre el mundo. Él fija un contrate entre la palabra de Dios y el camino del mundo. Se nos ha dicho que podemos estar “en” el mundo pero no ser “del” mundo. Esto sucede cuando traemos el mensaje de Jesús como la fuerza de vida en el fluir ordinario de nuestra experiencia diaria. Nuestras responsabilidades y relaciones siempre son el punto de inicio para encontrar a Dios en nuestra vida diaria. Somos llamados a vivir de tal manera que la verdad de Cristo brille desde dentro de nosotros. Somos testigos de un conjunto diferente de valores que son la norma de nuestra sociedad. Nuestro testigo es una nueva luz en un mundo encerrado en la oscuridad. Desafía a otros a considerar el misterio de la vida como es visto y entendido en la luz de la palabra de Dios, Jesús.

El rechazo de la multitud hacia Jesús en el Evangelio de hoy tiene que ver con la Encarnación. La limitada imagen de Dios que tiene la gente no les permitía ver que Dios podía usar a uno como nosotros para revelar su verdad. Con muchos ecos de la historia del Éxodo, el conflicto muestra a Jesús probando los límites de su imaginación. En la limitada visión del mundo de la multitud, Jesús, como el pan baja del cielo, simplemente no se conecta como una posibilidad. Ellos no se quieren mover mucho más allá de la superficie de su mundo y cultura. Ellos verdaderamente apreciaron la generosidad de Dios con el Mana a sus antepasados. Aun así ellos fallaron en ver cuánto más grande fue el regalo de Dios del Pan de Vida en Jesús justo frente a sus ojos.

La verdad es que por medio de la humanidad de Cristo somos llamados a su divinidad. Esta verdad está disponible no al alejarse de las verdades tradicionales de las tradiciones religiosas del Pueblo Elegido. Jesús señala que nuestro llamado es para entrar más profundamente en la tradición al aceptar a Jesús como el Pan que viene del cielo. Jesús complementa y reemplaza esa revelación inicial. Jesús es la oferta de vida más abundante de Dios que nosotros pudiéramos imaginar. El maná en el desierto es solamente un pequeño destello del último regalo de Dios en Jesús como el Pan de Vida.

Jesús está diciéndole al pueblo y a nosotros, que la única forma en la que podemos entenderle es a un nivel más profundo. Ese nivel más profundo está disponible para nosotros cuando nos abrimos al hambre más intensa en nuestros corazones. Estas son hambres que solamente Dios puede satisfacer. San Agustín habló elocuentemente de esta hambre por Dios: “Tú nos has hecho para Ti oh Dios y nuestro corazón está inquieto hasta que descansa en Ti”

Jesús está desafiando a la multitud, y a nosotros, a ir más allá por nosotros mismos, más allá de nuestro pequeño mundo controlado por las tradiciones rígidas y prácticas religiosas. Jesús está invitándonos a encontrarlo a Él y a su mensaje como Pan de Vida en el contexto de la más genuina verdad en nuestras vidas. Necesitamos permitir que el espíritu de Dios nos abra al Pan de Vida. Jesús está ofreciendo la sabiduría del Pan de Vida que lleva a la vida eterna. En el Evangelio de hoy somos llamados a aceptar a Jesús como el regalo de Dios. Este es el regalo que lleva al último anhelo de nuestro corazón, felicidad para siempre. Ahora, en nuestro tiempo presente, este regalo de Dios que es Jesús, ayuda a encontrar la dirección y el significado en nuestra vida. Jesús nos muestra que la auténtica verdad de nuestras vidas la encontraremos en el servicio, reconciliación y amor para todos en las huellas de Jesús.
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