DECIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

MARCOS 6: 1-6 

Estimados amigos, la brecha entre los versículos dos y tres en el Evangelio de hoy es bastante sorprendente. Y muchos, oyéndole, estaban atónitos, diciendo: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es dada, y tales maravillas que por sus manos son hechas? (Marcos 6: 2)

No cabe duda, ellos habían oído lo de la resurrección de la hija de Jairo, la cura de la mujer, la sanación del endemoniado y probablemente lo de la quietud de la tormenta en el mar. En un pueblo donde no había noticias de la tarde en la televisión ni periódico matutino, Jesús les daba un poquito de que hablar en su tiempo libre y para el resto del día.

La comunidad llegó a una rápida y clara conclusión sobre su antiguo carpintero. Era fuerte y clara. Sin vacilación, ellos dicen en el versículo 3: “¿No es ese el carpintero, el hijo de María?” y se escandalizaban de Él.” (Marcos 6: 3)

Jesús comprendió el desafío que estaba poniendo ante sus compatriotas y ante nosotros. Las primeras palabras públicas que Él proclama señalan la invitación a cambiar, a salir de los rituales de comodidad y los prejuicios que reducen a Dios a un tamaño manejable. Jesús dijo: “El tiempo ha llegado, el Reino de Dios está cerca. Arrepiéntanse y crean en la Buena Nueva.” (Marcos 1: 15)

Las personas no tenían confusión sobre el mensaje de Jesús. Él los estaba llamando a cambiar. Jesús los estaba llamando a salir de su nicho seguro, su gancho al pasado y a un presente de seguridad y comodidad. Jesús estaba llamándolos a ellos y a nosotros para un futuro que demanda una profunda confianza y fe y cambio.

Jesús no estaba acomodado, fácilmente ajustado o en la comodidad. Jesús estaba y aún está invitándonos a entrar en el Misterio que aplasta nuestro pequeño mundo. El Divino Maestro quiere que abracemos su mundo de paradojas donde los primeros son los últimos, el líder es el sirviente, en donde tú debes perder tu vida para salvarla y en donde tienes que tomar tu cruz para caminar con el Salvador a Jerusalén.

Es verdaderamente sorprendente cómo podemos domesticar y trivializar el mensaje del Evangelio de Jesús para hacerlo ajustarse a nuestras medidas de Dios. Puede ser el evangelio de la prosperidad o la búsqueda de la seguridad y asegurar una respuesta a todos los misterios de la vida al enganchar a algunas supuestas formulas sagradas y rituales. Puede estar enganchado a antiguas religiones como el catecismo de Baltimore. Todos estos esfuerzos buscan una seguridad falsa sin inversión personal ni sacrificio. Todos estos esfuerzos para un ajuste fácil son una clara negación para los desafíos inherentes para abrazar nuestra realidad de ser criaturas totalmente dependientes. No hay problema que no tenga solución para la ambigüedad básica y la arbitrariedad de la vida. Es sólo en una entrega fiel y confiada a Dios donde encontramos una respuesta a las avalanchas de la vida, a los problemas y las dificultades.

Somos temerosos de lo desconocido y del desafío siempre en expansión del futuro. Jesús viene a llamarnos a tener fe en ese futuro. Él quiere que sepamos que está con nosotros en la pandemia, en la enfermedad y en las pruebas, en las siempre crecientes demandas de la vejez, en la pérdida de seguridad de nuestra economía o en las inconstancias que la vida pueda traer. Jesús quiere que confiemos en él. Él también quiere que vayamos más allá de la fatiga de nuestros problemas personales. Él quiere que trabajemos por la reconciliación en nuestra familia y comunidad. Él quiere que estemos abiertos y que abracemos a los pobres y a los oprimidos. Jesús suplica con nosotros para ver su presencia en el inmigrante y en las demandas aparentemente sin fin de los problemas de nuestro mundo si abrimos nuestros ojos.

No hay crisis que la fe no pueda sobrepasar si estamos dispuestos a caminar con Jesús en sus términos y no los nuestros.
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