QUIERO QUEDA LIMPIO

SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

MARCOS 1: 40-45

Estimados amigos, La historia de hoy en Marcos parece como la sencilla historia de un milagro. Es, como en muchos casos, mucho más que eso.

En primer lugar, es importante entender el contexto de la lepra en el tiempo de Jesús. Le llamaban lepra a la mayoría de enfermedades de la piel. Pocos tenían la enfermedad contagiosa a la que llamamos lepra hoy. En segundo lugar, tenían que vivir aislados y sin contacto con la comunidad. Esto era todo contacto incluida la familia, adoración y trabajo. Sin embargo, ellos eran mendigos y abandonados en todos los niveles mientras esperaban la lenta y dolorosa muerte.

El incidente de hoy aplastó todas las leyes de pureza de los judíos. La lepra no debió acercarse a Jesús. Jesús nunca debió tocar la lepra. El poder de Jesús revierte cualquier cosa de manera que no se volvería impuro y la lepra se sanaría.

Luego se pone interesante. El leproso tiene la increíble experiencia de una vida totalmente nueva enfrente de Él. Jesús parece no compartir su alegría y le advierte severamente con la orden, “Mira, no le digas nada a nadie sino que muéstrate al sacerdote.” (Marcos 1: 44)

El leproso no estaba listo para entrar en un programa de silencio y contención, “Pero él, en cuanto salió, comenzó a proclamarlo y a divulgarlo de manera que era imposible para Jesús entrar abiertamente a una ciudad.” (Marcos 1: 45).

Este mismo conflicto de la naturaleza del poder de Jesús está relatado en muchas formas en las historias de Marcos. Tiene que ver con la naturaleza básica de la misión de Jesús. Él no vino para hacer maravillas aún si Él sanaba la lepra, alimentaba a 5,000, permitía ver a los ciegos y muchas otras expresiones de una nueva y poderosa realidad siendo expresada en la persona de Jesús.

Jesús sabía bien que no todos los leprosos estaban siendo sanados ni a todos los ciegos se les estaba devolviendo la vista ni todos los hambrientos siendo alimentados. Él entendió que su misión era dirigir una realidad fundamental y totalmente invasiva del mal. Él vio que la conclusión de Su misión lo llevaría a Jerusalén y a la cruz y la muerte que sería la última victoria.

El Evangelio completo de Marcos desempeña esta lucha central de la clase de Mesías que iba a ser. El leproso de hoy y los discípulos del resto no revelado del Evangelio de Marcos están buscando a un trabajador maravilloso y a una persona de prestigio, de poder y de privilegios. Ellos quieren a un Mesías popular que, sin duda, haría sus vidas de prestigio, poder y privilegios.

Jesús lo vio de diferente forma. Su mensaje era de servicio y sacrificio. Él modeló la verdadera victoria en la aparente última derrota. Fue solamente al pie de la cruz que la revelación completa fue develada cuando el centurión dijo, “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios.” (Marcos 15: 39)

Marcos nos invita continuamente a luchar con la imagen de Jesús que es tan ajena a nuestra conveniencia y convención. Marcos nos dice que todos participaremos en la última sanación más allá de las maravillas de la cura de la lepra y de nuestros más remotos sueños. Sin embargo, para hacerlo, tenemos que tomar nuestra cruz, tenemos que perder nuestra vida y tenemos que seguir a Jesús a Jerusalén en el pasaje a la plenitud del reino del Padre.
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