Domingo de Pentecostés


Juan 20: 19-23

Queridos amigos, es bastante difícil para nosotros entender verdaderamente la situación de los Discípulos en la tarde del Domingo de Pascua. El temor dominaba a todos. Ellos tenían razón suficiente para estar preocupados de que ellos podrían ser los siguientes en la fatídica procesión hacia el Gólgota. “Por temor a los Judíos” significaba que la muerte estaba justo fuera de la puerta en las mentes de ellos.

También estaba el tremendo sentido de pérdida al ver sus sueños y esperanzas destruídos. Su encuentro diario con Jesús había llenado sus corazones con esperanzas poderosas y sueños extravagantes. Todo eso fue brutalmente borrado en pocas horas. Ellos tenían que empezar a ver que simplemente habían desperdiciado tres años de sus vidas.

Si la historia suena familiar, y debería. No podremos saber la intensidad del drama, pero el temor y la pérdida son nuestra herencia común.

De manera que, "La paz sea con ustedes" de Jesús, fue verdaderamente aplastante. Estos hombres habían estado demasiado auto-absorbidos para escuchar la proclamación de María Magdalena en la mañana pero ahora Jesús estaba justro frente a ellos.

La Paz de Jesús alejó sus temores y el sentido de pérdida. Fue un abrazo liberador de conversión. Gradualmente, ellos se moverían de su angosto mundo a un sentido de universalidad nunca antes experimentada. El entendimiento y la sabiduría penetrarían sus compromisos de diferente culturas y lenguajes. Su pequeño mundo sería aplastado. Pronto encontrarían nuevos horizontes e incontables oportunidades.

Como con los Discípulos, así también con nosotros, el regalo del Espíritu demuele nuestros temores y ansiedades para liberarnos para ir a donde quiera que Cristo nos llame. Esta es la gran liberación de Pentecostés.

La verdadera paz del Espíritu no es sólo la eliminación de la guerra y la violencia, ni solamente el cese de la argumentación y buscar faltas en la familia y en la comunidad. Es un regalo mucho más rico que devela la presencia de un Dios que es todo amor en medio de las luchas y experiencias de la vida. El Espíritu nos permite compartir paz y perdón y bendición con todos. Con esta paz del Espíritu nosotros podemos llegar a ser las manos y los pies, los ojos y oídos y el corazón de Cristo en el mundo. Hace a Cristo presente donde quiera que haya amor, reconciliación y servicio.

El aliento de Jesús que pasa en el Espíritu es la misma palabra para describir el aliento de vida del Padre en Adán. El Pentecostés no es solamente el llamado a una nueva creación. Es el llamado a la unidad original del Jardín del Eden.  Nosotros ya somos uno en Dios con nuestro hermanos y hermanas. El Espíritu de Jesús es el regalo que nos guía a través de nuestro quebrantamiento y falsedades dentro de la última llamada para ser uno en Dios. Es un proceso lento de purificación y transformación. Como Jesús, el Espíritu permite a los discípulos y a nosotros volvernos personas que ponen al descubierto la presencia de Dios escondida en el fluir de la vida diaria. Nosotros ya somos uno en Dios por la creación original. Necesitamos el poder del Espíritu para ayudarnos a descubrir esta unidad escondida. Con el regalo del Espíritu estamos en nuestro camino a casa.

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