Quinto domingo de Pascua

 Juan 14: 1-12 

Queridos amigos, En uno de los primeros retiros que tuve como Carmelita joven, el predicador nos dijo que él dormía en un ataúd. Él quería ir tomando conciencia de que iba a morir. En ese momento, pensé que era realmente extraño. Ahora que estoy 81 años más cerca de la muerte creo que es mucho más extraño.


En el tiempo de Pascua hay un mensaje magnífico sobre nuestra muerte personal. No está del todo mal. El prefacio para la Misa de la Resurrección para los entierros establece una descripción muy reconfortante que va de la siguiente manera:

        En Él que resucitó de la muerte está nuestra esperanza de resurrección.
        La tristeza de la muerte da paso a la promesa de la inmortalidad.
        Señor, para tu pueblo fiel la vida cambia, no termina.
        Cuando el cuerpo de nuestra morada en la tierra descansa en la muerte
        Ganamos una morada eterna en el cielo.



El  Evangelio de hoy con frecuencia se usa en misas de funerales. En el contexto de este ritual tan poderoso,  la mayoría de la gente cree. Vamos a una vida mejor. El problema es que la mayoría de nosotros solamente lo vemos cuando no podemos evadir más la realidad de la muerte. La muerte de un ser amado simplemente nos sumerge en el grande y doloroso misterio que es la muerte.

Nuestra cultura es muy evasiva al enfrentar la muerte por lo que es: una parte muy grande y definitiva de la vida.

El mensaje del tiempo de Pascua seguramente no nos llama a la actividad mórbida y bizarra de dormir en un ataúd. Sin embargo, nos invita a enfrentar la muerte como una parte crucial de nuestra vida.

La vida es un regalo para hoy. Necesitamos abrazarla en alegría y entusiasmo porque no tenemos garantía de un mañana. Dios nos llama a vivir este día  en amor y servicio. Si podemos empezar a aceptar la muerte como una parte verdaderamente grande de nuestra vida no es una invitación a vivir en preocupación y ansiedad. Estamos llamados a ser realistas.

El bien y el mal, lo armonioso y lo conflictivo, enfermedad y salud, y todos los elementos de nuestra condición humana están todos juntos en las manos amorosas de un Dios de gracia revelado en Jesús. Jesús es el camino y la vida y la verdad (Juan 14: 6) Jesús nos dice “No se turben,; crean en Dios y en mí. En la casa de mi padre hay muchas habitaciones.” (Juan 14: 1-2)

Hoy todos estamos un día más cerca de la llamada amorosa de Dios que cambia nuestra muerte en vida eterna. Este es el mensaje del Aleluya de Pascua.  Somos tontos si no aceptamos esta realidad y dejamos que defina como vivimos. La Resurrección es real.  Significa que la muerte ha perdido su sorpresa. Nuestro trabajo es celebrar con una vida llena con esperanza y alegría.
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