Nuestro propio estándar de “Dignidad”

No podemos aplicar nuestro propio estándar de “dignidad” para definir a aquellos que necesitamos amar

“Una tentación básica: La categórica negativa poco cristiana de amar a aquellos que consideramos, por una razón u otra,  indignos de amar. Y en la cima de eso,  considerar a otros indignos de amar por razones muy triviales. No es que los odiemos, por supuesto:  sino que simplemente rehusamos aceptarlos en nuestros corazones, a tratarlos sin sospechas y tratar con ellos sin reservas. En una palabra, rechazamos a aquellos que no nos agradan. Por supuesto somos “caritativos con ellos.” Un uso interesante de la palabra “caridad” para cubrir y para justificar una cierta frialdad, sospecha y aun desdén.  Pero esto es castigado por otro rechazo inexorable: estamos atados por la lógica de esta negación defensiva para rechazar cualquier forma de felicidad que implique la aceptación de aquellos que hemos decidido rechazar. Esto ciertamente complica la vida, y si uno es suficientemente intolerante, tiende a hacer imposible toda felicidad.”

“Esto significa que tenemos que llevarnos bien sin aplicar constantemente el criterio de “mérito” (quien merece ser amado y quien no). Y casi siempre significa, implicitamente, que dejamos de hacer hasta preguntas indirectas sobre quien está “justificado”, quien es digno de aceptación, quien puede ser tolerado por el creyente. ¡Pero que idea más absurda sería esa! Y aun así el mundo está lleno de “creyentes” que se encuentran a sí mismos rodeados de personas que dificilmente pueden esperar ser “tolerados”, como judíos, negros, no creyentes, herejes, comunistas, paganos, fanáticos y algunos otros”.

“Dios está pidiéndome, lo indigno, olvidar mi indignidad y de todos mis hermanos, y atreverse a avanzar en el amor el cual nos ha redimido y renovado a todos en la semejanza de Dios. Y para reir, después de todo, a todas las ideas absurdas de “dignidad.”  (Conjeturas, p. 171-72)


Mis comentarios:



I

No es fácil leer a Merton. Es, sin embargo, digno de todo nuestro esfuerzo y mucho más.

En esta selección de caridad fraternal él tiene un regalo especial para nosotros que muy facilmente racionalizamos y trivializamos nuestra tarea Cristiana fundamental para compartir el amor de Dios a todas nuestras hermanas y hermanos.

Merton va a los detalles para especificar nuestros programas de evasión y auto engaño en el nombre de la caridad. Teresa de Ávila le da al punto central en la tercera morada de El Castillo Interior. Ella señala que nuestro egoísmo va interiormente y salta a la vista cuando hacemos cosas incorrectas en nombre de lo que es bueno. Merton ofrece un concreto y verdadero juego de ejemplos de como hacemos esto. Es digno de mucha oración, reflexión y auto examinación por parte nuestra.

II

Mi oración eucarística favorita es la segunda para niños. Al principio dice “Él vino para ensñarnos como amarte Padre al amarnos unos a otros. Él vino para quitar el pecado que nos impide ser amigos, y odiar todo lo que no nos deja ser felices.”

Más adelante, ofrece esta oración: “Recuerda Padre a nuestras familias y amigos y a todos esos que no amamos como deberíamos.”

Me encanta la segunda parte que dice “Todos aquellos que no amamos como deberíamos.” Yo tengo una lista que está creciendo. Empezó tan larga como mi brazo. Conforme estoy más fiel a la oración continúa creciendo. Ahora no solo llena un brazo sino el segundo y ya casi llena una pierna y está lista para llenar la otra. Yo tengo mucha gente que “no amo como debería.”

Las ideas de Merton sobre la caridad fraternal nos invita a todos a ser más honestos. Necesitamos trabajar mucho cuando se trata de amar a  los demás.

Al corazón humano le encanta dividir y aislar a los demás en varias categorías que justifica nuestra hostilidad o negligencia.  Jesús fue muy simple y directo: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado.” (Juan 15:12)

III

En otro pasaje de Conjeturas, p. 219, Merton hace una declaración verdaderamente profética. Él dice, “Desde un estimado puramente humano, uno podría estar tentado a pensar que al ritmo que vamos dificilmente podemos evitar una guerra más grande entre ahora (1962) y 1967.” (¡la guerra de Vietnam!)

Más adelante en ese pasaje él declara algo que también es relevante para este tema en el PUNTO-3 sobre caridad fraternal.

Si hay o no una guerra más grande – una guerra nuclear – que finalmente se daría, tenemos que vivir de una forma que diariamente y en serio tome en cuenta esta posibilidad.

“Esto implica ciertas elecciones importantes, ciertas preferencias.”

“Aun cuando uno puede no estar listo para detener la carrera hacia la muerte, uno debe sin embargo elegir la vida y las cosas que favorecen la vida. Esto significa respeto por cada cosa viviente, pero especialmente por cada hombre, hecho a imagen de Dios. Respeto por el hombre aun con su ceguera y su confusión, aun cuando él puede hacer el mal. Ya que debemos ver que el significado del hombre ha sido totalmente cambiado por la Crucifixión: cada hombre es Cristo en la Cruz,  se de cuenta o no. Pero nosotros, si somos cristianos,  debemos aprender a darnos cuenta. Eso es lo que significa ser un Cristiano, no simplemente uno que cree ciertos reportes sobre Cristo, sino uno que vive en consciente confrontación con Cristo en él mismo y en otros hombres.”

“Esto significa, sin embargo, la elección de vaciarse uno mismo, de la ilusoria auto fabricación por nuestros deseos y temores, el yo que está aquí ahora y que cesará de estar aquí si esto o aquello sucede.”  Conjeturas, p. 219.

El como vivimos hace una diferencia. Cuando elegimos la vida, y esta elección es la vida desde la concepción hasta la tumba,  estamos sembrando las semillas de la paz. Toda la paz verdadera está enraizada en nuestros corazones que están abiertos a la llamada a la vida de Dios. Esa llamada es primero y más importante para elegir el amor de Dios que es sin límites ni condiciones.

Para hacer esto necesitamos una vida de oración que abrirá las posibilidades donde el egoísmo ha etiquetado a otros  que no son dignos y que no son adecuados. Necesitamos mirar hacia la cruz. Deberíamos preguntarnos a nosotros mismos a quién excluyó Jesús como indigno y como inadecuado para su sacrificado amor.

Solamente podemos tomar este desafío cuando aceptamos quienes somos en todos nuestros quebrantamientos y auto decepciones. El viaje es un paso a la vez. Y empezamos de donde estamos.

IV

Teresa estaba totalmente de acuerdo con Merton sobre la importancia del amor por las hermanas y hermanos. Para ella la caridad fue el último tramo de su viaje espiritual hacia Dios.

La caridad es la propia aceptación abierta de los demás. Tanto como Teresa atesoró la oración tambien fue insistente en que el amor por nuestros hermanos y hermanas eran el índice de nuestro crecimiento espiritual. Para ella el viaje interior está validado y medido por la calidad de nuestras relaciones interpersonales. Teresa dice, “Nosotros no podemos saber si amamos o no a Dios, aunque hay fuertes indicaciones para reconocer que nosotros lo amamos; pero podemos saber si amamos a nuestros semejantes.” (C.I.V.2.8) Este amor es la condición esencial para el movimiento hacia el centro donde Dios aguarda.

Las relaciones interpersonales miden la autenticidad del viaje interior. La búsqueda de Dios es siempre comunal y no individualista. Las relaciones fraternales son la condición esencial del crecimiento. Este amor por las hermanas y hermanos siempre está siendo purificado y transformado hasta que ns volvemos uno con Dios en la séptima morada. Nunca fue más verdadero el hecho de que la gracia está en la lucha.

Las Virtudes Traen Orden

 Teresa entendió que los obstáculos estaban enraizados en el desorden en nuestra relación con Dios, con las criaturas de Dios y con nuestros hermanos y hermanas.

Es dificil orar cuando el corazón está cargado con heridas personales e irrespeto a nuestra dignidad. Cuando traemos las distorsiones de nuestras adicciones, grandes y pequeñas, a la oración es una tarea dolorosa centrar nuestro corazón en Dios. Cuando nuestro corazón es consumido con animosidad y enfado, la oración sucede con dificultad, si es que sucede.

La humildad, el desapego y la caridad traen un crecimiento en el sentido del orden y la paz. Ellos producen un ambiente abierto a lo sagrado y nutre una liberación de todas las divisiones que fluyen de nuestro corazón fragmentado. Las virtudes no eliminan los problemas en nuestra vida. Sin embargo, ellas nos ayudan con ellos en una forma más aceptable y serena.

Este es el centro del programa de Teresa.  Es un llamado a vivir en una forma que exprese la verdad de la humildad, la libertad del desapego y la maravilla del amor por los demás.

Mientras que la paz interior es la meta, solamente es alcanzada en la guerra espiritual. La batalla entre la oración y la vida es implacable en sus demandas. Las virtudes son débiles al principio pero gradualmente crecen con la ayuda de la oración. La oración busca el crecimiento para apuntalar su permanencia en el poder en la batalla contra su propia confusión interior. Mientras tanto, nosotros lentamente ganamos una medida de paz que nos ayuda con el alboroto de la vida. El proceso de la mutualidad de crecimiento entre las virtudes y la oración continúa por siempre profundizando los niveles de apoyo mutuo.

En todo esto algo especial está sucediendo. Hay un nuevo y libre yo que está evolucionando fuera de la dinámica. Esta transformación personal fluye de una nueva relación del yo  en humildad, para nuestras posesiones en desapego y hacia los otros en amor. Esta es nuestra meta hasta que Dios se ponga serio y nos lleve a la contemplación para terminar la transformación personal

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