LLAMADO A LA SANTIDAD-3

LA PERSPECTIVA DE JUSTICIA

LA NECESIDAD DE UNA ESPIRITUALIDAD INTEGRADA

Las espiritualidades tradicionales tales como la Carmelita, Jesuita, Franciscana, Benedictina y otras han sido desafiadas a ajustarse a algunos de los cambios fundamentales introducidos por el Concilio Vaticano II. Las visiones de estos eventos históricos desataron el poder del mensaje social del Evangelio. El documento final del Concilio Vaticano II, la iglesia en el mundo moderno tiene esto para decir sobre el tema. “Un nuevo humanismo está emergiendo en el mundo en el cual el hombre y la mujer son primordialmente definidos por su responsabilidad hacia sus hermanos y hermanas y hacia la historia.”

El Vaticano II lo dejó muy claro que no hay parte de la vida humana y de la historia que no es afectada por la fe y por el Evangelio. La gracia toca toda vida, ya sea personal, en el hogar, en el lugar de trabajo, en la arena política, en los teatros, en los estadios, o en cualquiera y toda realidad social. Toda manufactura creada por Dios es influenciada por la presencia salvadora de la Gracia de Dios. Un “orden natural aislado” es una ficción separada del dominio divino que acompasa toda la creación.

Básicamente, este llamado a un nuevo humanismo es una suma para ajustar nuestra religión, para reenfocar cómo y dónde experimentamos a Dios, para dirigir nuestra atención y estar abiertos a este mundo. Muchos de nosotros fuimos elevados para comprender nuestro proyecto central de fe como salvar nuestras almas. Nuestra atención fue enfocada “en lo espiritual” “en lo de otro mundo” Los eventos en este mundo simplemente formaron el contexto para esta tarea personal fundamental. La espiritualidad Carmelita, como todas las otras espiritualidades tradicionales, han sido distorsionadas con el tiempo para exagerar lo personal y lo privado y relegar la visión más amplia de lo social y lo histórico, incluyendo la experiencia actual de nuestra vidas diarias.

El Papa Francisco, en su bella y transformadora exhortación, La Alegría del Evangelio, habla sobre nuestra necesidad de cambiar nuestros caminos y así podemos traer justicia a los pobres. Su mensaje está completamente a tono con el Evangelio, la enseñanza del Concilio Vaticano II y la larga y magnifica tradición de las enseñanzas sociales de la iglesia. Francisco señala un programa concreto que está fundamentado en un desarrollo maduro del mensaje del Concilio Vaticano II. El problema que muchas personas tiene con su llamado a involucrarse está enraizado en un reducido y dañado entendimiento de lo que es la espiritualidad.

Lentamente, nos hemos dado cuenta que Jesús no predicó un mensaje de salvar solamente el alma de uno mismo. Él proclamó la venida del Reino. Su mensaje incluye salvar la propia alma pero también la preocupación por este mundo, su historia y la lucha por una sociedad justa.

El Evangelio es sobre el Reino de Dios (Lucas 4:43); es sobre amar al Dios que reina en nuestro mundo. Hasta el extremo que reina dentro de nosotros, la vida de la sociedad será un ajuste para la fraternidad universal, la justicia, la paz y la dignidad. La predicación cristiana y la vida, ambas tienen un impacto en la sociedad. Estamos buscando el Reino de Dios: “Busca primero el reino de Dios y su justicia Divina y lo demás se te dará por añadidura.” (Mateo 6:33) La misión de Jesús es inaugurar el reino de su Padre; Él comanda a sus discípulos para proclamar las buenas nuevas de que “el reino de Dios está cerca” (Mateo 10: 7) el Papa Francisco resalta este llamado al involucramiento social una y otra vez en su encíclica La Alegría del Evangelio. Aquí hay un ejemplo: “no podemos ignorar el hecho de que en las ciudades hay tráfico humano, tráfico de drogas, abuso y explotación de menores, abandono de ancianos y enfermos y muchas otras formas de corrupción y actividades criminales… El sentido completo y unificado de la vida humana que propone el Evangelio es el mejor remedio para las enfermedades de nuestras ciudades…Pero vivir la vida humana al máximo y conocer cada desafío como levadura del Evangelio testificar en cada cultura y en cada ciudad nos hará mejores cristianos y daremos frutos en nuestras ciudades.”

Esta es la Perspectiva de Justicia. Involucra una transformación personal y social. Nos llama a experimentar una espiritualidad que incluye la transformación justa de nuestra sociedad. Esta es la dimensión profética del Evangelio que ha jugado un papel mínimo en las vidas de muchos cuando no en la mayoría de cristianos por siglos.

El sínodo sobre la justicia de 1971 captura este llamado fundamental a expandir nuestros horizontes en la declaración histórica: “Acción en nombre de la justicia y la participación en la transformación del mundo aparece completamente ante nosotros como dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, o, en otras palabras, de la misión de la iglesia para la redención de la raza humana y su liberación de cada situación opresiva.”

En su respuesta sobre la crisis medioambiental, Laudato Si, el Papa Francisco señala un punto muy fuerte sobre la preocupación por los pobres. Él señala que siempre debemos incluir un acercamiento social en nuestra respuesta a la gravedad de los problemas ecológicos que enfrentamos. Constantemente debemos incluir la acción en beneficio de los pobres. La justicia tiene un papel vital en la unificación de nuestra respuesta al grito de la tierra y al grito de los pobres.
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