MANTENIENDO NUESTROS OJOS ENFOCADOS EN JESÚS


Jesús entra en nuestras vidas a través de los Evangelios. Los Evangelios son una parte privilegiada de la Palabra de Dios. Los Evangelios nos dan hoy, como lo han hecho a lo largo de toda la historia cristiana, la oportunidad de descubrir a Jesús, tal como lo hicieron los primeros discípulos cuando se unieron a él en los caminos polvorientos de Galilea.

Los Evangelios están estructurados para que nosotros, como Pedro y los demás, encontremos a Jesús en las maravillas de su ministerio. También debemos responder a su invitación: "Venid y veréis". (Juan 1:39) Estamos llamados a escuchar sus enseñanzas y ver sus curaciones. Tenemos el desafío de responder al mensaje radical de perdón e inclusión. Se nos invita a meditar en la maravilla de su compasión. Se nos pide que entremos en las historias. Es útil vernos a nosotros mismos como el ciego que recupera la vista, el leproso que es purificado, el paralítico que es perdonado y sanado. 

En nuestro encuentro con el mensaje del Evangelio, debemos asegurarnos de que el significado central se manifieste alto y claro. El corazón del evangelio es Jesucristo crucificado y resucitado. Él es nuestro salvador que nos libera de la esclavitud del pecado. Dios ha tomado la iniciativa en su amor salvador por nosotros. Nuestro llamado básico es aceptar este amor, reconociendo nuestra necesidad de salvación. Si somos verdaderamente fieles a este encuentro vivificante con Cristo, creceremos, la mayoría de las veces muy lentamente, en la aceptación de las exigencias maduras de este amor.

En La alegría del Evangelio, Francisco lo expresa de esta manera: "Todas las verdades reveladas derivan de la misma fuente divina y deben ser creídas con la misma fe, sin embargo, algunas de ellas son más importantes para dar expresión directa al corazón del Evangelio. En este núcleo básico, lo que resplandece es la belleza del amor salvador de Dios manifestado en Jesucristo que murió y resucitó de entre los muertos". (La Alegría del Evangelio #36)

Esta creciente aceptación del mensaje evangélico nos invita, en primer lugar, a ver en el amor de Dios por nosotros la exigencia de salir de nosotros mismos para buscar el bien de los demás. Esta prioridad del amor a los demás es el fundamento de toda enseñanza moral que fluye de la verdad central del Evangelio de Jesucristo. 

Camino a Jerusalén

  La segunda mitad del Evangelio de Marcos retrata a los discípulos como un grupo al borde de la desilusión. Están lidiando con el aterrador llamado a caminar con Jesús a Jerusalén y la ruptura absoluta de sus sueños y ambiciones.

Mientras tanto, Jesús continúa llamándolos a la luz, proclamando la verdad y preparándolos para ser libres de la esclavitud de su ensimismamiento. La guerra en sus corazones fragmentados continuaba. Estaban luchando con un nuevo conocimiento de sí mismos que destrozó su ilusión de ver a Jesús como su boleto al poder, la riqueza y el privilegio.

Después de su abandono de Jesús en ese fin de semana fatal, todavía se aferraban juntos en desconcierto y con una desesperación cada vez mayor. Con aparentemente tres años perdidos, temían ser las próximas víctimas de los líderes religiosos. En medio de esta desesperación y horror, Jesús aparece con una declaración increíblemente misericordiosa: "La paz esté con vosotros" (Juan 20:21). No hubo señalamientos, solo aceptación y aliento incondicionales. Ahora, era un nuevo día. Con esta última pieza del rompecabezas, la resurrección, en sus manos, su trabajo era resolver el misterio de Jesús en sus vidas. Ahora el comando "sígueme", abrió horizontes totalmente nuevos y acogedores. Estaban listos para deshacerse de la incertidumbre y el temor y caminar con Jesús a pesar de la continua ambigüedad de la vida.

Pasar de la religión a la espiritualidad

Los discípulos son un buen espejo para nosotros. Compartimos su incertidumbre y ansiedad en medio de nuestros conceptos erróneos que nos mueven a buscar la felicidad y la seguridad en los lugares equivocados. También nosotros sufrimos las consecuencias de un corazón fragmentado. Tratamos de arreglárnoslas con lo mínimo para Dios y lo máximo para nosotros mismos. Sin embargo, esta ambivalencia expone un vacío profundo en lo profundo de nuestro ser. Los "pros y contras" de nuestra religión ya no son suficientes. La cuestión del joven rico tiene sus raíces en la inevitable atracción del corazón por algo más.

Aquí es donde pasamos de nuestro acercamiento cómodo y seguro a Dios en nuestros rituales y prácticas religiosas a una búsqueda de algo más profundo. La espiritualidad es el proceso de crecimiento desde la falta de autenticidad hacia una relación más genuina con Dios. La espiritualidad nos lleva a la lucha en la que nos alejamos de lo superficial e ilusorio para vincularnos con Dios de una manera más responsable y abierta. Este es un paso de la formalidad de la religión a un camino espiritual más profundo.

A pesar de nuestros progresos, con el tiempo nos enfrentaremos al desafío incesante de la avenencia. Este es el estertor de muerte del ego, su maniobra desesperada para preservar el control. A pesar de nuestro crecimiento espiritual, todavía estamos fuertemente inclinados a buscar un espacio entre las exigencias del Evangelio y la comodidad del mundo. Creamos sutilmente nuestro propio evangelio. Hacemos a Jesús de nuevo a nuestra imagen. Al igual que con Pedro después de su triple rechazo, Jesús no se da por vencido con nosotros. Él siempre nos está llamando a la vida. Cada crisis manifiesta una visión más profunda de la profundidad de nuestra debilidad y de la grandeza del amor misericordioso de Dios, revelado en Cristo crucificado y Cristo resucitado.


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