NUESTRO LLAMADO CRISTIANO SER DISCÍPULOS MISIONEROS

Decimoquinto Domingo del Tiempo Ordinario

Marcos 6:6-13

Queridos amigos, Jesús invitó a los Apóstoles a unirse a la batalla entre el bien y el mal, el pecado y la gracia. Sus armas fueron su experiencia con Jesús, el poder de la palabra de Dios, el llamado a enfrentar a los demonios y el poder sanador de Dios revelado en Jesús. Estos elementos son la semilla básica de lo que hemos venido a llamar evangelización. Esto es proclamar la palabra salvífica de Jesús para transformar a las personas y toda la realidad. Este es el empuje de la Iglesia en el conflicto continuo entre el bien y el mal. Como los Apóstoles, estamos llamados a participar en esta gloriosa lucha. Como el Papa Francisco nos dice continuamente, es absolutamente crucial para nuestro llamado cristiano a ser discípulos misioneros.

El problema es que el trabajo de ser misioneros, particularmente en nuestra tradición católica, ha sido reservado para los "profesionales". El llamado a ser misioneros para la gente en los bancos dominicales ha sido lamentablemente descuidado en nuestra formación cristiana. Para la mayoría de nosotros, nuestra conciencia y conexión con la actividad misionera de la Iglesia ha significado ser generosos con la segunda colección.

Las palabras de Marcos hoy tienen una consecuencia muy inquietante. Nuestra identidad como miembros de la Iglesia significa que hemos sido enviados. Como los primeros Apóstoles en este primer viaje misionero, estamos llamados a viajar ligeros y a proclamar la Palabra.

La única preparación que tuvieron los primeros apóstoles fue su encuentro con Jesús. Su mensaje era un llamado al arrepentimiento. Su acción fue enfrentar el poder del mal en el reino de los demonios. Debían presentar la maravilla del poder sanador de Dios. El punto culminante de la misión fue proclamar el milagro de la palabra salvadora de Dios.

Hoy, el Papa Francisco no se cansa de llamarnos a entender que nuestra vocación cristiana es la de ser discípulos misioneros. El corazón del mensaje misionero siempre será el mismo. Es el amor de Dios llamando a todos a una nueva vida en Cristo Crucificado y Cristo Resucitado. Al comienzo de su exhortación, La alegría del Evangelio, el Papa dice: "Ser cristiano no es el resultado de una elección ética o de una idea elevada, sino del encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da a la vida un nuevo horizonte y una orientación decisiva".

Todo esto parece estar muy lejos de la experiencia promedio de los fieles miembros de la Iglesia en nuestro tiempo. Sin embargo, el Evangelio de hoy es solo una parte de un mandato claro que se encuentra en todos los Evangelios: seguir a Cristo incluye predicar el Evangelio. Esto es parte del llamado del Vaticano II a la responsabilidad laical en la Iglesia.

El Papa Francia nos ha llamado constantemente a asumir el desafío de ser fieles a la directriz de Jesús de predicar el Evangelio. Su llamado es constante en apelar a nosotros mismos a vernos a nosotros mismos como discípulos misioneros. Este deber verdaderamente desafiante debe comenzar con dos tareas fundamentales para iniciar este esfuerzo misionero. Ante todo, el encuentro continuo con Jesús, que se expresará en el testimonio de nuestra vida. En segundo lugar, debemos estar abiertos a cambiar la forma en que nos vemos a nosotros mismos como buenos seguidores de Cristo. Debemos comenzar a estar abiertos a aprender cómo podemos desarrollar habilidades misionales. Necesitamos vernos a nosotros mismos como personas que son "enviadas" a unirse a la batalla del bien y del mal. Nuestra arma principal es nuestra relación con Jesús. Las otras particularidades de la tarea misionera es donde necesitamos ayuda y orientación.

La selección de hoy de Marcos nos ofrece algunas ideas clave para nuestros esfuerzos misioneros. Debido a los recursos limitados que tenían los apóstoles, Jesús se aseguraba de que sus misioneros adoptaran la cultura de la gente a la que predicaban. La proclamación del evangelio siempre debe ser sensible y respetuosa con la cultura, manteniendo el objetivo de transformar la cultura a través del poder de la palabra de Dios. En otras palabras, siempre debemos llevar a las personas a donde están.

En segundo lugar, yendo de dos en dos, Jesús mostró la importancia de la comunidad en el proceso de proclamación de la Buena Nueva. La Iglesia es siempre una comunidad con una misión.

En tercer lugar, la ligereza de los recursos de los viajeros también tiene un mensaje sobre su empresa misionera. Cuantos menos recursos haya, más libres podremos señalar las consecuencias proféticas de las enseñanzas de Jesús. Cuanto más arraigada esté la Iglesia en la cultura, siempre se pagará el costo de reducir el filo del mensaje evangélico.

Casi al final de La Alegría del Evangelio, el Papa Francisco dice lo siguiente:

"Sueño con una 'opción misionera', es decir, un impulso misionero capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los modos de hacer, los tiempos y los horarios, el lenguaje y las estructuras de la Iglesia puedan encauzarse adecuadamente para la evangelización del mundo de hoy y no para su propia conservación".
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