UNDÉCIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Marcos 4:26-34

Queridos amigos, La mayoría de las parábolas, como hoy, comienzan con las palabras "el reino de Dios es como..." o algo similar. El reino es el plan de Dios para la realidad. Es la última reversión y transformación de nuestro mundo pecaminoso. Todas las personas, las cosas, las relaciones y la historia misma deben ser renovadas según la ley del amor y la ley de la justicia. Se avecina un nuevo mundo. Jesús, en sus enseñanzas y en su vida, y muy especialmente en su muerte y resurrección, revela ese nuevo mundo. Esta nueva realidad es el amor activo y creativo de Dios plenamente manifestado e impregnando a toda la humanidad y al resto de la creación.

Las primeras palabras de Jesús en el Evangelio de Marcos se refieren al reino de Dios. "Después de que Juan fue arrestado, Jesús vino a Galilea proclamando el evangelio de Dios: Este es el tiempo de la cumplición. El reino de Dios está cerca. Arrepiéntanse y crean en el evangelio". (Marcos 1:14-15)

Este mensaje del reino de Dios es la enseñanza central de Jesús. Es el resultado de todas las promesas del Antiguo Testamento, comenzando con Abraham y continuando hasta los profetas. Es nuestro regreso a la inocencia original en el Jardín ante el pecado de nuestros primeros padres.

Jesús nos invita a este nuevo mundo, el reino, llamándonos a arrepentirnos y abrazar el evangelio. Nuestra entrada en el reino comienza con nuestro arrepentimiento y aceptación del llamado de Jesús. Este reino de Dios comienza dentro de nosotros y se mueve hacia afuera para crear un mundo de justicia y paz, un nuevo día de reconciliación y unidad, de sanación y esperanza. En nuestros días, esto se celebra especialmente cuando respetamos y trabajamos por la integridad de la creación.

Las parábolas de hoy de la siembra de la semilla y el grano de mostaza nos dicen algo del reino en nuestra vida. El viaje desde la pequeña semilla hasta el pan vivificante parece muy improbable. Del mismo modo, ocurre lo mismo con el crecimiento de la pepita de mostaza muy pequeña. "Pero una vez que se siembra, brota y se convierte en la más grande de las plantas y echa grandes ramas, para que las aves del cielo puedan habitar a su sombra". (Mc 4:33)

El significado de las parábolas es que el reino de Dios, el reino de Dios, es la semilla dentro de nosotros y en toda la realidad. Ya sea que recibas las noticias en Internet, en la televisión o en los periódicos, no parece probable que la ley del amor vaya a triunfar. Tenemos que ser como el agricultor. Necesitamos confiar en la semilla que es la presencia vivificante y transformadora de Dios, sin importar cuán improbable pueda parecer. Dios está obrando verdaderamente. Nos convertimos en las semillas que desnudan la vida con una vida de integridad, autenticidad y confianza. No importa el aparente fracaso, debemos ser pacientes y caminar con la esperanza de la presencia de Dios. Muy a menudo, parece tan improbable, si no imposible. En las parábolas de hoy, Jesús nos está diciendo que, a pesar de las apariencias, Dios eventualmente producirá vida más allá de nuestros sueños. La paciencia y la confianza arraigadas en la fe son el mensaje de Jesús en las parábolas de hoy.

La parábola de "La semilla que arranca en secreto" describe la naturaleza de la obra de Dios en la escena humana. La mayoría de las veces, los discípulos, pasados y presentes, están llenos de anticipación de resultados visibles rápidos y dramáticos. No suele ser así. Esta situación no significa que Dios no esté obrando. Dios siempre está obrando en los corazones de los discípulos, así como en los corazones de todos los seres humanos. La parábola nos dice que la gracia de Dios finalmente vencerá. Habrá una transformación de la realidad. Dios vencerá con una conquista final de los poderes demoníacos. Sin embargo, esta victoria vendrá de acuerdo con el horario de Dios, no con el nuestro.

Necesitamos confiar en que Dios está verdaderamente con nosotros, sin importar cuán oculta parezca la presencia divina en el flujo de nuestra experiencia diaria. Necesitamos saber que el Dios que Jesús revela es un Dios de amor incondicional. No merecemos ni merecemos el abrazo divino, pero es nuestro regalo siempre y en todas partes. Si bien toda esa vida que proviene de la pequeña semilla parece tan improbable, aún más inverosímil es el regalo del amor incondicional de Dios por nosotros. Es el último y más grande milagro de la vida. Somos las semillas de una vida aún más rica y abundante en el reino de Dios cuando caminamos con Jesús.
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