LA SEGUNDA MORADA


PARTE I
(En la segunda morada se vuelve claro que Teresa no está principalmente interesada en ofrecer un método de orar. Su meta es describir el crecimiento de conciencia del individuo con respecto a la experiencia de Dios. Ella está describiendo el viaje hacia el centro donde aguarda Dios. La oración es el camino para avanzar que demanda dejar ir nuestro egoísmo)

La segunda morada trae un nuevo despertar. Muchas luchas acompañan a esta etapa. El individuo empieza a responder la pregunta “¿Eso es todo lo que hay?” los resultados son atemorizantes y tentadores. Conforme empieza la nueva conciencia del llamado de Dios a penetrar la conciencia, numerosos problemas salen a la superficie. Al final, hay una necesidad por el cambio, un llamado a un cambio de imagen real de nuestra conciencia. La historia de la segunda morada destaca el conflicto entre lo nuevo y lo viejo, la gracia y el pecado, el placer y el sacrificio.

Una visión con madurez ayuda al individuo a entender la verdadera naturaleza de la oración. La oración busca no cambiar a Dios sino cambiar nosotros mismos. La profundidad de esta visión evoluciona lentamente. Previamente, nuestra oración estaba buscando garantizar nuestro plan para la felicidad. En la segunda morada lentamente, siempre muy lentamente, empezamos a ver que la verdadera oración funciona hacia el cambio no hacia la persecución de nuestro plan para la felicidad. En este reenfoque de nosotros mismos con respecto a Dios como el centro, hay un precio que pagar. Teresa lo pone de esta manera: “Es mucho más difícil oír su voz que no oír su voz.” (Castillo Interior 2.2)

Esta nueva comprensión de la oración expone la necesidad por la transformación personal. En la segunda morada esto se experimenta en una conversión moral. Ahora empezamos a retirarnos de nuestra vida incuestionable de indulgencias, posesiones y egoísmo. Los patrones profundamente arraigados del abandono de Dios y del prójimo están siendo desafiados. Un estilo de vida consumista encuentra una actitud crítica como nunca antes. Los patrones de pensamiento sobre raza, orientación sexual y el medioambiente salen a la superficie de maneras inquietantes. Por otro lado, hay un empuje hacia la palabra de Dios y particularmente hacia Jesús.

Todo esto, y mucho más es desplegado cuando uno empieza a orar en una forma que verdaderamente está buscando un entendimiento de la palabra de Dios y conocimiento de la voluntad de Dios. Esta es la materia de la segunda morada.

La pregunta real es: ¿Cómo sucede esto? ¿Qué es lo que provoca a una persona a dar este paso hacia una mentalidad verdaderamente diferente y hacia una manera realmente diferente de orar?

Para la mayoría de gente, una práctica fiel y consistente de “Decir mis oraciones” o “Atender la novena” o “Rezar el rosario” o muchas otras formas de devoción, particularmente atención regular en misa durante la semana ha llevado a un crecimiento espiritual. En diferentes formas, un sentido de fidelidad lleva a un hambre más profunda. Teresa le pone un nombre a esta hambre en la segunda morada. Es un hambre por Dios.

Dios habla en la segunda morada en muchas formas. Primero que todo, el poderoso testimonio de personas buenas toca el corazón. Luego hay loables experiencias religiosas particularmente buena liturgia y homilías relevantes. Las películas, libros y otras experiencias de medios sociales inspiran el corazón de vez en cuando. La vida siempre tiene suficientes pruebas y dificultades que lo abren a uno a la necesidad por Dios. Finalmente, la oración constantemente tiene la posibilidad de descubrir lo divino.

En el área de la oración, la palabra de Dios, especialmente en las escrituras, se vuelve una fuente de luz y comodidad. También surge la necesidad de cambiar. Conforme la oración progresa, una relación con Jesús constantemente se vuelve más imperativa para el individuo que busca.

La persona ha empezado a orar con alguna consistencia. Esto despierta un deseo por una experiencia de vida más verdadera, auténtica y responsable. Sin embargo, este progreso crea algunas elecciones difíciles. Ya que la bondad de Dios, su misericordia y amor se vuelven más claros, así también, el llamado a dejar ir las viejas costumbres. Los apego s mundanos y los placeres con su espíritu de vanidad y superficialidad no son compatibles con el progreso espiritual.

“Desde que ellos se van acercando a donde su Majestad mora, Él es un buen vecino. Su misericordia y bondad son abundantes; mientras estamos ocupados en nuestros pasatiempos, negocios, asuntos, placeres y compras mundanas y ventas y aun cayendo en pecado y levantándonos de nuevo.” (Castillo Interior 2.2) Teresa señala que la falla para evitar las ocasiones de pecado produce la incertidumbre y la ambigüedad que juegan un papel dominante en la segunda morada.

A diferencia de la primera morada donde el individuo está casi sordo y mudo en las cosas espirituales, la persona viajando a la segunda morada puede oír la voz de Dios aun en medio del aparente ruido sin fin en una cultura de indulgencia que aborrece el silencio. La manifestación de la misericordia de Dios penetra los desordenados mente y corazón. Sin embargo, el mensaje con mucha frecuencia demanda sacrificio. Siempre hay un precio que pagar cuando Dios se acerca a la conciencia de uno. Este es el campo de batalla de la segunda morada.
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