LA NOCHE OSCURA Y LO TRÁGICO EN LA VIDA-04



Los problemas estarán ahí hasta el final. Vemos la mezcla del bien y del mal en todos los niveles de la realidad: la familia, nuestra comunidad, nuestra parroquia, nuestra sociedad y más que todo, dentro de nosotros mismos. En la parábola de la cizaña y el trigo (Mateo 13: 24-30) Jesús captura uno de los aspectos más profundos de nuestra experiencia humana.

Me gustaría compartir una historia personal. Yo estaba en el cuarto año, de un periodo de seis como Director de Formación de nuestros seminaristas Carmelitas en Washington D. C. en mi cabeza, era muy claro que esto era un trabajo realmente importante. Aunque yo tenía un sentido muy profundo de ambivalencia dentro de mí. Algo estaba desconectado entre mis sentimientos y mi cabeza. Empecé a definir el problema como un deseo para trabajar con los pobres como lo tuve en mis veinticinco años anteriores en mi natal Chicago. Finalmente, se volvió tan intenso que lo compartí con un mentor de confianza. Él me dio algunos consejos muy sencillos. Ve a orar y simplemente quédate quieto. Era un momento para escuchar en silencio. Después de algún tiempo, realmente no recuerdo si fue una semana o un mes, pero llegó una respuesta. Era clara y sorprendente. Necesitaba llorar y dejar Chicago, gradualmente liberé mi corazón de este gancho escondido al pasado y dispuse tomar mi compromiso presente en Washington. Tomó algún tiempo pero lo hice. Al final me sentí libre y cómodo. Entonces el Dios de las sorpresas vino de visita algunas semanas más tarde. Mi provincial me pidió ir a una parroquia pobre en el Centro Sur de Los Ángeles. ¿No había dejado el gancho que me retenía en Chicago? Pude haber salido con numerosas excusas para no ir a Los Ángeles. De hecho, ahora estaba libre y fue una de las grandes bendiciones en mi vida donde pasé los siguientes veinte años de mi vida.

LUZ EN LA OSCURIDAD
La gracia está en la lucha. La vida nunca está completa. Siempre hay desorden. Es la naturaleza de las cosas que todas las relaciones son incompletas. Hay un factor de cambio en todo. No podemos parar el reloj. Los niños crecen rápido, y aún más rápidamente, se pasa de la edad media al ocaso de la vida.

Juan de la Cruz tiene buenos consejos para estas crisis inevitables de la vida. Él dice que el amor de Dios está escondido en el caos y que uno no es capaz de ver o experimentar este amor al inicio de un problema en particular. Mi historia de dejar ir Chicago es un claro ejemplo de esto. La respuesta de Juan es sencilla: paciencia, confianza y perseverancia en la aparente oscuridad de la crisis que verdaderamente es luz. Las cosas están sucediendo sin descanso. Los ídolos están siendo expuestos y eliminados los ganchos en el corazón. Este es el trabajo de la noche oscura.

Los dioses están muriendo en la noche y el alma necesita dejarlos ir. Necesita llorar la pérdida. El sendero equivocado podría artificialmente resolver o curar la condición, o negar todo. Juan nos anima a enfrentar la turbulencia. Necesitamos paciencia donde el corazón está luchando en medio de los problemas. Nuestra opción más real es estar alertas a la llegada del amor. Esto es exactamente lo que mi guía espiritual me recomendó hacer en mi pequeña crisis. Juan nos llama a una “atención amorosa” en la oscuridad. Es hora de mirar en la noche. La contemplación es esta experiencia del amor transformador de Dios, especialmente cuando viene en una forma tan disfrazada. Solamente cuando pasamos por la purificación que es tan necesaria para nosotros, gradualmente somos capaces de ver la belleza. Dios está escondido en la oscuridad.

NUEVOS TESOROS EN LOS ESCOMBROS DE LA VIDA
La tradición espiritual Carmelita nos ayuda a ver más allá de la superficie en los muchos niveles de quebrantamiento y fallas en nuestra vida. Con ojos energizados por el Espíritu, las contradicciones del Evangelio ahora se vuelven una fuente de liberación. Hay oro en la destrucción de los problemas de la vida. El impresionante símbolo del Cristo crucificado abre un sendero hacia Dios en nuestro sufrimiento y pérdida. El amor de Dios está siempre presente aún en los momentos más oscuros de la vida, el momento de nuestras pruebas más profundas.

Somos criaturas, y como tales, somos limitados. Sin embargo, nuestro último destino es el infinito. Somos convocados a ir más allá de nuestros pequeños sueños hacia un Dios de amor ilimitado e incondicional. Tenemos energía increíble y gran creatividad para negar que seamos pecadores. La más profunda y mucho más bella realidad tiene lugar cuando aceptamos nuestro propio ser como pecador. Entonces también podemos saborear el hecho de que somos amados y perdonados y salvados en nuestra condición pecaminosa. Esta perspectiva es necesaria para abrir nuestro viaje más profundo en la Noche Oscura.

La misericordia de Dios está siempre al acecho, siempre buscándonos. Una mística de la edad media, Julian de Norwich, lo puso muy bellamente cuando dijo: “Primero viene la caída y luego la recuperación de la caída. Ambas son la misericordia de Dios.”
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