EL ALELUYA ES PARA TODA LA VIDA


En este tiempo de pascua los encabezados de los periódicos han parecido sobrecogedores, un verdadero desafío para el Aleluya del espíritu de la Pascua. Hubo la masacre racial en el supermercado de Detroit, las pandillas aterrorizando los vecindarios e incluso las ciudades, el último disparate de los adolescentes que dicen no sentirse seguros si no tienen un arma, el creciente descuido del medioambiente, la degradación de las mujeres en todo el mundo, miles de inmigrantes atrapados en las fronteras y la creciente violencia de la guerra que va más allá de la locura en Ucrania.

Por supuesto, nunca ha sido diferente. La expresión del bien y del mal solamente cambia superficialmente. Las condiciones fueron las mismas en la crucifixión. Lo que siempre tenemos que recordar es que no hay victoria del Aleluya sin la Pasión y Muerte de Jesús. El misterio pascual conecta el viernes santo y la gloriosa mañana de Pascua. Jesús rendido a la voluntad del Padre. En esta sumisión, Jesús entró a compartir el sufrimiento humano y la injusticia, todo el odio y la muerte. Cuando Jesús oró en el huerto que pase es cáliz, la voluntad del Padre era que Dios compartiría total y absolutamente las consecuencias del mal con toda la gente y por todo el tiempo. Ya si es una muerte sin sentido de un niño en un accidente de auto o la lenta muerte de un señor en un asilo, o la locura de los misiles rusos en Ucrania o aquellos que mueren en una balacera, la muerte es universal. Sucede en una increíble variedad de maneras y grados de sufrimiento. El misterio pascual revela que Jesús eligió compartir este mal con toda la humanidad.

Cuando Jesús se estableció entre nosotros, entró en presencia de la oscuridad, la violencia, el odio, la división y todas las demás expresiones del mal que llevan a la muerte. El momento de la encarnación llevó directamente a la muerte en la cruz. A la luz de los encabezados de noticias diciéndonos la historia de la omnipresente historia del mal, la narrativa se mantiene igual. De igual manera, el empuje del desorden y la desesperanza exponen un tremendo desafío para el corazón humano.

El Misterio Pascual incluye los sufrimientos y la muerte de Jesús y la respuesta de Dios en la resurrección. Es el mensaje supremo amor de Dios para nosotros. Este regalo divino es sin condiciones ni límites. Nos incluye a todos en misericordia y perdón. Nos dice una historia del triunfo del amor. En el Aleluya, que es una palabra demasiado profunda para poderla explicar, tenemos un símbolo de la última victoria sobre el mal y el triunfo del amor de Dios. En la confrontación divina contra el mal en medio de nosotros, Dios ha hablado y la palabra es Aleluya. Esta última palabra de Dios no fue división sino un llamado para entrar en una comunidad de amor. La última palabra no fue violencia sino una paz sanadora y un llamado a celebrar el potencial humano para hacer el bien en todas las situaciones. La voluntad de Dios no permite la desesperanza ni que prevalezca el desorden, sino que en la resurrección, Dios ofrece siempre la posible victoria en el conflicto con degradación humana. Dios ha hablado en el Cristo Resucitado y nosotros preguntamos: ¿Muerte, dónde está tu aguijón? En Cristo, ahora tenemos la apertura a la vida en toda su plenitud abarcado en el amor.

El amor es la respuesta porque el amor verdadero es de Dios. Nos liberará a pesar del constante asedio del mal. Dios no nos ha abandonado. Ese mismo Dios de la mañana de Pascua está presente con nosotros en nuestros viernes santos cuando encontramos el mal en nuestra experiencia diaria. El Aleluya está siempre presente para nosotros en nuestras dificultades.

Necesitamos entender la última belleza y riqueza del Aleluya. Nos llama a esperar y amar cada día. No somos capaces de solventar el horror, la brutalidad sin sentido que se está viviendo en Ucrania. Podemos, sin embargo, traer el amor enraizado en el Aleluya a ese pedacito de mundo en el que vivimos. Este amor no solo es nuestro esfuerzo humano, sino la gracia y el poder de un Dios siempre amoroso usando nuestro quebrantado y limitado esfuerzo humano.

Nuestro mundo diario es donde la presencia de Dios es descubierta por nuestras relaciones y responsabilidades. Cuando respondemos en amor, proclamamos y vivimos la victoria del Aleluya. Cuando vivimos en amor, somos verdaderamente y concretamente un instrumento de la paz de Dios.

La respuesta a la expresión del mal que envuelve nuestro mundo nunca será desorden y desesperanza, no será un retiro a un mundo circunscrito donde tratamos de alcanzar una falsa seguridad en nuestras ilusiones y fantasías.

La verdadera respuesta siempre será abrazar la vida en todas sus limitaciones y desordenes. Necesitamos actuar donde sea posible en nuestra situación. Podemos trabajar por la reconciliación y la sanación. Tal vez no podamos crear armonía racial o eliminar la pobreza y la injusticia, pero podemos reconciliarnos con una suegra testaruda o con vecinos difíciles de tratar. Podemos servir y celebrar lo bueno en el contexto de nuestras relaciones y responsabilidades. No necesitamos viajar lejos para ofrecer una mano que ayude o hacer de nuestro vecindario un lugar más seguro. De esta manera rompemos los lazos de sentirnos impotentes. Constantemente habrá una apertura para empezar en casa y movernos más allá para aceptar el llamado de Dios para expandir nuestros horizontes por amor y servicio.

El Aleluya nunca sonará hueco ni perderá su maravilla y belleza en tanto que nuestro corazón permanezca abierto al amor de Dios presente en el Cristo crucificado y resucitado.

ALELUYA
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