Vigésimo Octavo Domingo del Tiempo Ordinario


Mateo 22: 1-14 

Estimados amigos, en la lectura del Evangelio de hoy, Mateo tiene mensajes múltiples. Quiero profundizar en dos puntos. Hemos recibido una invitación a la fiesta de bodas y eso tiene consecuencias para nosotros. 

En la Biblia, el tema de la invitación o la llamada se repite con frecuencia. Abraham es el primero, luego Moisés, David y los profetas. En el nuevo testamento es Pedro y los apóstoles y finalmente, Pablo. Nosotros nos unimos a ese prestigioso grupo en nuestras propias vidas. Estamos invitados a la fiesta de bodas; estamos llamados a seguir a Jesús. Con la llamada hay responsabilidades.

La historia, con frecuencia, confusa, de la prenda de bodas nos ayuda a entender esta realidad. Cuando Dios llama, y Él lo hace con frecuencia, necesitamos actuar. Tenemos que aceptar el mensaje de Jesús. Queremos hacer que nuestro “si” se exprese en sí en una nueva forma de vida. La prenda de la boda significa que nuestro estilo de vida está tratando de expresar los valores del Evangelio. Las demandas del mensaje de Jesús no se conoce con un esfuerzo sencillo o siguiendo a la multitud. Demanda un cambio en el corazón, una conversión.

El vestido de la boda nos dice que no es suficiente lucirse. Necesitamos un compromiso que vaya más profundo. El hecho es que Dios nunca termina con nosotros. Dios siempre quiere más. La vida cristiana nos pide constantemente elegir a Jesús que es en verdad la fiesta de bodas. La vida cristiana nunca está satisfecha sólo con seguir una rutina.

Necesitamos trabajar en la reconciliación para seguir perdonando no siete veces sino hasta setenta veces siete. Necesitamos oír el llanto del pobre no con un esfuerzo casual sino con verdadero sacrificio y generosidad. Necesitamos estar abiertos a todos, no solamente a nuestra parroquia o grupo sino también al extraño y a aquellos que son diferentes.

En verdad, el vestido de la boda es una forma de vida que entiende que Dios nunca termina con nosotros. Siempre hay algo que Dios quiere de nosotros. Jesús realmente quería decir eso cuando declaró que si queremos salvar nuestra vida tenemos que perderla. Si vamos a ser el líder debemos ser el sirviente de todos. ¡Y Él tiene un gran cargamento de cambios que parecen cabeza abajo o con lo de afuera para adentro de la realidad que nunca nos deja olvidar ponernos el vestido de bodas si queremos estar en la fiesta!
Compartir: