Vigésimo Noveno Domingo del Tiempo Ordinario

Mateo 22: 15-21 

Estimados amigos, el evangelio de hoy es el primero de una serie de diferentes grupos que tratan de poner trampas a Jesús y así poner en peligro su vida. En cada caso, Jesús convierte el problema en una oportunidad para dar una enseñanza.

El mensaje de hoy no es la separación entre la iglesia y el estado. Es un mandato muy claro sobre la centralidad de nuestro compromiso hacia Dios en todas las cosas que hacemos. El mensaje del Evangelio es una clara y fuerte invitación para hacer de Dios el centro de todas nuestras actividades.

El problema de la imagen en la moneda es contada por la continua y persistente enseñanza de Jesús que nos dice que en cada ser humano está la imagen de Dios. “Lo que hicieron por el más pequeño de mis hermanos o hermanas por mí lo hicieron.” (Mateo 25: 40)

El Evangelio nos invita a participar en cada uno de los grupos ya sea social, económico, político, civil o familiar respetando la imagen de Dios en nuestros hermanos y hermanas. Esto nos lleva a estar siempre en la búsqueda del bien común.

Esta no es una tarea fácil. Todos los grupos son una mezcla del bien y del mal con una enorme brecha entre ambos. Necesitamos verdadera sabiduría para discernir el nivel más responsable de participación ya sea tan sencilla como un club en la cuadra o una participación activa en la Unión de Trabajadores, ya sea la dirección de una corporación económica o un grupo como PETA: todos ellos sufren las consecuencias de la cizaña y el trigo.

Toda nuestra participación en actividades políticas o cívicas necesita ser conducidas por la imagen de Dios en nuestros hermanos y hermanas. Esto nos lleva a la truculenta tarea de encontrar un bien común. Esta dificultad le permite a las personas de buena voluntad elegir senderos diferentes. Esa es la razón por la que tenemos Republicanos y Demócratas. Al final, el Evangelio de hoy nos llama a estar involucrados en la compleja realidad de nuestra vida social, económica y política. Dar a Dios lo que es de Dios no significa quedarse a mirar de lejos sino estar comprometido en el trabajo por la justicia y la paz en algún nivel en nuestra búsqueda del bien común. Esto necesita mucha sabiduría.

Recuerdo haber sido muy activo en la organización de un comunidad cuando era un sacerdote joven. Nuestras metas eran muy claras. Estábamos buscando justicia para una comunidad pobre y marginada que estaba sufriendo toda clase de males sociales. Al principio todo era por el bienestar. Pero debido a que había personas defectuosas y débiles en ambos lados de los problemas, lentamente me fui dando cuenta de la verdad de nuestras acciones, éstas se alejaban constantemente de los valores del Evangelio. Odio, rabia y un enorme egoísmo usurparon gran parte del programa. No importaba cuan correcta fuera nuestra meta, los medios siempre estaban en conflicto con las enseñanzas y los valores de Jesús.

El mismo potencial existe en cada grupo, ya sea algo como PETA, o un banco multinacional, el Congreso o el presidente, los obispos o el concejo parroquial. Siempre estamos en necesidad de discernimiento y de oración profunda si nuestra vida de compromisos va a “Dar a Dios lo que es de Dios.” (Mateo 22: 21)
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