Vigésimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario

Mateo 18; 15-20

Estimados amigos,
El mensaje de hoy sobre el perdón y la reconciliación es donde el Evangelio se concretiza, donde se pone bueno.

Este mensaje es parte de una sección especial (Mateo 18; 1-35) sobre la iglesia como comunidad. La comunidad cristiana está hecha de humanos defectuosos que tienen gran necesidad de sanar las siempre presentes diferencias y conflictos, Jesús nos pide enfocarlo con humildad y con perdón radical.

Recordar el sermón en el Monte (Mateo 7: 5). Hay toda clase de enseñanzas sobre perdón y reconciliación. Uno realmente relevante en el caso de hoy es, “Quita primero la viga que está en tu ojo para que puedas ver con claridad y quitar la pelusa en el ojo de tu hermano.” (Mateo 7: 5)

Lo segundo que Jesús nos aconseja es exponer el conflicto o pesar a la luz del día. Ir hacia el que nos ofende en amor y vulnerabilidad nos ayuda a ver otro punto de vista. Con frecuencia, vemos que hay no sólo dos lados de una historia. Algunas veces son seis o siete maneras de interpretar la realidad.

La enseñanza de Jesús es para alejarnos de la vocación de ser la víctima. La víctima busca dividir no sanar. Cuando somos la víctima, abordamos el problema contándoles a los demás como hemos sido dañados. De esta manera nosotros desorganizamos la comunidad. Lo que hacemos realmente es buscar poder para controlar a otros.

Jesús nos pide involucrar a otros de una forma diferente. Sólo después que hemos buscado la reconciliación personalmente, entonces involucramos a dos o más hermanos en forma positiva. La meta no es el castigo y el control sino perdón y compasión.

Este es el punto del Evangelio. Jesús precede esta lección con la historia del pastor que deja las noventa y nueve ovejas para buscar a la que se ha perdido. Él le da seguimiento al contestar la pregunta de Pedro de cuántas veces necesitamos perdonar. Jesús dice que no perdonemos solamente siete veces sino hasta setenta veces siete lo cual significa sin límites.

Sin embargo, Jesús también nos enseña que hasta el final tendremos la cizaña en medio del trigo. Por el bien de la comunidad puede ser necesario remover a uno que no se arrepiente de la comunidad. Pero aun en este caso, deberíamos seguir abiertos, y donde sea posible, buscar la reconciliación.

Finalmente, Jesús nos enseña a poner todo en oración. Tal como mi muy buena amiga Santa Teresa de Ávila nos enseña, uno de los grandes regalos de la oración es el autoconocimiento. Es con este regalo que podemos acercarnos a la vida en comunidad con humildad más profunda y una sinceridad más grande para no ser los primeros en lanzar la primera piedra. (Juan 8:7)
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