Vigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario

MATEO 16: 21-27

Estimados amigos.

En el inicio del Evangelio de Juan encontramos una proclamación muy sorprendente “El verbo se hizo carne” (Juan 1: 14). Esto es el plan de Dios. Así es como Jesús aceptó la llamada para salvar al mundo. Volverse de carne no fue un evento aislado. Es aceptar la totalidad de su humanidad que Dios escogió para salvar al mundo. Esto significa que Él aceptó a Pedro y a todos nosotros como parte de Su realidad.

Así, cuando Jesús nombró a Pedro como la piedra sobre la que edificaría su iglesia, aceptó a Pedro y a todos nosotros, sus seguidores, tal como somos: quebrantados y en necesidad de ser reparados. Esta es la razón por la que es tan difícil para nosotros entender la iglesia. Es un hogar para pecadores con necesidad de ser sanados, un hogar para los quebrantados y perdidos en necesidad de plenitud y nueva dirección.

En la historia de hoy, Jesús le dice a Pedro, y a todos nosotros la forma de salvación que eligió. Él iba a sanar al mundo y a todos nosotros al entrar al dolor y al sufrimiento de nuestro mundo para sanarlo desde adentro. Este sufrimiento y muerte son las últimas consecuencias de “El Verbo se hizo carne” (Juan 1: 14)

El anuncio de hoy del viaje a Jerusalén para ser rechazado, sufrir y morir es el primero de tres proclamaciones similares en los siguientes capítulos del Evangelio de Mateo. En cada episodio los discípulos pierden totalmente el punto.

Nosotros seguimos en la difícil tarea de aceptar a Jesús en sus términos y no en los nuestros. La iglesia está siempre en la lucha de buscar la integridad del mensaje del Evangelio. Nuestra tentación frecuente es decirle a Jesús cómo hacer las cosas a nuestra manera justo como hizo Pedro. Seguimos viviendo con falsas expectativas de tener la comunidad perfecta para llevar el ministerio del Evangelio cuando Jesús nos tiene completamente abrazados en nuestros quebrantos y confusiones de ser las vasijas de barro para proclamar y celebrar su mensaje.

Nosotros no podemos aguantar el escándalo sexual, el clericalismo, las expresiones contra las mujeres por parte de los oficiales del Vaticano, la riqueza distorsionada, y usted siga la lista… La iglesia puede estar agonizando realmente. Aun así, estas mismas fallas están siempre mezcladas con la increíble fidelidad de muchas familias trabajando contra todo pronóstico, buenos sacerdotes tratando de dar lo mejor de sí mismos, religiosas que siguen tranquilas como heroínas escondidas de los Evangelios,
el silencio y el amor sufrido de tantas vidas escondidas. La cizaña y el trigo estarán con nosotros hasta el final.

Jesús quiere que estemos abiertos al misterio de la encarnación. Necesitamos aceptarnos mutuamente en nuestros quebrantos como Jesús lo hizo cuando se encarnó. Pablo expresa la maravilla de este evento en su grandioso himno a los Filipenses:

Él compartía la naturaleza divina,
Igual a Dios por propio derecho
Sin embargo se redujo a nada.
Tomando la condición de siervo
Y se hizo semejante a los hombres.
Y encontrándose en la condición humana,
Se rebajó a sí mismo
Haciéndose obediente hasta la muerte
Y muerte de cruz. (Filipenses 2: 6-8)
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