Decimo Octavo Domingo del Tiempo Ordinario

MATEO 14: 13-21


Estimados amigos,

El pasaje de hoy de Mateo es sobre los panes y los pescados. Esta historia aparece en seis ocasiones diferentes en los Evangelios. De igual manera, es la única historia sobre milagros que aparece en los cuatro Evangelios. No cabe duda, tiene un poderoso mensaje para nosotros.

La historia mira hacia adelante y atrás en el plan divino. Claramente, tiene ecos del maná en el desierto (Éxodo 16) y un pasaje similar de Elías que alimentó a una multitud con unos pocos panes (2 Reyes 4: 42-44) más importante aún, el lenguaje que Jesús usa es similar al de la institución de la Eucaristía en la Última Cena. (Mateo 26: 26). Finalmente presagia el banquete mesiánico en el final de los tiempos.
Mateo agrega más poder a la historia de los panes y los pescados al situarla después del banquete de Herodes donde él había decapitado a Juan el Bautista. Las diferencias en los dos banquetes son sorprendentes. Aquí hay solo algunos de los contrastes revelados en las dos comidas:

Banquete de Herodes

Banquete de Jesús

Exclusión

Inclusión

Celos

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Violencia

Paz

Degradación de las mujeres

Celebración de la dignidad de todos

Poder, riqueza y privilegio

Presencia de los pobres

Desperdicio y estravagancia

Todos satisfechos, sobre abundo


Este es un ejemplo de los mucho que contiene el mensaje del Papa Francisco que está en el centro de su llamada para “una iglesia pobre para los pobres”

Nuestro mundo hoy, y a lo largo de la historia está organizado con los valores de la cena de Herodes. El Evangelio nos llama a entrar en el mundo de Cristo al compartir, paz, servicio e inclusión de todos.

Jesús nos enseña que en el mundo del Evangelio, el mundo se abre a la aceptación del Padre amoroso que Él proclama, las cosas son diferentes. Cuando entregas algo, siempre hay más. Solamente cuando nos aferramos y acaparamos y buscamos para encontrar nuestra seguridad en nuestras posesiones experimentamos la pérdida y la inseguridad y el temor. En el mundo de Jesús empezamos a ver al pobre y al hambriento no como un inconveniente y como una carga sino como una oportunidad para compartir y dar y amar. De esta forma multiplicamos nuestros propios panes y pocos pescados como pueden ser.
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