Decimo Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario

MATEO 13: 44-52

Estimados amigos,

Hoy es el tercer domingo de parábolas en el capítulo trece de San Mateo. Muchos eruditos de la Biblia dicen que la parábola de hoy sobre el tesoro es la más importante de todas.

Empieza con la declaración “El Reino de los cielos es como…” (Mateo 13: 44) en los tres Evangelios sinópticos ésta frase “el reino de los cielos” o “el reino de Dios” en Marcos y Lucas, se encuentra en el centro de la enseñanza y ministerio de Jesús. En su expresión más básica, es el plan de Dios en Jesús de vencer el mal con amor. Es un proceso de liberación de todas las consecuencias del pecado. Así los milagros son siempre manifestaciones de la presencia de Dios trayendo integridad y libertad. La última expresión del afluente del poder diario está en la conquista de la muerte en la Resurrección.

El Reino es un regalo de Dios. Nosotros no lo ganamos porque Él nos lo da, pero necesitamos estar atentos a su llamado. El Reino es una situación que nos permite entrar y participar en la mismísima vida de Dios. El Reino es caminar con Jesús, donde los valores del mensaje del Evangelio llenan nuestro corazón y nuestra vida.  En el capítulo trece de Mateo la frase “el reino de los cielos” aparece nueve veces. Así que la pregunta para nosotros ahora es esta: ¿Cómo la sencilla historia del encuentro del tesoro nos conecta a esta gran acción salvadora y liberadora de Dios revelado en Jesús? La parábola del tesoro, más claramente que la mayoría de parábolas, nos dice cómo experimentamos a Dios y lo que necesitamos hacer cuando este gran regalo nos envuelve.

Hay tres sencillos pasos en la parábola: un encuentro, una venta y una compra.

El encuentro es algo muy común con alguien o con algo. El encuentro toca el hambre más profunda en el corazón humano. Puede ser algo tan profundo como enamorarse, tener un hijo o perder a un ser querido. O puede ser algo tan mundano como decidir si estudiar en  la universidad o volverse más activo en la parroquia o en la comunidad. Las expresiones sin final de este encuentro llenan nuestro viaje humano. Todos ellos, sencillo o profundos, son la acción de la gracia de Dios. Dios nunca termina con su llamado y en su venida.

Para llevarnos el regalo necesitamos vender, necesitamos vaciarnos. Necesitamos hacer espacio. Necesitamos morir a nuestra comodidad y control. Necesitamos aceptar el hecho de que nuestro pequeño mundo necesita un cambio real. Al final, vender no cuesta menos que todo lo demás.

Cuando aceptamos el desafío nos volvemos libres y empoderados para entrar en el nuevo mundo, una nueva realidad donde Dios toma un lugar más prominente de honor. Esta es la compra. 

El proceso nunca termina. Es todo guiando a una transformación personal y social. Esto es lo que se llama el reino de los cielos en el Evangelio de San Mateo.

La parábola del tesoro con su sencillez nos muestra cómo experimentamos a Dios en curso normal de nuestra vida diaria. Es un llamado interminable que viene de un Dios de gracia para saciar el hambre sin fin de nuestros inquietos corazones. La última expresión del tesoro es Jesús.

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