El Camino a Jerusalén y El Castillo Interior

Los Evangelios son una clase única de literatura. Son un conjunto de información específica y limitada sobre Jesús. La meta principal de los Evangelios es impulsarnos hacia la fe en Jesús y en su misión. Nosotros no los leemos para saber de historia sino para discernir las implicaciones de la historia en nuestras vidas, para nuestro viaje de fe. Los Evangelios son sobre el ahora y no sobre el pasado. Nuestra tarea es familiarizarnos con ellos. Necesitamos entrar en las historias, eventos y personalidades desde nuestra propia experiencia. Este es nuestro camino para encontrar a Jesús.

En el evangelio de Marcos hay una sección particularmente relevante sobre el discipulado. Con frecuencia es llamada “El Camino a Jerusalén.” Esta sección empieza y termina con la sanación de un hombre ciego. El mensaje es que como discípulos, los lectores de nuestros días, están ciegos a la profundidad que hay en la llamada de Jesús. La sanación de los hombres ciegos simboliza el proceso gradual y exigente al que debemos someternos para agarrar verdaderamente las peticiones de Jesús. El Camino a Jerusalén no es nada menos que una invitación a morir con Jesús de manera que podemos volver a la vida con Él.

El pasaje inicia en Marcos 8:22 y concluye en 10:52. La sanación del primer hombre ciego fue inusual en eso que fue solamente un milagro que tuvo lugar en dos etapas. Primero, él vio hombres que parecían como árboles. Luego Jesús pone fango en sus ojos y él puede ver claramente. El punto es que entramos a este mensaje en etapas. “Ve y vende todo lo que tienes” eso no es una venta de una sola vez. Sucede por un largo periodo de tiempo.

En la conclusión del pasaje de esta sección sobre el discipulado el encuentro de Bartimeo con Jesús es un modelo de verdadero discipulado. Revela cómo los seguidores de Jesús necesitan un compromiso total para caminar el Camino a Jerusalén si ellos quieren morir y resucitar con Jesús.

No hay sutileza en el significado de Marcos. Marcos es brutal en su claridad. Los discípulos simplemente no entendían. Es lo mismo para nosotros que queremos ser discípulos. Necesitamos aceptar a Jesús en sus términos y no como nosotros queremos que sea.

Jesús empieza el proceso con la pregunta. "¿Quién dicen ustedes que soy yo?" (Marcos 8:29). Con su fuerza usual y liderazgo Pedro contestó, “Tú eres el Mesías” (Marcos 8:29) Jesús inmediatamente les advirtió que no le dijeran a nadie.

Los discípulos quedaron desconcertados por esto. Esto fue seguido por la primera predicción de su Pasión y Muerte. Esto fue una convulsión radical que llevó a una nueva etapa de confusión, temor y angustia para los discípulos.

Esta es la primera de tres predicciones de la eventual muerte y resurección. Cada predicción es seguida por un evento que expone la ceguera de los discípulos. En esta primera predicción Pedro lleva a Jesús a un lado para reprenderlo por esta plática innecesaria de sufrimiento y muerte. Jesús le responde diciendo, “alejate de mi satanás. Tú no estás pensando como lo hace Dios, sino como lo hacen los seres humanos.” (Marcos 8:33). La segunda predicción en Marcos 9:30-32 fue seguida por un argumento entre los discípulos sobre quien era el mejor. La tercera predicción de los eventos del Calvario (Marcos 10:32-34) fue seguida por Juan y Santiago pidiendo sentarse a la izquierda y derecha cuando Jesús entrara en su Gloria.

Después de estos tres incidentes Jesús les enseña lo que significa morir con él.

Después de que Pedro no pudo entender, Jesús les da instrucciones muy poderosas de lo que significa ser un verdadero discípulo. “Él convocó a la multitud con sus discípulos y les dijo, “cualquiera que desee seguirme debe negarse a sí mismo, tomar su cruz, y seguirme”. Ya que el que desee salvar su vida la perderá, pero cualquiera que la pierda por mi causa y la del Evangelio la salvará.” (Marcos 8:34-35)

La línea final de este pasaje es que si queremos caminar con Jesús debemos estar totalmente dispuestos a lo que sea que Dios nos pida. Cuando los discípulos no supieron comprender la segunda predicción en su búsqueda por superioridad personal y privilegio, Jesús toma a un niño y dice aquel que recibe a un niño como éste a mí me recibe. Esta segunda invitación para morir con  Cristo nos invita a aceptar aun a las personas aparentemente insignificante en nuestra comunidad. Todos son iguales y necesitan ser incluidos y tratados con dignidad. Después de la tercera predicción vemos la incomprensión de Santiago y Juan. Jesús dice “ustedes saben que esos que son reconocidos como gobernantes entre los Gentiles, actúan como dictadores… pero no será así entre ustedes. Por el contrario, el que quiera ser el más importante entre ustedes deberá hacerse el servidor de los demás.” (Marcos 10:42-44) La tercera forma de morir con Jesús nos llama a ver el propósito de nuestras vidas al servicio de los demás.

En la primera mitad del Evangelio de Marcos, los discípulos estuvieron extasiados con la experiencia de Jesús. Más y más ellos creían que Él era el Mesías. Esto cada vez más los llevó a interpretar a Jesús a través del lente de sus propios intereses. Cuando Jesús les hizo la pregunta sobre su identidad, Pedro no tuvo problema en contestar impulsivamente ¡“Tú eres el Mesías”!

Es en esta unión crítica que Marcos captura la enseñanza fundamental del discipulado de Jesús. Tenemos que aceptar a Jesús no como nosotros queremos que sea, sino como Él es. Esta es una preocupación para cada día de nuestro viaje Cristiano.

Al igual que los discípulos estamos verdaderamente inclinados hacia un modelo de Jesús conveniente y cómodo, un salvador que está ahí para nuestras necesidades, para protegernos y para garantizar seguridad en nuestras peticiones para vivir nuestra propia vida con pocas demandas. El rol de Jesús está en la periferia especialmente en los buenos momentos.

Esta era la mentalidad de los discípulos cuando Jesús les presentó con la aplastante realidad del mundo del Sufrimiento del Mesías. Por mil años la nación de David esperó por el regreso de su poder y prosperidad. Todos estos sueños de poder, riqueza y prestigio fueron arrollados en el anhelo por el Mesías que estuvo siempre en el horizonte.

Los discípulos fueron los primeros en ser invitados en el totalmente improbable concepto de que el Mesías tendría que sufrir y morir. Sus sueños de riqueza y poder lentamente dieron paso a la confusión caótica y horror conforme Jesús continuaba insistiendo en que ellos fueran con Él en El Camino a Jerusalén.

Una revelación muy interesante de su discipulado roto viene cuando los comparamos con el joven rico. Ellos estaban viviendo con sus sueños aplastados, una aprehensión que crecía y corazones confusos. Al final, sin embargo, ellos fueron fieles a diferencia del joven rico que se alejo lleno de tristeza porque tenía muchas posesiones.

Por nuestra parte, tenemos el mismo desafío. Somos parte de una iglesia que institucionaliza la mediocridad.  Con frecuencia busca reducir la vida cristiana a preceptos morales y prácticas culturales. Tenemos que trabajar duro para encontrar al Jesús de los Evangelios y aun más difícil abrazar el discipulado al que Él nos está llamando. Seguir a Jesús no es una tarea agregada a otras como un segundo trabajo o un compromiso para trabajarlo regularmente. Es todo.

Marcos captura nuestro dilema bellamente en dos historias en su Evangelio. Estas dos historias nos muestran una salida de nuestra quebrantada respuesta a Jesús.

La primera es la historia de Bartimeo. En el proceso de la llamada de Jesús a Bartimeo la palabra “llamar” es usada tres veces dentro de veinte palabras. Significa la invitación al discipulado. Marcos dice, “él tiró a un lado su manto y saltó y vino hacia Jesús.” (Marcos 10:50) Jesús pregunta: ¿Qué quieres? Él replica: Quiero ver. Esta es la verdadera oración del discípulo. Después de la sanación, Jesús le dice que se vaya porque su fe lo ha salvado. Bartimeo no se fue. “Inmediatamente recibió su vista y lo siguió por el camino. (Marcos 10:52) al seguir a Jesús él estaba siendo fiel en la aceptación de la llamada de Jesús en completa entrega en El Camino a Jerusalén.

En esta historia de Bartimeo vemos a un verdadero discípulo en concreto. El hecho de haber lanzado su manto es la clave. Para el mendigo, el manto era el instrumento  de su sustento y más que todo su única posesión. Él lo habría colocado enfrente suyo para aceptar las limosnas de los viajeros a Jerusalén. Por la noche era la única protección del frío congelante del desierto.

El segundo obsequio de Marcos es un pequeño pasaje después de la resurrección. Las dos Marías van a la tumba y encuentran al mensajero celestial. Él les dice que se vayan y que le digan a los discípulos y a Pedro, “Él va delante de ustedes a Galilea; ahí lo verán como Él les dijo.” (Marcos 16:7)

Jesús le está dando una segunda oportunidad a los discípulos. Ellos van de regreso a donde todo empezó. Él irá nuevamente sobre la historia de manera que ellos puedan recibir el mensaje en la nueva realidad de un Mesías que sufrió y murió solamente para resucitar otra vez a la plenitud de la vida. El quebrantamiento es claro. Son ellos los que necesitan cambiar no Jesús. Ahora pueden ir sobre la historia libres de su agenda con una nueva franqueza hacia Jesús.

Nosotros, también, tenemos una segunda oportunidad, en verdad, muchas oportunidades de agarrar el significado del Cristo crucificado y resucitado. Tenemos nuestra propia invitación para ir a Galilea para encontrar a Cristo con un compromiso que busca vivir los verdaderos valores del Evangelio, cuando permanecemos abiertos a la maravilla de la liturgia de la iglesia y más que todo con la práctica regular de la oración personal profunda enraizada en las escrituras.

El Castillo Interior

 Teresa de Ávila no tuvo el beneficio de la exégesis moderna que ha trazado la visión del Camino a Jerusalén con tal claridad y profundidad. Ella sin embargo, tenía una experiencia continua de Dios a los niveles más profundos de su ser. Con esta intimidad divina ella estaba lista para describir en su Castillo Interior siete niveles que cubren la experiencia universal de Dios.

Es increíble como sus visiones en El Castillo Interior  son similares a como se comprende la exégesis moderna de la historia de Marcos del Camino a Jerusalén.

En las primeras dos moradas del Castillo Interior  la apertura inicial a la llamada de Dios es recibida y aceptada. Esto es lo mismo que los discípulos aceptando la llamada de Jesús. Es en la tercera morada que vemos las similitudes con la experiencia inicial de los discípulos en el Camino a Jerusalén.

Teresa describe la tercera morada como un buen lugar para estar. Hay un nuevo sentido de orden y dirección. Ha habido un cambio real con las visiones y valores transformados. Esta fue claramente la experiencia de los discípulos en su compañerismo con Jesús.

Sin embargo, la tercera morada tiene un lado sombrío. La  ineludible y engañosa acción del ego va de manera profunda. Con frecuencia aparece con el disfraz aparente de una buena acción. Con mucha más frecuencia la propia agenda de uno es una motivación escondida.  La auto-rectitud nunca está lejos de la superficie.  Es dirigida por una codicia de controlar la situación. Esto limita la respuesta a la llamada de Dios a una total entrega.

Fijarse en algo menos se vuelve la norma en la tercera morada. La llamada de Dios es gentil pero persistente. Queremos profundizar las raíces, para crear un mundo donde nosotros fijamos la dirección. Desear estar a cargo domina. El instinto para evitar luchas más adelante dicta el programa.

Este era claramente el conflicto que experimentaron los discípulos con Jesús como el Mesías que Sufre. Ellos amaban a Jesús pero de acuerdo a sus intereses. Esta es la mayor característica de la tercera morada de Teresa.

Para Teresa la salida de este callejón es una búsqueda constante, abierta y honesta para entender la Palabra de Dios y el compromiso para vivir la voluntad de Dios en nuestra vida diaria. Esta es la lucha en la tercera morada. Demanda que dejemos el control. Esto, a la vuelta, sucede solamente cuando crecemos en autoconocimiento. Todo esto sucede por un largo periodo. Esta incrustado en un compromiso personal a la oración personal profunda.

Teresa presenta un programa que energiza esta lucha. Ella dice que necesitamos humildad, el desapego y el amor por nuestros hermanos y hermanas como la fundación no negociable de la oración. Estas virtudes fluyen de los valores del mensaje del Evangelio de Jesús.

Siguiendo el encuentro  post resurrección de Jesús con los discípulos en Galilea, después encontramos a los discípulos en los Hechos de los Apóstoles. Ellos son personas transformadas. Se han ido los sueños del enriquecimiento personal: “Pedro dijo, no tengo ni oro ni plata pero lo que tengo te lo doy: En el nombre del Jesucristo el Nazareno resucitado.” (Hechos 3:5) ya no más estan ansiosos por ser el número uno: “todos los que habían creído vivían unidos; compartían lo que tenían, vendían sus bienes y repartían el dinero según las necesidades de cada uno.” (Hechos 2:44) El temor y la ansiedad le dieron paso a una nueva confianza aun en el hecho de poder ir a prisión: en respuesta a un inminente encarcelamiento Pedro dijo, “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.” (Hechos 5:29)

Teresa habla sobre esta clase de transformación cuando describe la cuarta morada. Este cambio personal profundo fluye de una experiencia totalmente nueva. Es el comienzo del viaje místico donde Dios es el guía. La persona entra en un estado de contemplación.

El Castillo Interior con sus siete moradas es simplemente una forma de explicar cómo experimentamos a Dios en las diferentes etapas del viaje hacia el centro donde descubrimos nuestro verdadero yo. El autoconocimiento, la entrega, la humildad y el amor crecen en cada una de las muchas etapas. En la cuarta morada Dios toma un papel más activo en esta experiencia transformadora. Este papel activo por parte de Dios se llama experiencia mística.

Debemos prepararnos para la cuarta morada con un largo periodo de fidelidad a la oración y a la vida comprometida. Al final, sin embargo, es un total regalo de Dios.

La cuarta morada procede de dirigir el ego y de acciones controladas desde la tercera morada hacia la unión con Dios. Dejar ir genera un cambio. Una conciencia que crece y nos libra de ser pequeños y susceptibles. Por el contrario, hay una paz que nos abre a la entrega y a la aceptación a un nivel sin precedentes. Experimentamos una nueva libertad en el Señor.

En la cuarta morada las imágenes invertidas del Evangelio donde lo primero es lo último y la necesidad de perder la vida para salvarla es sacudida con fuerza. El cambio básico para situar a Dios en el centro lleva a nuevas percepciones que no fueron posibles antes. Un enfoque menos autocentrado ilumina  de todas maneras los caminos que aplastan la oscuridad anterior. La nueva conciencia abre la grandeza de Dios y revela las consecuencias de nuestra dependencia de Dios. La misericordia de Dios se vuelve el centro y el frente.

La actividad de Dios hace la diferencia en la cuarta morada. Las delicias espirituales fluyen de la acción de Dios. Este movimiento de Dios es la contemplación. El individuo recibe sanación que transforma. Ya no más tratamos de conquistar a Dios sino que somos libres y estamos dispuestos a ser conquistados por el amor. Dejar ir y dejar que Dios actúe nunca fue tan real.

La enseñanza fundamental de Teresa sobre el autoconocimiento y la humildad ahora tienen lugar con transparencia sin precedentes y con profundidad. La experiencia lleva a un crecimiento de aceptación de la grandeza y misericordia de Dios. La cuarta morada es esencialmente un puente que conecta a lo que Teresa llamó lo natural y lo sobrenatural. Hoy entendemos estos eventos en el contexto de la gracia. Nuestra bondad abrirá la posibilidad pero al final, es la acción de Dios. Este puente lleva a la quinta y sexta moradas que intensifican la jornada hacia el centro: la unión con Dios y la transformación total de la persona en la séptima morada.  Hoy entendemos esta jornada hasta la morada final que es el completo desarrollo humano del individuo.

Conclusión  
 En 1970, Teresa fue declarada como la primera mujer Doctor de la Iglesia. Un Doctor de la Iglesia manifiesta el Evangelio en sus enseñanzas por siglos. Esta conexión entre el Camino a Jerusalén y el Castillo Interior es un ejemplo claro de la fidelidad de los Evangelios en los escritos de Teresa.

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