El Cuerpo y la Sangre de Cristo

Corpus christi

Juan 6: 51-58


Estimados amigos.

El pasado mes de mayo celebramos la Primera Comunión de cien niños y treinta jóvenes en nuestra parroquia. Llenamos la iglesia en tres misas diferentes. Fue una experiencia muy bonita.

Lo que fue especialmente emocionante del evento fue el tiempo de preparación con los padres. Nuestra parroquia tiene como requisito que los padres de los que realizarán la Primera Comunión participen de doce asambleas de fe. Estas son sesiones de dos horas que incluyen una presentación básica de la historia de salvación desde Abraham hasta Jesús. Estas son mucho más que simples clases de Biblia porque hay un énfasis sobre ver la Palabra de Dios entrecruzando sus historias personales. Se comparte mucho de las experiencias y hay tiempo para reflexionar y orar.

El resultado final es que los padres adquieren familiaridad con la Biblia, un sentido de su poder personal en su vida y más que todo, una comprensión del llamado fundamental de Jesús a la conversión al amor de Dios.

En este viaje los padres fueron capaces de ver la Eucaristía como una gran expresión del amor de Dios en Cristo Crucificado y Resucitado. La meta era no solamente ayudar a los padres a preparar a sus niños a entender lo que sucede en ese día de su Primera Comunión. Era convencer a los padres que su participación en la liturgia es la escuela de adultos de la educación religiosa donde el viaje de sus vidas está conectado al acto de salvación de Jesús aquí y ahora.

A menos que los padres entiendan la importancia de la experiencia básica de participación regular en la liturgia, las celebraciones de la Primera Comunión tienen la posibilidad real de volverse distorsionadas e inconsecuentes.

La atención regular a la misa nos trae al encuentro con el gran acto de amor que es la historia fundamental de la Biblia. Ese amor literalmente toma la forma de Carne y Sangre para nutrirnos y guiarnos en el traumático viaje que es nuestra vida. Es por eso que la iglesia nos enseña que la liturgia es la fuente y la cumbre de nuestra fe.

En esta Fiesta de Corpus Christi me gustaría ir más allá del mantra de “La fuente y la cumbre.” Quiero invitarlos a ponderar y orar sobre una expresión más llena de la enseñanza del Concilio Vaticano II sobre la experiencia de nuestra participación en la Eucaristía.

“La celebración de la Eucaristía, como una acción de Cristo y del pueblo de Dios...es el centro de toda la vida cristiana, para la iglesia universal, la iglesia local y para todos y cada uno de los fieles…la liturgia es la cumbre hacia la cual está dirigida la iglesia; es también la fuente de la cual fluye todo el poder… todos aquellos que se vuelven hijos de Dios por fe y por el bautismo deberían reunirse para alabar a Dios en medio de la iglesia, para formar tomar parte en el sacrificio y para comer la cena del Señor.” (Constitución de la sagrada Liturgia. 1963. # 2, 10,41)
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