Décimo Octavo Domingo del Tiempo Ordinario

Lucas 12: 13-21 


Estimados amigos,

En el Evangelio de hoy, Jesús responde a las peticiones para intervenir en la disputa familiar al contarles una historia. El mensaje es claro y directo. No sean tontos.

Las escrituras hebreas tienen una comprensión clara de lo que constituye un tonto. Esta es una persona que ha negado u olvidado a Dios. En esta historia, la negación de Dios es manifestada en el granjero codicioso con la tierra muy productiva. Él era rico porque tenía muchas cosechas. Él era un tonto porque pensó que estaba seguro: “Tú tienes muchas cosas buenas almacenadas para descansar, comer, beber y ser feliz por muchos años” (Lucas 12: 19). Él falló al no darse cuenta que todo lo que acarrea es inútil en los cementerios.

El dueño es claramente una persona que se auto absorbe. La idea de compartir nunca entró en sus planes. Él le apostaba todo a sus cosechas. Las posesiones materiales era su puerta hacia la felicidad. Él se volvió un tonto simplemente por no ser realista. La vida es una ventura que va de paso. A pesar de todas las garantías en el mundo de la publicidad, no hay una felicidad duradera en tanto que los dueños de las funerarias sigan teniendo un negocio lucrativo. La elección es entre las cosas materiales y Dios. Los tontos eligen las cosas materiales.

Jesús está señalando que no hay nada más destructivo en la vida que preocuparse por adquirir y amontonar riquezas. La ironía es que la riqueza con frecuencia lleva a sentir más inseguridad.

Al elegir a Dios, no desprendemos de la vida. Seguimos usando las cosas y posesiones. De hecho, seríamos irresponsables si no lo hiciéramos. El mensaje de Jesús hoy para nosotros es aclarar nuestras prioridades. Necesitamos evitar la ceguera y las heridas del poder de la codicia. La necesidad constante por tener más no es la puerta a la seguridad. Es suficiente con el principio de gobierno que tiene que ver con nuestras posesiones si vamos a permitir que nuestras riquezas y pertenencias nos guíen hacia Dios.

Ya sea Chase o el Banco de América o cualquier otro banco que tenga que ser un medio que lleve hacia el fin. Jesús muestra claramente que no podemos almacenar nuestros tesoros en los bancos o en graneros de este mundo sino en los del cielo. La codicia y la avaricia siempre restringen y refrenan el corazón. Necesitamos liberar el corazón y así mismo nuestras riquezas, no importa que tan pequeña o grande sea, es una piedra de tropiezo en el reino. Todas las cosas nos liberan o nos aprietan cuando decidimos caminar con Jesús.

Todas las enseñanzas de Jesús son una guía para liberarnos el corazón de todo lo que no es Dios. Dejado a su libre albedrío, el corazón es una máquina hacedora de ídolos. Jesús nos dice que confiemos en la providencia de Dios por nuestra seguridad. Esta presencia amorosa será el único pasaje seguro al final, el pasaje inevitable a través de la muerte que es la parte no negociable de la vida. Deberíamos llenar nuestros graneros con el único y verdadero grano durable de esta vida: confianza, servicio, compasión, humildad y amor. “Entonces le dijo a la multitud, guárdense de toda codicia, porque aunque uno lo tenga todo, no son las posesiones las que dan vida.” (Lucas 12:15)
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