La Fiesta de la Ascensión

Lucas 24: 46-53 


Estimados amigos,

Es difícil contar las veces al año y la cantidad de individuos, particularmente jóvenes, que me vienen con la noticia de que está cerca el fin del mundo. Ellos estaban muy seguros porque lo escucharon en las noticias, por televisión o por el internet. Ellos venían a mí con rodeos para tratar de averiguar que podían hacer en caso de que fuera cierto.

De hecho, es verdad. La Biblia nos lo dice así. Es parte de las Revelaciones. El mundo está llegando a su final. El problema es que nosotros no sabemos cuándo será. Lo más probable es que no encontraremos ese todo-importante “cuando” desde un buscador de noticias.

La primera lectura de hoy (Hechos 1: 11-11) nos dice cómo manejar esta verdad tan decisiva sobre nuestras vidas. El mensaje de Jesús es consolador y desafiante. Jesús les dice a los discípulos en la montaña de su Ascensión que eso no es nuestra incumbencia. Sólo el tiempo de Dios será el que determine cuando va a terminar el mundo como lo conocemos.

Mientras tanto, Jesús nos ha dado una tarea. Que seamos testigos de las buenas nuevas que Jesús ha revelado en su vida, su mensaje y el pasaje final de la muerte a la vida. En Jesús, hemos venido a conocer a Dios como un salvador amoroso y misericordioso. Nuestra meta como seres humanos es entrar en este misterio de amor. Estas son las Buenas Nuevas. Hemos sido obsequiados con tiempo y vida para abrazar este regalo y compartirlo. Tenemos el Espíritu para dirigirnos en esta llamada y aceptar el desafío de Jesús.

En la primera lectura de Los Hechos de los Apóstoles, Jesús responde la pregunta sobre el fin del mundo con estas palabras: “No les corresponde a ustedes conocer los tiempos y las etapas que solamente el Padre tenía autoridad para decidir, pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo cuando venga sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los extremos de la tierra.” (Hechos 1: 7-8) El ángel les preguntó “Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí parados mirando al cielo?” (Hechos 1: 11) En otras palabras, sigamos con la tarea de vivir y proclamar el Evangelio. Nosotros compartimos esa tarea.

En el Evangelio de hoy leemos: “Todo esto estaba escrito: los padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los muertos al tercer día. Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones, invitándolas a que se conviertan.” (Lucas 24: 46-48).

El significado de esta bella fiesta de la Ascensión está además capturada en las palabras del prefacio de la misa:

Cristo, el mediador entre Dios y los hombres 

Juez del mundo y Señor de todo 

Ha pasado más allá de nuestra vista 

No para abandonarnos sino para ser nuestra esperanza. 

Cristo es el inicio, la cabeza de nuestra iglesia; 

A donde Él se ha ido, esperamos seguirle. 

La respuesta cristiana para el fin del mundo no es temor y ansiedad. Es la esperanza enraizada en la realidad de que Jesús está con nosotros todo el tiempo. No es desesperanza y confusión. Es un sencillo compromiso para vivir con fe y confianza en un Dios que tiene un mejor plan. Nosotros oramos en la oración inicial de la Misa de la Ascensión, “Que lo sigamos a Él en la nueva creación, ya que su Ascensión es nuestra gloria y nuestra esperanza.”

Muchas veces, hemos escuchado las historias de santos respondiendo a la pregunta, ¿qué harías si solo tuvieras un día de vida? Todo mundo tiene la misma respuesta. Seguir viviendo la vida al máximo buscando hacer la voluntad de Dios. El mensaje de la Ascensión nos pide hacer lo mismo.
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