Tiempo de decepción



(TERCERA MORADA DEL CASTILLO INTERIOR)
Santa Teresa de Ávila escribió su clásico, El Castillo Interior, para explicar como experimentamos a Dios en la vida y más específicamente, en el viaje espiritual. La primera Doctor de la iglesia explica siete pasos en esta peregrinación a Dios. La meta final es ser uno con Dios en una entrega total.

En las primeras dos moradas, ella señala cómo tenemos un encuentro inicial con lo trascendente que nos abre a la realidad divina. Hay una conversión moral que nos lleva a la tercera morada. Este es el lugar para muchos que son serios sobre la llamada cristiana.

La tercera morada es fuente de gran sabiduría en el ministerio pastoral y en la vida. La mayoría de individuos de buena voluntad tienen dificultad en esta etapa de desarrollo espiritual. Teresa es muy insistente sobre la importancia de este rito de pasaje. La tentación es establecerse y disfrutar la paz. Las primeras dos moradas ultimadamente producen gran progreso pero a costa de mucha lucha y cambio.

En la tercera morada, experimentamos un alivio de la lucha del consumismo moral de la segunda morada. Es un lugar muy bueno. La decepción es profundizar las raíces. Aunque, el conflicto entre el bien y el mal nunca está lejos de la superficie.

La agenda de Dios es potenciar el conflicto con nuestro deseo por establecernos. Dios desea que el viaje sea con toda la debida prisa. Teresa es clara en que el destino final es la séptima morada y la unión con Dios. La tensión está entre Dios invitándonos a seguir adelante y nuestro sentido de comodidad que nos dirige a echar raices. El drama de la tercera morada tiene lugar en la lucha para resolver este conflicto.

AUTOCONOCIMIENTO: EL SALVAVIDAS 

El autoconocimiento junto con la humildad son la base de todo crecimiento en la estructura espiritual de Teresa. En la tercera morada nuestro egoísmo se vuelve sigiloso, con frecuencia toma la máscara de la virtud. Se esconde detrás de las buenas obras y de una gran multitud de buenas intenciones. El trabajo de la tercera morada es identificar esta autodecepción con la ayuda de una nueva profundidad del autoconocimiento y de la humildad.

Teresa declara dos problemas críticos para el progreso en la tercera morada. Necesitamos perseverar en nuestra determinación para movernos hacia adelante. Necesitamos contrastar el egoísmo de nuestra pecaminosidad con el amor de Dios revelado en el Cristo crucificado. La oración es la mayor fuente para esclarecer estas preocupaciones en nuestra búsqueda.

“Aquellos que viven en la tercera morada tienen que reconocer que necesitan no sólo ofrecerse ellos mismos generosamente al Señor sino recuperarse también de sus fallas. Tienen que comprometerse en una tarea más difícil: aceptar que Dios tiene planes que van más allá que los proyectos presentes de uno, aunque podría ser generoso, y permitir que Él tome la iniciativa, especialmente cuando es una sorpresa y trastorna las estrategias que uno tiene.” (El Castillo Interior. III. 1.4)

Este crecimiento espiritual viene de la unión de la humildad, desapego y caridad de Teresa que apoyan la fidelidad a la oración regular. Este compromiso para cambiar y crecer necesita estar por un largo periodo. Teresa estuvo en esta lucha de la tercera morada por casi dos décadas. Usualmente hay un patrón repetitivo de progreso y retroceso. Sin embargo, la mayoría de nosotros falla al hacer el sacrificio para avanzar. El precio de no moverse hacia adelante a la cuarta morada es la mediocridad enrollada en la autorectitud.

Teresa dice, “Créanme, todo el asunto no está en si usamos el hábito religioso o no sino que estriba en practicar las virtudes, en entregar nuestra voluntad a Dios en todo, en llevar nuestra vida de acuerdo con lo que Su Majestad ordena y en desear lo que es su voluntad, no la nuestra, que asi se haga. Ya que puede ser que no hayamos alcanzado esta etapa – la humildad, como he dicho. La humildad es la pomada para nuestras heridas.” (El Castillo Interior III 2.6)

ESTABLECIÉNDOSE POR MENOS

Habiendo llegado a la tercera morada hemos decidido vivir una vida moral seria y responsable. Nuestra oración crece en importancia conforme se vuelve más profunda y más personal. Con mucha frecuencia, estamos comprometidos a una comunidad de apoyo. Para muchos, la participación en la liturgia y en la vida de la iglesia es una parte primordial de su forma de vida.

Sin embargo, la autodecepción juega un papel mayor en la tercera morada. Aprendemos lentamente que el egoísmo no ha sido conquistado por nuestro gran progreso al dejar la segunda morada.

Tenemos la tendencia de crear una imagen de Dios bajo nuestro manejo. Empezamos a actuar como si tenemos un mejor plan que Dios. La tentación de aguar al Jesús de los Evangelios a un modelo más cómodo es resistido con frecuencia.

Establecerse por menos es el fuerte tirón en la tercera morada. La llamada de Dios por más es gentil pero incesante. Nosotros queremos echar raíces, para crear un mundo donde nosotros fijamos la dirección. Deseos por el control del dominio. El instinto para evitar más luchas dicta el programa.

La gran tentación de esta crisis es aquella del compromiso. Desplegamos un exterior sincero pero en el interior, hay una disminución en el crecimiento del dinamismo del discipuilado y del amor. Tenemos la tendencia de introducir en nuestras vidas derivados y sustitutos del Evangelio. Hay una gran atracción para conformar estandares mundanos. Un deseo por una carrera y transformar el radicalismo cristiano en un enfoque más cauteloso y lento a la superficie. Buscamos posiciones, prestigio exterior, sin consideración a si éste corresponde a las demandas que Jesús hace sobre nuestras vidas.

La autorectitud se vuelve un hecho de vida en la tercera morada. Es dificil lidiar con personas tan envueltas en presunción. Nos convencemos de que somos las víctimas pero en realidad nuestros patrones de egoismo dañan a otros. Teresa tiene una recomendación para lidiar con gente atrapada en esta atadura: la compasión. Con mucha frecuencia no estamos listos para recibir la corrección, de manera que necesitamos recibir paciencia y aceptación amable.

La actitud de “aquí se hace lo que yo digo” es una tentación muy común en la tercera morada. Nosotros lo hacemos en un estilo religiosamente sofisticado, pero la realidad es la misma. La tendencia de rigidez hacia las nuevas ideas y con frecuencia a las nuevas personas prevalece.

El Joven Rico 

La historia del joven rico es de mucha ayuda. “Desde el tiempo en que empecé a hablar de estas moradas he tenido a este joven en mente. Ya que literalmente somos como él…” (Castillo Interior. 3.1.6)

Teresa dice que los residentes comparten algo de la carga del joven que se alejó de la invitación de Jesús. “Cuando el joven oyó esta declaración, él se alejó muy triste ya que él tenía muchas posesiones.” (Mateo 18: 16-23)

Todos decimos que queremos esto para seguir a Jesús. Pero ya que hay necesidad de mucho más sacrificio por las posesiones las palabras del Señor en verdad son insuficientes. La acción es la respuesta. El retroceder y avanzar de la tercera morada es el amor de Dios y el amor del mundo tirando del corazón. Ultimadamente, necesitamos descubrir por medio de la experiencia nuestra profunda necesidad de la misericordia amorosa de Dios.

Cuando reflexionamos sobre el contraste entre el joven que se alejó de Jesús y los discípulos tenemos una buena visión en las elecciones de la tercera morada. Los doce caminaron el camino de Jerusalén en temor y confusión. Sus sueños de poder, privilegio y prestigio se esfumaron en un momento. Su indispuesta fidelidad a Cristo lentamente destruyó no solamente sus sueños sino tambien su control. Sin embargo, al final, ellos no se alejaron. Eventualmente permanecieron fieles. Estas opciones de vida y muerte son las cosas de la tercera morada. Cuando decidemos resistir a la llamada para movernos hacia las demandas de la cuarta morada pagamos el precio: autorectitud, que es la plaga de la mayoría de las instituciones religiosas. Esto sucede cuando no hay suficiente amor y capitulamos la prudencia humana.

Teresa dice que en esta morada la razón todavía se mantiene por sobre el amor. Solamente un amor que esté profundamente asentado nos pondrá a la cabeza de la nueva vida en la contemplación que llama en la cuarta morada.

“Con la humildad presente, esta etapa es la más excelente. Si falta la humildad, permaneceremos aquí toda nuestra vida – y con mil aflicciones y miserias. Porque desde que no nos hemos abandonado, este estado será muy laborioso y con mucha carga. Caminamos mientras cargamos con el peso del lodo de nuestra miseria humana que no es tanta para las personas que ascienden a las moradas restantes.” (Castillo Interior 3.2.9)

La cuarta morada nos espera. Esta es el puente. Es el inicio de la contemplación que purifica y transforma en el camino hacia la unión con Dios en la séptima morada.
Compartir: