Trigésimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario

Marcos 12: 38-44


Estimados amigos,

Como todas las enseñanzas de Jesús, la historia del óbolo de la viuda tiene muchos niveles. En el tiempo de Jesús, el papel de la viuda era especialmente doloroso y cruel. Primero que todo, ella no tenía derechos. La herencia del esposo iría a su familia. La viuda era, de hecho, prevenida de volver con su familia si todavía se adeudaba algo de su dote.

De manera que para Jesús señalar a la viuda era una elección muy profunda y específica. El contraste con la donación de los ricos era extremo.

Hay un segundo punto sobre la viuda de la historia del Evangelio y la viuda de la primera lectura alimentando a Elías en el Libro de los Reyes. No era cuestión de dos mujeres desesperadas guardando sus recursos. Ellas simplemente estaban lidiando con bolsillos y monederos vacíos. Esto era más cercano a la norma en su estilo de vida ordinario.

El ejemplo de las dos viudas es un ejemplo claro y poderoso de la confianza en Dios. Esta es la misma confianza que Jesús había estado demandando de sus discípulos en muchos capítulos desde que ellos lo reconocieron como el Mesías. (Marcos 8: 27). Él dijo que en verdad era el Mesías pero que su llamada a la plenitud significaba un viaje de confianza y abandono en el camino a Jerusalén. Los discípulos no entendieron pero el mendigo ciego si lo hizo (Marcos 10: 52). El hombre rico no lo entendió (Marcos 10: 22) pero la viuda pobre si lo hizo.

Un nivel en la historia de hoy contrastando la donación de los ricos y la de la viuda pobre es una llamada de Jesús a ser realistas, a ver con ojos de fe que necesitamos eliminar el engaño de la riqueza y las posesiones que nos hacen creer que estamos en el control. La viuda somos nosotros. La gran diferencia es que ella ve con claridad y con profunda fe lo que significa ser una criatura. Nosotros estamos total y absolutamente dependiendo de Dios. Cada día y cada momento son un regalo gratuito. La viuda lo entendió cuando comprendió el control total de un amoroso Dios de gracia. Los pobres donantes ricos estaban felices de compartir una moneda de su percibido poder y control con Dios. Pero en realidad, ellos eran pobres y débiles y la viuda era poderosa y libre en su aceptación de su total dependencia de Dios.
Compartir: