Trigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario

Marcos 12: 28-34 


Estimados amigos,

El intercambio de hoy entre Jesús y el sorprendente escriba amistoso contiene un verdadero tesoro para nosotros. Todo es sobre el amor.

Un punto crítico que encontramos en este diálogo es la importancia de escuchar. Dios ha hablado. Nuestra respuesta absolutamente esencial es escuchar. Thomas Merton, el gran maestro espiritual del siglo pasado nos ofrece una guía para esta tarea necesaria de escuchar. Él define la oración como “Un anhelo por la presencia de Dios, conocimiento de la voluntad de Dios y comprender la palabra de Dios, y por último la capacidad de escuchar y obedecer.”

Esta llamada para “escuchar y obedecer” nos ayuda a entender que todo lo bueno del amor empieza por escuchar.

La base de este encuentro de escuchar a Dios es esto. Dios nos ha amado primero. Las Escrituras son un testamento de esta iniciativa divina. La plenitud de este amor ha sido la Palabra de Dios revelada en Jesús de Nazaret, crucificado y resucitado.

Conforme escuchamos a Dios, necesitamos mantener los ojos de nuestro corazón en Jesús de manera que podamos “escuchar y obedecer”

Es interesante que la palabra en hebreo al inicio del pasaje de las escrituras que Jesús menciona, “escucha, oh Israel”, significa no solamente oír sino también obedecer. Nuestro escuchar a Dios en Jesús nos llama a ir más profundo en el misterio del amor de Dios. Este amor siempre sale a la superficie en nuestro compartir en el amor de Dios con nuestros hermanos y hermanas.

Escuchar la voluntad de Jesús nos lleva a oír su voz en el llanto de los pobres. Siempre nos llevará a la lucha continua por la justicia y la paz. Nos dirigirá a la reconciliación necesaria con la familia, las relaciones personales y en la comunidad que nos empujará a ir más cerca hacia el Reino de Dios donde el amor tiene la palabra final.

El Evangelio de hoy nos ayuda a pasar por y más allá de la ley y su “DEBES HACER” Y “NO DEBES HACER”. Nosotros estamos llamados al amor de Dios y al amor al prójimo que es la última expresión y fuente de la ley.
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