Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario

Marcos 10: 46-52


Estimados amigos,

La historia de Bartimeo parece una simple historia de un milagro, pero es mucho más que eso. Es la historia de lo que es ser un verdadero discípulo. Por dos capítulos y medio, Marcos tiene a Jesús desafiando a los discípulos para que se den cuenta que su fidelidad para seguir la voluntad del Padre es el destino que le espera en el camino a Jerusalén.

Esto le llevará a la cruz y a la Resurrección.

Los discípulos simplemente no entienden. Ellos están confundidos, intimidados y temerosos. En tres veces Jesús les anuncia su destino que es el del Mesías sirviente que sufre. En cada ocasión los discípulos respondieron en una forma que muestra su ignorancia y confusión.

En la historia de Bartimeo, Marcos nos da las características de un discípulo fiel y verdadero. Primero que todo, hay un hambre en el corazón que lo lleva a uno a buscar a Jesús. Bartimeo no permitiría que la multitud lo intimidara de manera que continuaría gritando hasta recibir la llamada de Jesús.

Jesús tiene para él la misma pregunta que le hizo a Juan y Santiago, “¿Qué quieres que haga por ti?” (Marcos 10: 51) a diferencia de la ambición personal de los dos hermanos, el ciego mendigo busca la luz de Jesús. Este es un símbolo del mensaje de sabiduría y verdad que Jesús ha estado tratando de enseñarles a sus discípulos.

Cuando Jesús lo llamó, Bartimeo tiró su manto. Este es un gesto muy profundo y poderoso. El manto era su única posesión. Él lo usaba para extenderlo frente a él para mendigar las limosnas que eran su único medio de subsistencia. De igual manera, era su única protección contra el frío de la noche. Al contrario del hombre rico que se fue triste ante la petición de Jesús de dejar todas sus posesiones, Bartimeo, “tiró su manto, dio un salto y vino hacia Jesús.” (Marcos 10: 50)

La primera parte de su respuesta a la llamada de Jesús contrasta fuertemente a la confusión y temor de los discípulos. “Inmediatamente, él recibió la vista y lo siguió por el camino.” (Marcos 10: 52)

Los discípulos se moverán con esta integridad y claridad de Bartimeo solamente después de la resurrección. El ángel le dirá a las mujeres en la tumba, “Vayan díganles a los discípulos y a Pedro <Él va delante de ustedes a Galilea, ahí lo verán.>” (Marcos 16: 7)
Podemos mirar a Bartimeo y ver lo que tenemos que hacer para ser un discípulo, uno que camine con Jesús.

Primero necesitamos reconocer el hambre en nuestro corazón. Todos estamos ciegos en cierta forma. Todos necesitamos ir a Jesús y pedirle la luz para poder ver.

Segundo, necesitamos estar abiertos al mensaje de Jesús y no imponer nuestro mensaje como lo hicieron Juan y Santiago.

Tercero, necesitamos reconocer que cualquier seguidor verdadero de Jesús tendrá un precio que pagar. Todos tenemos muchas cosas que son obstáculo para seguir a Jesús. El “manto” que necesita ser tirado viene en muchas y diferentes formas para nosotros. Cualquier cosa que sea ese “manto” para usted, necesita tirarlo para ser libre para seguir a Jesús. Necesitamos poner nuestra confianza en Jesús y caminar con él en el camino a Jerusalén.
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