Vigésimo Noveno Domingo del Tiempo Ordinario

Marcos 10: 35-45 


Estimados amigos,

La selección del Evangelio de hoy es parte de una sección más amplia del Evangelio de Marcos. En este pasaje grande (Marcos 8: 22, 10: 52), Marcos nos desafía para aceptar a Jesús en sus términos y para abrazar las consecuencias de esta elección en nuestras vidas como discípulos. El evangelista muestra a Jesús como alguien que nos salvará por el sacrificio y servicio envueltos en amor y no en poder y prestigio puestos en riqueza y comodidad. Esto es una destrucción de los valores de nuestro mundo diario.

Justo antes de la petición de Juan y Santiago por poder y privilegio, por tercera vez, Jesús le ha dicho a los discípulos que Él sería rechazado, que sufriría y moriría en la cruz para resucitar al tercer día. Cada uno de los tres pronunciamientos está seguido por dos puntos más. El primero es un ejemplo que muestra que los discípulos están en completa negación del mensaje. El segundo es una lección más profunda en la que Jesús demuestra verdadero discipulado. Estas son las tres instrucciones de Jesús en este proceso:

  • Estén abiertos para lo que sea que Dios pida de nosotros. 
  • Aceptar aun a los miembros más insignificantes de la comunidad como iguales. 
  • Juzgar nuestras vidas como si fueran dirigidas en las huellas de Jesús. 

La indignación de los otros discípulos es, sin duda, basada en el hecho de que Santiago y Juan fueron los primeros en buscar un trato especial. Ninguno de ellos entendió la frase de Jesús de tomen su cruz y síganme o de que el primero tiene que ser el último y el último el primero y que tu grandeza debe ser determinada por tu servicio y no por el privilegio.

“El Hijo del Hombre no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate para una muchedumbre.” (Marcos 10: 45) Solamente con los eventos de la muerte y la resurrección los discípulos empezarían a entender a Jesús. Su rescate de todos tendría lugar solamente en servicio y amor. La ilusión de poder, riqueza, prestigio y control no eran la forma de actuar de Jesús. Al final, era una llamada al amor no a la gloria humana y a la seguridad.

Santiago y Juan alcanzaron eventualmente la grandeza que buscaban. Conforme lentamente permitieron que las palabras de Jesús penetraran sus corazones y sus vidas, empezaron a ver la grandeza real a la que Jesús los estaba llamando. Era en el servicio humilde que los llevó a ellos al martirio.

El Evangelio de hoy nos invita a despojarnos de todas las ilusiones y decepciones de nuestra vida. Necesitamos fijar nuestros ojos en Jesús. Necesitamos abrir nuestro corazón solamente a Él. El jale de los engañosos sueños de poder, privilegio, control y comodidad nunca están lejos de nuestro horizonte.

Así como con los discípulos, Jesús es gentil con nosotros. Sin embargo, su mensaje nunca es esparcido y es distorsionado para fijarlo a nuestro estándar. Necesitamos fijar nuestros ojos en Jesús y permitir que la vida devele su verdad para nosotros.

En el inicio de Marcos Jesús pregunta, “¿Quién dicen que soy yo?” (Marcos 8: 27) el desafío de hoy es que solamente al responder esa pregunta estaremos listos para ver la verdadera respuesta a la pregunta, “¿Quiénes creemos que somos?”
Compartir: