Vigésimo Octavo Domingo del Tiempo Ordinario

MARCOS 10: 17-30 


Estimados amigos,

Justo después de mi ordenación, mi mejor amigo me trajo un gran problema. Él estaba seguro que yo tenía la respuesta después de todos los años de estudio en el seminario. Su hermana había dejado la iglesia para unirse a un grupo evangélico. Esto rompía su corazón. Él estaba convencido que yo podría traerla de regreso a la iglesia. Yo fallé y por muchos años él no me permitió olvidarlo.

Una de las razones prioncipales por las que fallé es que la teología que yo había estudiado en los dias previos al Vaticano II daban poco énfasis a la Escritura y a la relación personal con Jesús. Esta fue su mayor atracción hacia los evangélicos.

Desde el Vaticano II hemos sido invitados a ver la evangelización como la tarea principal de la iglesia. Debemos regresar continuamente a recordar que el corazón de nuestra fe siempre será el mismo: el Dios que reveló su inmenso amor en el Cristo crucificado y resucitado. Toda evangelización es sobre el llamado a tener una relación personal con Jesús. Esto viene primero, antes que toda la catequesis y los estudios. Necesitamos un encuentro personal con Jesús que nos toca en la parte más profunda de nuestro ser.

En la historia del Evangelio de hoy sobre el hombre rico, Jesús está invitando al hombre a enfocar su atención no tanto en lo que tiene que hacer, sino en darse cuenta de la bondad y generosidad de Dios. El texto tiene la increiblemente bella declaración: “Jesús, fijó su mirada en él, y le tomó cariño” (Marcos 10: 21) el hombre no veía este amor ni lo experimentó porque él estaba atrapado en sus riquezas, las cuales Jesús le había dicho que hiciera a un lado. “Al oir esto el hombre se desanimó totalmente, pues era un hombre muy rico, y se fue triste.” (Marcos 10: 22)

¿Cuáles eran sus posesiones? No era un carro, tal vez un burro o dos. Si era realmente rico, un caballo. Dos o tres mantos a lo mucho, pero algo de un buen almacén estaba muchísimo más allá de sus sueños más salvajes. No había doctores, ni medicina, probablemente no podía leer ni escribir, y no había televisión, cines, ni periódicos sin mencionar los celulares. Usted puede continuar la lista. Por estas pequeñísimas y pocas cosas que él pensó que lo hacían rico, él fue incapaz de permitirse seguir a Jesús. Es un buen espejo para nosotros.

Nosotros haremos lo mismo si no nos damos cuenta que somos amados. Esta es la razón por la que debemos iniciar una relación personal con Jesús primeramente y principalmente. Sin amor, también nosotros nos alejaremos con la ilusión de nuestra riqueza como nuestra seguridad real. Sin embargo, si abrimos nuestro corazón a Jesús, podemos empezar el viaje en el que gradualmente nos damos cuentas que todas nuestras riquezas están en Jesús. Jesús está siempre buscándonos y amándonos también. Al final, todo lo demás pasará, pero el amor de Jesús nunca cambiará.
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