Vigesimo Tercer Domingo del Tiempo Ordinario

Marcos 7: 31-37

Estimados amigos,

Me gusta señalar que había miles de sordomudos en el tiempo de Jesús. Solamente unos pocos fueron sanados. Esto es porque Jesús no era un hacedor de milagros o un trabajador de maravillas. Todas sus sanaciones y señales fueron una invitación a una realidad más profunda. Todo eso fue una apertura hacia el mensaje principal de Jesús, que era el Reino de Dios. Todas las sanaciones de Jesús son una invitación a un nuevo mundo. Isaías habla de este nuevo dia en la primera lectura, “Aquí está su Dios, …Él viene para salvarlos. Entonces los ojos de los ciegos se abrirán, los oídos de los sordos oirán; los cojos saltarán como cabritos y la lengua de los mudos gritará de alegría.” (Isaías 35: 5)

Jesús no vino para ser hacedor de maravillas ni para eliminar a los doctores. Él estaba revelando la presencia amorosa de Dios como la base de la gracia de toda realidad. Él estaba llamándonos por medio de esas sanaciones especiales a tener conciencia de un nuevo día cuando todo fuera transformado, un dia de no más males, no más enfermedades, no más odio ni violencia, no más muerte.

Somos llamados a empezar nuestra entrada en el nuevo mundo del Reino de Dios al aceptar la llamada de Jesús de “Arrepiéntanse y crean en el Evangelio.” (Marcos 1:15)

Cuando una persona es sorda y lerda, está aislada en un mundo confuso y desconcertante con frecuencia dominado por el temor y la ignorancia. Los sordomudos necesitan atención muy especial para entrar en una comunidad de amor y aceptación.

Lo mismo es en verdad para todos nosotros cuando se trata de entrar en una comunidad cristiana. Aquí los valores de Cristo necesitan penetrar lentamente en nuestra realidad. Siempre necesitamos vernos a nosotros mismos en la persona que recibe al ministerio amoroso de Jesús. Necesitamos permitir que Jesús toque nuestra lengua y nuestros oidos. Este es el viaje cristiano del caminar transformador con Jesús.

Hay un ritual muy llamativo que es parte de la ceremonia de bautismo de los niños que expresa esto muy bellamente. Cuando el sacerdote hace la señal de la cruz en los oidos del niño y en la boca y dice, “El Señor Jesús haga oir a los sordos y lerdos para proclamar. Que pronto enseñe a tus oidos a recibir su palabra y a tu boca a proclamar su fe.”

Recientemente presencié una sanación como la de la historia del Evangelio donde Jesús libera al sordo y lerdo padre para proclamar el poder salvador de Dios en su familia.

En este caso, un padre era consumido por la furia y hostilidad hacia un hijo adulto joven. Esto lo había traído por lo menos durante tres años. Luego sucedió un milagro. De repente el padre pudo oir la historia del hijo, como si fuera la primera vez. El hijo entendió que el padre tenía un punto también. Hubo una reconciliación. La ignorancia le dio paso a la verdad. La hostilidad le dio paso al perdón y al amor. El plan de Jesús para el reino se encarnó cuando una familia descubrió lo que siempre estuvo ahí, la posibilidad de una nueva vida. Esto sucede cuando oimos y abrazamos la palabra de Dios. El resultado fue paz y entendimiento. Esta es la sanación que es la invitación constante de Jesús. Esto es lo que significa caminar con Jesús con oidos para oir la palabra de Dios, una boca para proclamar la palabra de Dios, y un corazón para abrazarla y vivirla.
Compartir: