El reino de Dios

LA META DE NUESTRA PEREGRINACIÓN

I
Las lecturas del jueves de la quinta semana de cuaresma tienen un mensaje especial para mi. La selección del Antiguo Testamento era sobre la llamada y la promesa hecha a Abraham. El Evangelio fue la conclusión de muchos episodios de conflictos entre Jesús y los líderes judíos.

La revelación en las escrituras Hebreas fue un proceso gradual por siglos. Empezó con esta llamada y promesa a nuestro padre en la fe, Abraham. El Pueblo Elegido estuvo en continua reflexión y discernimiento de su experiencia de Dios. Este proceso de siglos llevó hacia las escrituras hebreas.

Uno de los mayores entendimientos fue que Dios recompensó la fidelidad con prosperidad y seguridad. El Éxodo, que incluyó la liberación de la esclavitud y la posesión final de la Tierra Prometida, fue el encuentro fundamental de esta experiencia de Dios. Este evento definitorio se volvió el contexto básico para interpretar su historia con todas sus luchas y conflictos. Su rebelión y pecaminosidad eran continuos. Sin embargo, la fidelidad de Dios prevaleció. La revelación gradual de Dios continuaba lenta pero consistentemente más clara.

Este cricimiento llevó a una ruptura de muchos siglos después del compromiso inicial con Abraham. El pueblo Judío empezó a abrazar la existencia de Dios como el único Dios. Hasta este tiempo, ellos pensaban que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob era el mejor de todos los dioses. Ahora, ellos entendían que había solamente un Dios. Ellos creían que Dios era el Creador y Salvador de toda la humanidad. Todos los otros dioses eran decepciones de un corazón humano deshonesto.

Un segundo desarrollo también aplastó una visión del mundo profundamente protegida. Mucha gente empezó a creer en la vida después de la muerte.

En el viaje estas visiones de las Escrituras Hebreas son esenciales, los profetas tenían un papel muy crítico. Ellos guiaban al pueblo a una experiencia de Dios más profunda y más auténtica.

II
Las selecciones del Evangelio de Juan en la quinta semana de Cuaresma son sobre el conflicto de Jesús con los líderes Judíos. Como siempre es el caso en el Evangelio de Juan, el autor está tratando con muchos niveles de significados en sus enseñanzas. Los líderes del pueblo estaban cerrados en su mensaje de prosperidad y seguridad. Ellos también estaban protegiendo su posición de privilegio, prestigio y control.

Jesús está usando el conflicto para entrar a un nivel más profundo. Él nos está enseñando que esta vida y la siguiente no son cuestión de cualquiera/o sino cuestión de ambos/y.

Un problema más grande para los líderes y para nosotros hoy es este. Jesús nos llama para participar en el proceso de salvación. Mientras tanto todas las cosas empiezan con la gracia de Dios, estamos invitados a tomar un papel activo. “Arrepiéntanse y crean en las Buenas Nuevas” es nuestra tarea de cuaresma. Las enseñanzas de Jesús son una petición a la conversión y a la responsabilidad.

III
La mentalidad del Antiguo Testamento para ver a Dios como el guardian de nuestra prosperidad y seguridad es una visión comunmente usada por la mayoría de cristianos de hoy en dia. La gran mayoría de nuestras oraciones son para que Dios resuelva nuestros problemas.

En esta mentalidad, la tarea de Dios es vigilarnos y protegernos de todas las amenazas que están presentes en los planes de prosperidad y felicidad de nuestra vida. Cuando nosotros experimentamos nuestros “milagros” de una bendición especial de cara a nuestra crisis o enfermedad, todo tiene que ver con nuestro plan para la felicidad en esta vida.

En tanto que tratamos de escondernos y engañarnos a nosotros mismos, los “milagros” de Dios para nosotros vienen en breve. Aun Lázaro terminó en la tumba. La vida tiene un forma de traernos más y más cerca a la muerte en nuestra más íntima realidad. La muerte de los padres o seres queridos o de los hijos quitan la fachada que bloquea nuestra visión de la muerte como parte de la vida. La gran desconexión entre nuestra mentalidad normal y la realidad de nuestra mortalidad continua siendo expuesta.

IV
El mensaje del Evangelio de Jesús tiene un acercamiento diferente. Sus enseñanzas revelan a un Dios de amor incondicional e ilimitado que siempre mide nuestra felicidad en términos de vida eterna. Todas las cosas en esta vida alcanzan validez verdadera cuando es medida contra la eternidad. Dios no disminuye esta importancia de la vida sino que nos llama a ser realistas y a alejarnos de las ilusiones y de las decepciones de un corazón fragmentado que ve a Dios solamente como un proveedor y colaborador de nuestros planes para nuestra felicidad antes de la muerte. No importa que tanto deseamos establecernos con una hipoteca que nos de un sentido de estabilidad y permanencia, todos estamos en una peregrinación hacia Dios. Esta vida es una transición. Nuestra tarea es ver nuestra experiencia y nuestra vida como Dios lo hace. Toda cosa está medida en términos de nuestra meta final, la vida con Dios por toda la eternidad.

Nosotros decimos en la misa de cuerpo presente, en la misa de funerales, “La vida ha cambiado, no ha terminado.” Hay una gran libertad cuando levantamos la ilusión de la finalidad de la muerte. Nuestra realidad se abre a algo más allá de nuestra experiencia presente. Cuando reconocemos que la muerte es un pasaje y no una parada final, la realidad es transformada para nosotros.

V
Jesús nos enseña este acercamiento para que veamos las cosas como Dios las mira en el Sermón en el Monte. En Mateo 6: 25-34 Jesús muestra un plan de cómo ver las cosas en la luz de la eternidad. Es un llamado que revela a un Dios que conoce nuestras necesidades y se preocupa por nuestra seguridad. “Y si Dios viste así el pasto del campo, que hoy brota y mañana se echa al fuego, ¿no hará mucho más por ustedes? ¡Que poca fe tienen!. No anden tan preocupados ni digan: ¿tendremos alimentos?, o ¿qué beberemos?, o ¿tendremos ropas para vestirnos? Los que no conocen a Dios se afanan por estas cosas, pero el Padre del Cielo, Padre de ustedes, sabe que necesitan todo eso. Por lo tanto, busquen primero su reino y su justicia, y se les darán tambien todas esas cosas.” (Mateo 6: 30-33)

Cuando llegamos al punto de de tratar de hacer que Dios sea el centro de nuestras vidas, las cosas cambian. Lentamente empezamos a ver las relaciones, valores y posesiones como importantes hasta el grado que ellas nos acercan más a Dios. Esta es la peregrinación hacia el reino. El reino es la presencia de Dios en toda realidad llamando a la plenitud en el destino divino del amor y de la redención. Se nos pide participar en este plan por nuestra aceptación fiel y nuestra respuesta a Jesús. Dios tiene poco interés en nuestro uso de las cosas en nuestro plan limitado para la felicidad que no es un factor en el Evangelio.

Esto no significa que Dios se opone a que disfrutemos de las cosas buenas de la vida. Dios quiere que pongamos todas las cosas en perspectiva. La perspectiva es el reino de Dios, el plan de Dios para nosotros. Es un mejor plan. Dios desea nuestra felicidad en este mundo más de lo que nosotros lo deseamos. Él envió a su Hijo para sacarnos de la oscuridad, de la decepción y del desconcierto de este mundo quebrantado que nos da la luz y el camino a la verdadera felicidad que alcanza su total plenitud en nuestra peregrinación a la eternidad.
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