Segundo Domingo de Pascua


JUAN 20: 19-3

Cuando lo pensamos bien, los discípulos tuvieron 72 horas realmente devastadoras a partir del lavado

¡Lavar mis pies! ¡jamás!, ¡entonces lava mis manos y mi cara también!, ¡yo moriría antes que negarte!, ¡yo no conozco a este hombre! Pedro “Salió y lloró amargamente” (Lucas 22: 62) “Las puertas del cuarto donde estaban los discípulos permanecían cerradas por temor a los Judíos.” (Juan 20: 19) Fue un lapso corto de la arrogancia total hacia la devastación total.

Ellos estaban sumergidos en sueños aplastados y envueltos en temor y dolor. Lentamente se dieron cuenta que los eventos del fin de semana no solamente los dejaba expuestos como perdedores por desperdiciar tres años de sus vidas persiguiendo una ilusión sino que ahora estaban en peligro de pasar tiempo en la prisión o incluso de perder sus vidas.
El manejo de la crisis no les dio mucho tiempo para permitirles profundizar en la pérdida. De igual manera, ellos eran incapaces de ver con claridad el grado de su cobardía personal en su huída y rechazo después de tres años de momentos juntos a los pies de Jesús. El autoconocimiento toma un largo tiempo.

Juan señala que es la tarde y que las puertas están con llave. Hubo dos indicaciones de que los discípulos no estaban absortos solamente por el temor. Ellos estaban en la oscuridad con respecto a los acontecimientos del fin de semana. Cuando Jesús se paró en medio de ellos en lugar de cerrar las puertas, Juan otra vez nos dirige a un significado más profundo. Jesús derriba las barreras en sus ciegos y atormentados corazones. “La paz esté con ustedes” derritió el acero del pavor y de la desesperanza. El saludo fue una expresión profunda de misericordia. Este es el mensaje que más se acopla a la festividad de la Divina Misericordia.

Ellos tuvieron muchas experiencias con el mundo al reves de Jesús. Sin embargo, nada los preparó a ellos para lo que se les venía encima. En un instante, la derrota y las fallas se volvieron victoria y triunfo. La oscuridad ahora es luz. El abandono lleva al abrazo. El pecado y la negación son lavados en amor y sanación. En verdad, “La paz esté con ustedes.”

No es de extrañar que la iglesia nos invite a considerar y a orar sobre este increíble misterio de la Resurrección en las próximas siete semanas. Hay mucho que asimilar.

Si estamos dispuestos a cavar suficientemente profundo, gradualmente veremos la historia de nuestras vidas en la vulnerabilidad de los discípulos. Veremos el dominio y el control de nuestros temores y ansiedades dando paso a la esperanza. Veremos y abrazaremos el perdón de nuestro Dios, “A quienes descarguen de sus pecados, serán liberados” (Juan 20: 23)

En verdad, Cristo ha resucitado, ¡Aleluya! Cuando entremos en esta realidad más profunda de nuestras vidas nada será lo mismo otra vez.

Como los discípulos, somos amados en nuestro quebrantamiento. Somos aceptados en nuestra debilidad. Lentamente obtendremos un destello del amor que Jesús tiene por nosotros. Es sin límites ni condiciones. Es un tesoro que dificilmente podemos comprender. Ya sea que lo comprendamos o no, la meta de nuestro viaje espiritual en la vida es permitir que el poder y la belleza de este amor nos transforme en una nueva creación justo como lo hizo con los discípulos. Necesitamos permitir que nuestro ser sea inmerso en el mar de la misericordia de Dios.
de pies el dia jueves hasta la visita del Cristo Resucitado el domingo por la tarde. Por supuesto, Pedro lidera el departamento de traumas.
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