Quinto Domingo de Cuaresma

La hora de Jesús (San Juan 12: 20-33)

Queridos amigos, El pasaje de Juan para hoy es extraordinario. Primero, por sí mismo, contiene más del mensaje de Jesús de lo que es normal.

Su importancia es particularmente profunda para el Evangelio completo. Segundo, para una selección litúrgica, es por mucho, de largo alcance más de lo usual.Nos ayudará si buscamos luces del contexto para nuestro viaje de Cuaresma. En estos cuarenta días especiales estamos tratando de purificarnos y de liberar nuestro ser para entrar en el gran misterio de nuestra fe, la muerte y la resurrección de Jesús.

En los capítulos anteriores de Juan, Jesús había negado muchas veces que su “hora” hubiera llegado. Ahora Él dice claramente la “hora” ha llegado. “La Hora” es Su glorificación en la entrega amorosa al Padre en su muerte.

En una fuerte ruptura del patrón usual en el Evangelio de San Juan, Jesús tiene una muestra de temor y confusión que es un momento muy tierno y muy humano. Luego el texto regresa rapidamente al patrón normal de la firmeza de Jesús. “Ahora mi alma está turbada. ¿Diré acaso: Padre líbrame de esta hora? ¡Si precisamente he llegado a esta hora para enfrentarme con todo esto! Padre ¡Da gloria a tu nombre!” (Juan 12: 27-28)

La “hora” de Jesús tiene consecuencias no solamente para Jesús sino también para nosotros. Coloca la carga de la decisión sobre nosotros, sus fieles seguidores. En dos cosas, en nuestra respuesta a Jesús y en respuesta a los juicios en nuestra vida, necesitamos confiar como Jesús en nuestro Padre amoroso. Aquellos que aceptan el misterio del Mesías que sufre serán libres del dominio de las reglas de este mundo, satanás, y su legado de pecado y muerte. La “Hora” de Jesús, la gloria de Dios, abre un sendero a la vida eterna. Jesús, “alzado” en la cruz, ofrece un gran regalo. Es la fuente de vida y amor para todos.

A pesar del momento de vacilación, reflejado mucho más dramáticamente en los Evangelios sinópticos, Juan retrata a Jesús como uno que abraza el momento de gloria en su muerte.
Cuando Juan usa el término “alzado”, como lo hace usualmente, hay un mensaje más profundo para nosotros. La exaltación del Cristo atraerá a toda la humanidad hacia la libertad y el amor de esta acción de gracia salvadora. Esta será nuestra llamada a la gloria. En la total contradicción en la cruz, estamos invitados a aceptar la más profunda y la más clara manifestación del amor de Dios por nosotros.

Nuestro viaje de Cuaresma, más que cualquier otra cosa, es una invitación a ese amor. Para aceptar esta llamada a la renovación personal, necesitamos abandonar el incesante jale de nuestro egoismo. Necesitamos morir como la semilla para entrar en una nueva vida. Esta es la meta de nuestros dias de Cuaresma. Este encuentro transformador con el Cristo crucificado es nuestra “Hora” para dar la gloria al Padre. Entre más ponemos nuestros ojos en el Cristo crucificado, más fácil será nuestra conversión.
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