Domingo de Ramos

Marcos (14: 1 A 15: 47)

Queridos amigos, Conforme pasan los siglos, hemos tenido diferentes interpretaciones de una verdad“Por nuestra causa fue crucificado, en tiempos de Poncio Pilatos, padeció y fue sepultado y resucitó al tercer día.”
más básica de nuestra fe: Jesús murió para salvarnos. Nosotros lo decimos en el Credo Niceno cada domingo,

San Anselmo nos enseñó que el Padre no estaba buscando un sacrificio sangriento para aplacar su justicia. Cristo fue enviado al mundo para vivir perfectamente como un ser humano. De este modo, siendo libre y perfecto en su humanidad, Él nos salvó.

Hay muchas opciones en las que Jesús pudo haber cumplido con nuestra salvación. No habían límites en su poder. En la opinión de San Anselmo, Jesús eligió responder al mal con el amor que fue expresado en su renunciación al poder. Esta impotencia fue vista en su negación a ser dirigido al mal. Su respuesta fue la última expresión de libertad. Fue completamente desprovisto de interés personal. Fue la expresión de la humanidad en su estado más perfecto.

Lo que era grato al Padre no es el sufrimiento y muerte de Jesús. fue que Jesús eligió su libertad para expresar por completo que quería compartir la realidad humana para salvarnos. La consecuencia de esta elección fue su muerte en la Cruz.

Fue el amor por el Padre el que llevó a Jesús por el camino de la humillación y el rechazo total al poder para salvarnos por amor, por misericordia y por auto sacrificio.

Las cuatro narraciones de la Pasión asombrosamente casi no tienen descripción de un gran dolor físico. Ninguno de los Evangelistas menciona siquiera que Jesús fue clavado en la cruz. Solamente más adelante, el Evangelio de San Juan, en la historia de Tomás está implicado esto. De igual manera, ninguno de los cuatro Evangelios nos habla sobre la crucifixión en una oración completa. En Mateo y en Marcos, la segunda parte de la oración es sobre la repartición de las vestiduras. En Lucas y en Juan, es sobre los dos ladrones.

Los Evangelios son un poco más claros sobre el sufrimiento psicológico. Jesús ve la falla aparente de su vida de trabajo con los discípulos. Él tiene que enfrentar la traición de Judas, la negación de Pedro y la huída del resto con temor y ansiedad. Solamente unas pocas mujeres fueron hasta el Gólgota y estuvieron hasta el final. Él enfrentó el rechazo total de los líderes Judíos, la elección del pueblo por Barrabás y no por Él y además la desgracia de ser colocado en medio de dos ladrones. Durante toda la Pasión hubo ridículo constante y desprecio: desde el juicio ante los líderes Judíos, los soldados de Pilatos, la multitud, los líderes y finalmente los dos ladrones burlándose de Él inmisericordemente. En adición a eso, estuvo el silencio de la multitud adoradora que sólo unos días antes lo aclamaban con Hosanas en su entrada en Jerusalén. Ni tampoco hubo defensores entre los miles que Él sanó y alimentó.

En el panorama completo de sufrimiento, físico y psicológico, Jesús fue fiel a su propósito, la salvación de todos por medio de su compromiso de ser humano en la realidad pecadora que es nuestro mundo. En cada paso a lo largo del camino, Jesús eligió no usar su poder. El eligió mostrar el poder del amor que sobrepasa cada expresión del mal y del pecado. Jesús eligió, de esta manera, compartir en el sufrimiento y la muerte de toda la gente. Jesús eligió de esta manera para revelar el poder del amor del Padre como la expresión final de la realidad, la victoria de la vida y del amor sobre la muerte y el pecado.

El amor del Padre fue proclamado en la fidelidad de Jesús aun en la cruz. En este evento aprendemos que su muerte da paso a la resurrección. La impotencia de Jesús llevó a su compartir de todas las maneras el sufrimiento humano. Jesús nos invita a compartir su forma de amar al confrontar todas las fuerzas que continuan degradando y deshumanizando a nuestros hermanos y hermanas. En nuestro compromiso con el Cristo Crucificado, la palabra final es la victoria del amor sobre el odio, de la justicia sobre la injusticia y de la reconciliación sobre la división, el aislamiento y el prejuicio. Dios ha hablado. Las semillas de la paz y de la comunidad verdadera han sido sembradas en el Cristo Crucificado y Cristo Resucitado. Las semillas continuarán brotando conforme aprendamos a morir por los demás en amor y servicio.

El rechazo de Jesús al poder nos muestra que Él no estaba arriba de nosotros sino entre nosotros. A través de todo el Evangelio de San Marcos él le dijo a todas las personas mantener en secreto los milagros que había hecho. Ahora, finalmente, en total desgracia en la cruz, su presencia verdadera es proclamada. Cuando del centurión que permanecía parado frente a El lo vio dar el último suspiro y dijo, “verdaderamente este hombre era el hijo de Dios.” (Marcos 15: 39) a nosotros se nos pide aceptar a Jesús en la Cruz como la revelación completa y decisiva de Dios.

Ahora estamos invitados a ver a Jesús en la totalidad de su verdad, crucificado en su forma completa de compartir nuestro mundo quebrantado y nuestras vidas quebrantadas. Esta es nuestra invitación en el Misterio del Amor. Nuestro pasaje es la fidelidad de nuestro corazón rendido al amor como Cristo lo hizo. Esta será la muerte a nuestro egoísmo. En esta muerte, nosotros, al igual que Jesús, encontraremos la vida verdadera. Esa vida verdadera empieza ahora cuando caminamos con Jesús en amor.
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