El corazon que oye

La espiritualidad Carmelita se basa en la verdad central del Evangelio que Dios nos ama primero y nos ama como somos. Los cambios que fluyen del corazón nacen de esta realidad de la iniciativa del amor de Dios. Dios está en la parte más profunda y real de nuestro ser, nuestro centro. Dios siempre viene hacia nosotros. Necesitamos estar en contacto con esa belleza interior y base de nuestra dignidad en nuestro centro. Lo que Dios ama de nosotros es su propia imagen que nos hace sus hijos. Crecer en conciencia de su presencia divina dentro de nosotros es la primera tarea del Corazón que Escucha.

En la parábola de la viuda y el juez (Lucas 18:1-8) la viuda gana a pesar de todo porque constantemente estaba fastidiando al juez indiferente. La interpretación común de la mayoría de eruditos confiables de las Escrituras de que no debemos perder las esperanzas sino continuar orando en medio de los males de nuestro tiempo

Sin embargo, hay una segunda interpretación que es especialmente útil para entender al Corazón que Escucha. En este ejemplo, Dios es simbolizado por la viuda y nosotros somos el juez duro y terco. El mensaje es que la persistencia de Dios nos llama a una nueva vida. Dios incesantemente nos ruega para que dejemos nuestro egocentrismo y pasemos a una vida de servicio y humildad en la confianza abierta al llamado de Dios.

Autoconocimiento

Santa Teresa de Ávila lo explicó de esta manera cuando escribió uno de sus muchos mensajes personales de Dios: “Búscate en Mi”.  Ella llegó a entender que Dios nos acepta como somos.  Ella señaló el quebrantamiento de María Magdalena, la mujer Cananea y su favorita, la mujer Samaritana en el pozo. Jesús no las mandó a un retiro de treinta dias y esperó a que estuvieran perfectas. No, él las encontró como eran y las llamó en medio de sus debilidades y faltas.  El primer paso en la jornada solo puede ser desde donde estamos. Esto es por lo que el auto conocimiento nos debe llevar a aceptarnos a nosotros mismos como somos, no como deseamos ser.

Teresa nunca se cansó de hablar sobre la importancia del autoconocimiento. Esta afirmación de El Castillo Interior es uno de sus típicos pronunciamientos sobre el autoconocimiento.

“Es tan importante el conocernos a nosotros mismos, que no querría que en ello hubiese jamás relajación, por subidas que estéis en los cielos; pues, mientras estamos en esta tierra, no hay cosa que más nos importe que la humildad. Y así torno a decir que es muy bueno y muy rebueno tratar de entrar primero en el aposento a donde se trata de esto, que volar a los demás… A mi parecer – jamás nos acabamos de conocer, si no procuramos conocer a Dios; mirando su grandeza acudamos a nuestra bajeza y, mirando su limpieza, veremos nuestra suciedad; considerando su humildad, veremos cuán lejos estamos de ser humildes.” (Castillo Interior 1,2,9)

Aquí hay cinco puntos que ayudan a hacer el mensaje de Teresa sobre el autoconocimiento más fácil de entender en nuestros días.

  1. Estamos atrapados dentro de una falsa conciencia.
  2. Esta falsa conciencia crea una visión del mundo que es una gran distorsión de la realidad pero es una visión que erróneamente abrazamos como cierta
  3. Estamos atados por los prejuicios profundos y escondidos que usamos para proteger nuestros privilegios económicos, políticos, culturales, de género, y raciales a costa de la privación y exclusión de los demás.
  4. Parte de la visión de este mundo está basada en el poder de una sociedad que nos define como consumidores.
  5. El ego está en una lucha constante para evitar cualquier disminución de su control de nuestra falsa conciencia. La enseñanza de Teresa en la tercera morada es especialmente fuerte al exponer el poder que tiene el ego para engañar. A esto nos referimos con autoabsorción.
La  historia de Pedro en ese fin de semana fatídico es un maravilloso ejemplo de esta necesidad por autoconocimiento. Durante la cena Pedro no sólo dijo que no negaría a Dios, sino que moriría por Él si fuera necesario. Unas horas después no pudo permanecer despierto en el jardín. Después lo negó no sólo una sino tres veces.

Después de la resurrección, la reacción humana normal a la falla de Pedro que uno esperaría de Jesús sería: “Que pérdida de tiempo. Después de tres años de enseñanzas, milagros, apoyo y compañerismo profundo todo lo que me dieron fue un: “Yo no conozco a ese hombre”.

Esa no fue la respuesta del Señor resucitado. Simplemente fue, “La paz esté con ustedes.”  Esto es porque Dios nos acepta así como aceptó a Pedro, en nuestro quebrantamiento y nos llama a la libertad y la plenitud de la vida en una jornanda que sólo puede hacerse un paso a la vez. Sólo podemos empezar desde donde estamos.

Escuchando en Oración

Nuestro desafío es aceptar este llamado amoroso de nuestro Dios misericordioso. No es una tarea fácil aprender tan lentamente que no nos ganamos el amor de Dios por nuestras oraciones y devociones y sacrificios y especialmente por nuestras buenas obras no importa que tan generosas sean.  Necesitamos escuchar para aprender cual es la voluntad de Dios. Esta es una de las razones principales del llamado constante de Santa Teresa a crecer en autoconocimiento. El camino al autoconocimiento nos abre gradualmente a la grandeza de Dios y a la realidad de nuestra dependencia total en Dios.

Cuando verdaderamente nos abrimos al amor de Dios, este amor nos cambiará. El crecimiento en la oración nos moverá lentamente a hacer un gran ajuste.  La transición en nuestra oración es de “Dios haciendo nuestra voluntad en nuestras constantes peticiones a nosotros haciendo la voluntad de Dios” cuando aprendemos a escuchar. Esa sí es una transicion. Esto ocurre lentamente cuando aprendemos que Dios tiene un plan mejor. Dios realmente quiere nuestra felicidad más que nosotros. Escuchar en oración y en la vida es como absorbemos esta bella verdad que cambia nuestra vida. Nuestra transformación ocurre cuando nuestra oración es más escuchada que hablada.

Podemos ganar autoconocimiento cuando fielmente le prestamos atención a nuestro centro, esa parte más profunda y verdadera de nuestro ser.  Estamos invitados a abrir nuestras vidas al llamado que es la Palabra de Dios.  A menudo esta llamada es un murmullo o un susurro silencioso. Es por eso que es esencial escuchar en el amor tranquilo de la oración. Sin embargo, también necesitamos estar preparados para las sorpresas. Con frecuencia, nos gusta pensar que Dios es un viejo tio favorito, donde todo es cómodo y estamos como en casa. Sin embargo, Dios también a veces  llega como un terremoto.

Dejar ir nuestros idolos

En esta práctica de la oración, hay un elemento no negociable. El corazón tiene que alejarse de sus ídolos. El crecimiento en el desapego es un proceso que nos llama a aprender a involucrar a todos los corazones: el Corazón Anhelante, el Corazón Esclavizado y al Corazón que Escucha. A continuación veremos que el Corazón Preocupado es aun más crítico para el proceso de autoconocimiento y purificación que nos lleva al final de la jornada al Corazón Puro.

San Juan de la Cruz dice que sólo cuando el Corazón tiene una mejor oferta es que puede abandonar libremente a sus ídolos, poco a poco y con el tiempo. Esta es la tarea del crisitano maduro que está en camino de orar pidiendo por el reino de uno mismo hacia la búsqueda del Reino de Dios.  Este es el crecimiento en la madurez en el seguimiento de Jesús. “Dejar ir y dejarle a Dios” se convierte en una parte cada vez mayor de nuestra jornada con Jesús a Jerusalén. Esta batalla con los ídolos nunca termina.

Dios generalmente aflora en nuestra conciencia una o tal vez dos veces a la vez. Nos damos cuenta de que necesitamos cambiar al enfretarnos con un obstáculo en específico que está bloqueando nuestro crecimiento. Después de un período de paz pasamos a enfrentar otro ídolo en particular.  Abandonamos nuestros apegos y adicciones uno a la vez. Todos tenemos una lista larga y a veces lista inconciente de cosas que no son negociables. Dios tiene una forma de traer al obstáculo más grande o “el ídolo del día” en juego.  Seguido respondemos  “Eso lo veremos mas tarde, Señor.” Dios, sin embargo es muy paciente y no se cansa de nosotros.
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