Trigésimo primer domingo del tiempo ordinario

MATEO 23: 1-12


Queridos amigos. En mi segundo o tercer año como sacerdote recien ordenado, a finales del Concilio
Vaticano II, empecé a decirle a la gente que me quitaran eso de Padre y que me llamaran solo Tracy. En poco tiempo una de las sabias lideresas de la parroquia me empujó hacia un lado y me dijo una verdad muy sencilla: no es por usted.

Ella dijo que la comunidad necesita respetar y honrar el papel del sacerdote. Era muy importante para ellos. Sin embargo, sería sabio detener aquello sin sentido de, “Llamenme Tracy.”

Jesús está diciendo básicamente la misma cosa en el mensaje del Evangelio de hoy. Mientras Él está dirigiendo la falta de los jefes Judíos, Él está hablando aun más enérgicamente a los discípulos sobre el liderazgo en la comunidad cristiana. Debe ser el servicio lo primero y principal. “El más grande entre ustedes debe ser el sirviente.” (Mateo 23: 11)

Eso es más fácil decirlo que hacerlo. Hay una guía en la experiencia humana ordinaria que nos llama a buscar el privilegio, el prestigio y el reconocimiento. Todos estamos inclinados a ser especiales. Cada reunión de seres humanos tiene que ver con la organización y el liderazgo que vive con la tensión de poder y de servicio. Obviamente, en la comunidad de fe este conflicto se juega a sí mismo hasta el final entre el sacerdote y el laico y el curso del clericalismo que plaga la iglesia. Sin embargo, no hay grupo que no sea desafiado por esta tensión entre el poder y el servicio.

El comité de festivales quiere apasionadamente ayudar a la parroquia pero es muy fácil perder la pista y reducir el esfuerzo completo a cuanto los grupos individuales hacen en sus proyectos.
El comité de liturgia tiene que ver con la misma tensión. Mientras todos están ahí en el nombre de Jesús no es inaudito que algunos de los más grandes conflictos en una parroquia tengan lugar en cómo arreglar la adoración para el Señor.

Los acomodadores y los ministros de la Eucaristía también tienden a elevar su ego por encima del servicio algunas veces. Actualmente esto es cierto en cada grupo de la parroquia. De igual manera, la parroquia y la escuela comparten un ministerio pero algunas veces es dificil encontrar el espíritu del Evangelio en estas relaciones problemáticas. Yo siempre recuerdo a un viejo ministro Bautista que me dijo cuando yo era un joven sacerdote, “El diablo entra a la iglesia por medio del coro.”

Jesús nos dio una lección sobre la comunidad cristiana en el capítulo dieciocho del Evangelio de Mateo. Preguntó quien es el más grande en el Reino de Dios, Jesús dice que debemos volvernos como niños. Luego hay una serie de enseñanzas sobre la comunidad cristiana. Jesús traza un plan muy claro para todos pero especialmente para los líderes. La humildad es la base. Debemos poner especial atención a los miembros más débiles y a aquellos abandonados. Todo esto se hace en el contexto de un amor profundo y perdón.

Es obvio que tenemos trabajo por hacer Quien es el unico Maestro y el unico Padre (Mateo 23: 9) es un largo viaje para nosotros para darnos cuenta de que no es sobre nosotros. Ese viaje es de nuestros labios que dicen, “El más grande entre ustedes debe ser el sirviente.” (Mateo 23: 11) hacia nuestro corazón que nos dirigirá para vivir una vida de verdadero servicio a la comunidad.

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