Trigésimo segundo domingo del tiempo ordinario

MATEO 25: 1-13

Queridos feligreses,En la historia del Evangelio de hoy los saduceos desafían a Jesús con una historia
absurda y simplista sobre siete hermanos que se casaron con la misma mujer. Jesús torna la historia en una verdad profunda que profesamos en el credo de los apóstoles: la resurrección del cuerpo. Pero ante la nueva vida en tiempo venidero, donde nadie se casa ni son dados en matrimonio, debemos enfrentar la muerte.

Estamos en las semanas finales del año litúrgico. La liturgia entreteje historias muy fascinantes del final y del principio, en el proceso nos invita entrar en el misterio del tiempo.

Hoy somos confrontados con la realidad de la muerte corporal. La próxima semana seremos desafiados con el final de la ventura histórica total que llama al final de los tiempos. Luego las primeras tres semanas del año nuevo nos da el mensaje del adviento y el grito hacia la nueva realidad, “Ven Señor Jesús” 

Entre medio del mensaje del final y la petición por el nuevo inicio celebramos a Cristo Rey. Este es un puente que conecta la trascendencia de nuestra realidad humana, nuestra mortalidad, sin nuestro último propósito y meta en la vida: estar en el abrazo de nuestro Señor amoroso, nuestra inmortalidad.

En estos tiempos fascinantes de finales de año y de inicios nuevos otra vez el ciclo en el sendero de salvación con Jesús nuestro Salvador Crucificado y Resucitado, nosotros somos llamados a ponderar la perspectiva cristiana sobre el tiempo.

Aprendemos que el tiempo no se detiene, no espera a nadie. Aprendemos que el tiempo está impregnado con vida y esperanza. Entendemos que ultimadamente es la gracia en la victoria de Cristo. Es urgente llamarnos a ser pacientes en el anhelo por la venida del Señor. Los dos versículos finales del libro de las Revelaciones y los versículos finales de la Biblia dicen, “el que da este testimonio dice, Si, vengo pronto.” Amen, Ven Señor Jesús. La gracia del Señor Jesús esté con todos ustedes. (Revelaciones 22: 20-21) En verdad está llamándonos a un futuro misericordioso y compasivo de nueva vida aun en el rostro de la muerte.

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