Segundo domingo de Cuaresma

Mateo 17: 1-9

Queridos amigos, Aun cuando la historia de la Transfiguración está en los tres ciclos de nuestra celebración de Cuaresma, a primera vista y aun a tercera vist
a,  es difícil de imaginar cómo esto encaja en el sombrío mensaje de la Cuaresma.  En verdad se ajusta bien al propósito de Cuaresma. Este es un tiempo para ayudar a prepararnos al ayuno, la oración y la limosna para la celebración de la muerte y resurrección de Jesús. El misterio central es el evento de los tres días santos del Triduo. En la Cuaresma todo se trata de prepararnos para entrar en el misterio del amor de Dios revelado en Cristo Crucificado y Cristo Resucitado.

La Transfiguración es una continuación de la pregunta de Cristo en Mateo 16:13, ¿Quién dicen que soy? Pedro contestó bien pero se desconcertó cuando Jesús lo desafió con la idea de un Mesías que debe sufrir. A los ojos de Pedro, Jesús era “el Mesías, el Hijo del Dios viviente.” (Mateo 16:16) ¿Cómo podría sufrir Él? Jesús solamente profundizó la confusión de Pedro con la orden, “aléjate de Mí, satanás” (Mateo 16:23) Pedro fue el primero. Sin embargo, el misterio de un Salvador divino en la Cruz continúa desconcertándonos hoy. Es por eso que la iglesia nos llama a orar y ayunar otra vez para entrar en la verdad central de nuestra fe en los eventos de la Semana Santa. La Transfiguración es un recordatorio que este sufrimiento del Mesías es verdaderamente divino.


En la historia actual de la Transfiguración, Jesús revela que Él está cómodo en el mundo divino así como en la realidad diaria de Galilea. Cuando Él calmó los vientos de la tormenta y las olas y cuando Él caminó sobre el agua manifestó otros ejemplos de su divinidad.

Una vez más, Pedro es un modelo perfecto para nosotros: él no lo entiende ni nosotros tampoco. Él quiere construir las tiendas y, a propósito, cancelar el viaje a Jerusalén y lo que él ve como una posibilidad destructiva.

El Padre en ese momento interrumpe a Pedro: “mientras él estaba hablando…entonces una voz desde las nubes dijo, “Este es mi hijo Bien amado. Escúchenlo.” (Mateo 17:5)

El punto es claro. Jesús dijo que va a Jerusalén a sufrir y a morir. Necesitamos estar listos para tomar nuestra propia cruz y morir a nosotros mismos siguiéndolo a Él en el camino a Jerusalén. El “Escúchenlo a Él” es el mensaje de la Cuaresma. Como Pedro, necesitamos apartar nuestros planes para construir las tiendas y enfrentar la realidad de seguir a Jesús en sus términos.

“Escúchenlo a Él” es una invitación al mensaje de Jesús. Tantas veces como escuchamos la historia, aun contiene las semillas de luz y sabiduría, de esperanza y ternura para nosotros. Siempre estamos al filo de nuestra fragilidad y mortalidad humana. Ya sea en el quebranto de nuestras relaciones, las consecuencias del pecado, o la corrupción de nuestro mundo, necesitamos buscar las profundidades de nuestros corazones y ¡“Escucharlo a Él”! Él revelará de nuevo que la última palabra no es enfermedad, injusticia, prejuicio, las debilidades del poder impresionante de la naturaleza o la muerte. La última palabra revelada en el Cristo Crucificado y Resucitado es la vida y la victoria del amor. Una vez más, nuestro viaje a Jerusalén en Cuaresma,  al igual que en nuestra vida, es una invitación para entrar en el misterio que une lo divino con el sufrimiento  y lleva a la victoria de la Pascua.

“Escúchenlo a Él” es una petición para abrir los ojos y los oídos de nuestro corazón para abrazar nuevas posibilidades de vida y reconciliación, oportunidades frescas para hacer el Evangelio se encarne en nuestro tiempo y en nuestra vida. Nuestro compromiso para seguir en el camino a Jerusalén nos llevará a través de la muerte a la vida una vez más conforme nos preparamos para celebrar el Aleluya de la victoria de Dios.

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