La Oración de Teresa

Llamada a la Aceptación

“No tengan miedo” o fraseología similar, aparece como un verso en la Escritura por más de trescientas veces en la Biblia. Siempre revela un sentido de la presencia de Dios.

Teresa entendió esta providencia amorosa como la fundación de la realidad. Es el centro de su mensaje en su famosa oración  en los separadores de libros. La oración es una invitación a entrar en el misterio de la presencia amorosa de Dios. Nos invita a aceptar la vida como es. Para Teresa la vida nos llama al amor de Dios. La vida es la Gracia más grande. Jesús reveló este poder de aceptación cuando Él oró en el huerto, “que no se haga mi voluntad sino la tuya.” (Lucas 22:42)

Dejar ir las ilusiones de nuestro control de la realidad es una parte central de las enseñanzas de Teresa. Dejar ir y permitir a Dios en una entrega de aceptación de la situación de nuestra vida es una pieza central en el mensaje de Teresa. Esto evoluciona de un crecimiento permanente en nuestra madurez espiritual. La mayoría de nosotros tenemos un largo camino por andar. Necesitamos continuar en la lucha. Solamente podemos hacerlo a nuestro modo un paso a la vez.

Esta aceptación no nos hace robots. Tenemos la responsabilidad de vivir la vida al máximo con integridad y autenticidad. Hacemos esto al desarrollar nuestros talentos. Necesitamos ser atentos, inteligentes, razonables, responsables y amorosos.  Eventualmente confrontaremos la arbitrariedad y el lado oscuro de la realidad más allá de nuestro control: enfermedad, desigualdad, prejuicio, relaciones fracturadas y otras dimensiones incontables de la vida que simplemente no podemos cortar y pegar para resolver el problema. Lentamente aprendemos que  los problemas no son el problema. El problema es cómo nosotros respondemos a los problemas. Este es el rol crítico de la aceptación.

Todos nos encontramos a nosotros mismos en algun lugar durante esta jornada. Cuando la vida con sus muchos crueles desafíos llega en un nivel más allá de nuestro presente estado de aceptación, la bella oración sale por la ventana en la tormenta de nuestras ansiedades y temores. Dejar ir la ilusión de nuestro control de la ralidad, es el mensaje fundamental de ambaos la oración de Teresa y de su programa,  es la pieza central de nuestra madurez espiritual y la mayoría de nosotros simplemente no estamos todavía ahí.

Yo recuerdo un momento glorioso de cuando tenía doce años. Los Medias Blancas,  mi equipo favorito de baseball, estaban en una extendida racha de ganes que marcaba el final de muchas décadas de mediocridad. Durante esta racha de ganes yo cree una forma segura de ayudarles a ganar. Mientras escuchaba el partido y ellos necesitaban ayuda yo me arrodillaba en el sofá e incrustaba mi cabeza en la esquina.

Mis hermanas decían que yo estaba loco pero los Medias se mantuvieron ganando hasta que perdieron. Mi falla para ayudar a los Medias Blancas fue el inicio de un largo camino para aprender que yo no podía controlar la realidad. Dolorosamente me retiré de la postura de incrustar mi cabeza en la esquina del sofá y más dolorosamente aun acepté el hecho de que los Yankees eran un mejor equipo.

He pasado el resto de mi vida creando proceso mucho más sofisticados para tratar de controlar la realidad pero todos han sido igualmente inutiles al final. Supongo que ustedes lo describirían como de voluntad firme, mente estrecha, soñador ideológico o aun irrealista. La única cosa que todo eso tiene en común fue la falta de aceptación y un deseo apasionado para hacer que la realidad  se ajuste a mis términos. Yo creo que comparto esta experiencia con la mayoría de gente.

La oración de Teresa es una invitación para ser reales, para estar abierto a la vida en todos sus quebrantamientos y limitaciones tanto como en sus bellezas y maravillas. Esto es donde encontramos a Dios no en las ilusiones y decepciones de nuestro autocentrado corazón.

Los valores de una sociedad consumista tienden a ser una gran distorsión de la realidad. Tomen la juventud como ejemplo. La juventud no es una prioridad en la agenda de Dios. Nosotros no nos vamos volviendo más jovenes y ese es el plan de Dios. De otra manera el reloj sería cambiado. Con frecuencia estamos en el conflicto de mantenernos jovenes y de enfrentar la realidad de prepararnos para la vejez del futuro. La aceptación nos dice tomar el seguro de vida pero tambien estar abiertos a esa futura vejez con sus numerosos encuentros con nuestros límites. Ser realistas va mucho más allá de tener el plan financiero correcto.

La realidad presenta un contexto donde la tensión entre lo bueno y lo malo, el amor y el odio todavía nos ofrece muchas elecciones que más bien deseariamos no tener. Ya que el mensaje del Evangelio es muy claro.  Dios nos dice que hay vida en medio de la muerte. “todo aquel que quiera salvar su vida la perderá; pero cualquiera que pierda su vida por mi causa,  y la causa del Evangelio, la salvará” (Marcos 8:35)

Nuestros problemas y tragedias ofrecen una incesante posibilidad de nueva vida. Dios tiene la última palabra. No es odio sino amor, no es prejuicio y aislamiento sino inclusión y reconciliación, no es violencia sino paz y no es muerte sino vida. Esta última palabra revelada en Cristo crucificado y Cristo Resucitado penetra toda realidad. Esto es por lo que la forma de ver hacia adelante es aceptar la vida en todas sus expresiones.

El programa de Teresa, reveló simple pero bellamente en su famosa oración, está incrustada de aceptación. Ella nos llama a simplemente abrazar la realidad no importa si su entorno es de esperanza o de ambigüedad. Ella es clara en que la vida es como es, no como nosotros queremos que sea. La vida abraza las semillas de nuestra última alegria y realización “Nada te turbe” porque al final Dios tiene un mejor plan.

Aceptar la realidad se reduce a aceptarla en todos los niveles de la vida: aceptación del propio ser, aceptación de los demás, y aceptación de Dios. “Todo se pasa. Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza.”

Teresa explica detalladamente esta aceptación en su enseñanza de las virtudes de desapego, humildad y caridad. El desapego es auto aceptación; la humildad es la aceptación de Dios y la caridad fraternal es la aceptación de los demás.

La humildad es la verdad. Esta virtud nos ayuda a ver nuestra dependencia total de Dios como nuestro Creador. Nosotros somos las criaturas, pecadoras y quebrantadas. La humildad es la aceptación de esta completa dependencia de un Dios amoroso y misericordioso. Conforme crecemos más profundo en la oración hay una lenta revelación de ser que es consumada en cada manera de la auto absorción. La humildad nos ayuda a enfrentar este doloroso autoconocimiento. Conforme la humildad crece empezamos a ver más claramente que todas las cosas buenas vienen de Dios.

El desapego está colocando a todas las criaturas de Dios en el orden correcto. Es una aceptación básica de nosotros mismos. Nosotros gradualmente vemos las distorsiones de un corazón fragmentado que constantemente están fabricando falsos dioses que estan bajo nuestro control y que, al regreso, crea ilusiones de auto importancia. El don del desapego puede liberarnos de algunas cosas tan abrumadoras como una adicción a drogas, a alcohol o tan simple como renunciar a un programa favorito en TV, o un juego de futbol para ayudar a alguien. El desapego nos libera de cualquier cosa y de todas las cosas que ofrecen un obstáculo para hacer la voluntad de Dios.

La caridad es la propia aceptación de los demás. Tanto como la atesorada oración de Teresa ella era inexorable en que el amor por nuestros hermanos y hermanas era el índice de nuestro crecimiento espiritual. Para ella el viaje interior es validado y medido por la calidad de nuestras relaciones interpersonales. Este amor es la condición esencial para el movimiento hacia el centro donde aguarda Dios.

En el programa de Teresa hay una espiral de crecimiento  en las relaciones dinámicas de las virtudes, oración y aceptación. Ellas se apoyan mutuamente en el crecimiento de unas a otras a lo largo del camino dentro del misterio de nuestro Dios amoroso que nos llama en medio de la vida. “Quien a Dios tiene nada le falta.”

En los cinco pasos de la muerte uno finalmente llega a la rendición pacífica en aceptación de la realidad de la muerte. En la oración de Teresa y en su programa estamos llamados a la misma aceptación. En esta rendición somos bendecidos con el principio del cielo aquí y ahora. “Solo Dios basta.”
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