El corazón esclavizado-I

Adoración a los Falsos dioses

Elías tuvo una batalla épica en el Monte Carmelo con los falsos profetas de Jezebel, la patrona del dios falso, Baal. Elías, durante el acalorado conflicto se dirigió al pueblo con una clásica pregunta buena para todas las edades: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. (1 Reyes 18:21)

Parece una opción fácil para nosotros. Sin embargo, cuando los dioses de Baal llegan en forma de dinero, un estilo de vida más cómodo, nuestros prejuicios y especialmente nuestras adicciones grandes y pequeñas, la opción se vuelve mucho menos clara.

El corazón humano distorsiona facilmente las relaciones con la gente, con las cosas y con las ideas. Este es un jale natural hacia la conveniencia de la compulsión. Esta relación se vuelve gradualmente un apego para nosotros. Esta es la distorsión fundacional. Basicamente estamos atando el espíritu humano a algo o a alguien que no es el amor. Estamos buscando a Dios en la criatura.

Estos hábitos de apego hacen la vida más facil al principio pero gradualmente nos deslizamos de la libertad de amar al temor de la pérdida. Muchos apegos se deterioran hasta las adicciones las cuales fomentan un corte en nuestra libertad en un grado escalado de compulsión. Juan de la Cruz enlista algunas cosas muy simples que pueden ser un apego en la forma de adicción: el hábito de ser excesivamente hablador, la forma de preparar la comida, un libro o una celula. Luego, por supuesto,  están las relaciones personales.  En nuestra sociedad consumista la gente gasta grandes cantidades de dinero para esclavizarnos a sus productos. Los horizontes siempre en expansión del mundo digital ofrece incontables nuevas oportunidades para la adicción.

La adicción es un proceso profundamente disruptivo en el viaje espiritual. Es una poderosa y compulsiva  falsedad que sofoca la libertad. Es básicamente un compromiso esclavizador con frecuencia bajo el disfraz de una actividad inocente. Las adicciones son los comportamientos profundamente destructivos como el abuso del alcohol y drogas hasta aparentemente actividades inofensivas como seguir a tu equipo favorito o la indiscreción familiar. Todas las adicciones comparten un elemento destructivo: la reducción de la libertad humana que es necesaria en nuestra búsqueda de Dios.
Todo ser humano tiene adicciones, casi siempre escondidas en la seguridad de una falsa conciencia. Las adicciones deben ser dirigidas para liberar nuestro corazón para Dios. La elección es simple de acuerdo con Elias: “Si el Señor es Dios, síganlo, si lo es baal, síganlo.”

Mientras la elección es simple, la identificación de lo dominante y la libertad a la adicción al robo con frecuencia es más bien complicada. Con frecuencia toma años exponer nuestros ídolos enrollados en nuestra aparentemente inofensiva adicción. La complejidad de los programas de doce pasos son un testimonio para este desafío. La fidelidad para profundizar, la oración personal que lleva al autoconocimiento tiene la clave para superar las adicciones.

Las adicciones distorsionan nuestros deseos más honestos y reales por la verdad y el bienestar, el hambre básica por Dios en nustro corazón. Esta es la razón por la que no hay tal cosa como una adicción inofensiva. Todas las adicciones son piedras de tropiezo serias en el viaje hacia Dios.

El corazón humano es en verdad una máquina que hace ídolos a causa de la realidad básica de nuestras adicciones. Los ídolos, los dioses falsos que creamos tan fácilmente, producen desintegración y fragmentación del corazón, sufrimiento de la pérdida de libertad. A menudo pensamos que los ídolos del Antiguo Testamento son distantes y no tienen relación con nuestra experiencia. Pero lo que los ídolos exponen es fundamental en la experiencia humana.

Nuestra búsqueda de Dios siempre es distorsionada por un corazón roto por las adicciones. Continuamente hacemos corto circuito en la búsqueda con los falsos dioses de nuestros idolos que mantienen nuestra comodidad y autodecepción.  Este proceso de decepción está enraizado en el feroz poder de nuestras adiccines buscando mantener el control.

Los actos más puros de fe con frecuencia vienen de la oscuridad de nuestras adicciones. Parece que siempre nos llaman al riesgo. La mayoría de veces esta rendición en la fe no nos trae un sentido de serenidad y paz sino una incertidumbre que nos llama a una confianza mas franca y profunda en Dios.  Con mucha frecuencia, cuando nos alejamos de las adicciones estamos más cerca de Jesus en el huerto que de Jesús en la trasnfiguración.

Regularmente fabricamos ídolos en la búsqueda de seguridad y control. En este punto la Biblia es clara desde Abraham hasta Jesús. Un tema común de libertad en la Biblia Hebrea y en el Nuevo Testamento es el viaje, la peregrinación.  La peregrinación es la norma de las Escrituras y con ellas viene una inseguridad básica y un llamado para confiar y abrirse a la vida.  Somos conducidos por un corazón distorsionado que quiere seguridad en nuestros términos, un hogar estable más que el desafío de la incertidumbre de la jornada. Queremos establecernos con cercas claras que definan los límites de nuestra realidad. Con buen agrado aceptamos una hipoteca para remover cualquier apariencia de incertidumbre. Para ser rey o reina de nuestra propia mansión va mucho más profundo de lo que pensamos.

Quisieramos establecernos con los dioses menores que son menores porque podemos controlarlos. Entre estos dioses menores  nuestros apegos y adicciones tienen la posición más prominente. El corazón lucha constantemente con este equipaje excesivo que obstaculiza el viaje.

Entramos a la implacable batalla de elegir el bien o el mal, una falsa seguridad o una franqueza a la llamada de Dios. La parábola de Cristo de la cizaña y el trigo (Mateo 13:24-30) simboliza esta batalla siempre furiosa entre la gracia y el pecado.

Cuando salimos de la cama en la mañana usualmente tenemos un conjunto de relaciones y responsabilidades que definen nuestro mundo. La llamada del Evangelio demanda una respuesta de amor y generosidad en nuestro concreto y especifico mundo de familia, trabajo, comunidad y con frecuencia nuevas posibilidades de expansión. Sin embargo, el tirón del corazón fragmentado nos mueve hacia el egoísmo, la negligencia, la rutina de estrechamiento de la compulsión. El facil y cerrado mundo que creamos para nosotros mismos en la falsa seguridad de nuestras adicciones protege nuestro control, limita nuestros horizontes. Nuestra hipoteca necesita rendirse ante la peregrinación,  hacia la libertad de la llamada del Evangelio.

El desafío del Evangelio como es visto a través de la tradición de la espiritualidad Carmelita fija el amor como prioridad. El amor nos impulsa a confrontar nuestro pequeño, controlado mundo y nuestro estilo de vida. Esto significa estar abierto a otros empezando con nuestras responsabilidades inmediatas y expandiendo a la apelación de los vecinos. Esta invitación se experimenta a un nivel personal y a un nivel social. Ambas dimensiones nos llaman a ser responsables por nuestro mundo. El amor nos empuja hacia la peregrinación, la hipoteca nos detiene.

Los ídolos de nuestro tiempo no son solo amores personales y posesiones, sino especialmente idolos de poder, pretigio, control, exclusividad y dominio. Estos ídolos nos llevan a la negligencia en nuestras relaciones inmediatas y con frecuencia a la ceguera hacia los pobres y su situación en nuestro mundo y otros problemas de justicia en la sociedad.

Nuestro anhelo por el control se resiste a la llamada del Señor para peregrinar y la confianza. Enfrentamos la  elección fundamental justo como en el tiempo de Elías o en el mensaje de hoy de Jesús: el Dios verdadero o el dios de nuestro control, comodidad y conveniencia, la peregrinación o la hipoteca. Es casi siempre una elección de libertad o adicción.


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