Meditación Cristiana

La cosa más importante para aprender sobre la meditación es meditar. Es extraordinariamente simple. Ese es el problema. Muy pocos, al escuchar por primera vez sobre esto, pueden creer que la simplicidad puede ser muy poderosa.

Asi es como se medita. Siéntese. Siéntese derecho y permanezca asi. Cierre sus ojos suavemente. Siéntese relajado pero alerta. En silencio, interiormente, empiece a decir una sola palabra. Nosotros recomendamos la palabra de la oración Maranatha. Recítela en cuatro sílabas de igual longitud. Escúchela mientras la dice, suave pero continuamente. No piense o imagine nada – espiritual o de cualquier otra índole. Si los pensamientos o imágenes vienen a su mente, estas son distracciones en el momento de la meditación, de manera que regrese a decir simplemente la palabra. Meditar cada mañana y cada tarde entre veinte y treinta minutos. 

Nosotros tenemos tres metas sencillas para guiarnos en nuestra meditación de dos veces por dia.

1.) Nosotros repetimos el mantra el tiempo completo de la meditación. Esto es una habilidad y tomará algo de tiempo crear un hábito constante.

2.) Decimos el mantra durante la meditación sin interrupción. La tarea aquí es regresar continuamente tan pronto como sea posible de las constantes distracciones que son el hambre constante del ego por tener el control.


3.) Al decir el mantra consistentemente nos trazamos en las profundidades de nuestro ser más allá de lo pensado, la imaginación y todas las imágenes. Descansamos en la presencia de Dios que mora en lo profundo de nuestro corazón que es La Tierra Escondida del Amor.


La gente con frecuencia está interesada en lo que la meditación puede enseñarles sobre ellos mismos. Es facil para nosotros ver todas las cosas en términos de auto-mejoramiento, auto-terapia y auto-entendimiento. Hay un valor en esto  pero la auto-fascinación puede ser desastroza para el viaje espiritual. Hay un peligro que después que tomamos la meditación vemos que nos entendemos mejor y asi nos desviamos de la auto-trascendencia a la auto-fijación.

El Evangelio no es sobre nuestro propio análisis sino sobre nuestra propia trascendencia. La meditación sucede solamente cuando ponemos la atención lejos de nosotros.

Cuando empezamos, estamos preocupados por el progreso, y que tan perfectamente vamos siguiendo la práctica. Pero aprendemos que tenemos que dejar ir los intentos para medir el progreso. Este es el desafío. Significa simplemente mantenerse diciendo el mantra desde el principio hasta el final.

Cualesquiera que sean los pensamientos que vengan a su mente, si son buenos pensamientos, pensamientos religiosos, pensamientos santos o malos pensamientos, déjelos ir todos y regrese a repetir el mantra.

Aquí esta un escenario que evoluciona de nuestra práctica fiel de la Meditación Cristiana diaria. En un periodo de tiempo crecemos en auto-trascendencia junto con un profundo sentido de unidad personal. Desarrollamos un sólido sentido de integridad personal. Experimentamos una nueva apertura y madurez en nuestras relaciones personales. Constantemente nos movemos del auto-centrismo hacia la unidad interior y armonía. Una conciencia que se expande nos dirige a un sentido más profundo de la presencia de Dios.


Todos empezamos nuestra peregrinación en medio de nuestro quebrantamiento. Las divisiones son profundas: entre el corazón y la ment, el el cuerpo y el espíritu. Vivimos en un mundo dualista. Nuestra concepción de la realidad pasa a través de un corazón fragmentado.

Todas las máscaras, ilusiones y falsas percepciones de nosotros mismos y de los demás y de Dios son formadas por el ego. El ego es como un prisma. La luz de la realidad pasa a través de el y es refractada. La forma de la luz pura es partida en diferentes partes que son  reborados de su curso original. Estas distorsiones crean el falso yo el cual se centra en las necesidades del ego.

La meditación disuelve el prisma. Reune el fragmentado haz de luz.  Nos dispone, como don puro, para ser completamente abiertos a la maravilla de la unidad de Dios.

El ego siempre esta trabajando para proteger sus intereses. Esto es el programa de mantenimiento del falso yo. El verdadero yo, el centro que es la Tierra escondida del amor, es creada para la auto-trascendencia. El retorno al centro el cual es la expresión completa de la salvación Cristiana es como nuestra creación en si misma, un regalo de Dios. Decimos nuestro mantra por el regalo de Dios y llegamos al verdadero yo en el propio tiempo de Dios. Todo lo que tenemos que hacer es desechar nuestro ser, para hacer que nuestro ser esté disponible. Lo que hacemos cuando meditamos en la mañana y en la tarde. Hacemos esto al dejar atrás todo pensamiento junto con una imaginación errante.


Toda oración Cristiana es basicamente la experiencia de ser lleno con el Espíritu, y así, en cualquier discusión sobre oración deberiamos poner atención al Espíritu y no a nosotros mismos. En Romanos 8, Pablo lo pone de esta forma: “Nosotros ni siquiera sabemos como orar, pero a través de nuestros gemidos inarticulados el Espíritu en sí mismo está suplicando por nosotros, y Dios que escudriña en lo más intimo de nuestro ser sabe lo que el Espíritu quiere decir.” (Rom. 8:26-27) 

En la meditación nuestra forma de avanzar es una creciente conciencia  del Espíritu orador dentro de nosotros. Esto viene de nuestra fidelidad al repetir el mantra. La oración es decir el mantra y escucharlo. Lo dejamos atraer nuesta atención conforme uno cae más profundo en el silencio. Es la repetición fiel de nuestra palabra la que nos integra con todo nuestro ser. Sucede asi porque nos trae al silencio, a la concentración,  a la profundidad necesaria de conciencia que nos permite estar abiertos de nuestra mente y nuestro corazón a la obra de amor de Dios en lo más profundo de nuestro ser.

Conforme florece el autoconocimiento nos volvemos concientes de cuan profundamente estamos heridos por las consecuencias de la fatal manzana de Adán y Eva. Hay una división básica de la mente y del corazón que afecta todas las cosas dentro de nosotros y nuestro encuentro con toda la realidad.  En la meditación todas las alienaciones de impotencia, aislamiento y vacio junto con la corrupción de nuestras relaciones sociales y personales gradualmente salen a luz. Todo esto se funde en una división básica, un alejamiento entre la mente y el corazón.

Todas nuestras desviaciones se resuelven y todo nuestro pensamiento y sentimiento se potencian y se unen cuando el corazón fragmentado es sanado. La tarea Cristiana esencial es restaurar la unidad entre la mente y el corazón por medio de la oración. El mantra provee este poder integrador. Es como una armonía que experimentamos gradualmente en la profundidad de nuestro espíritu, trayéndonos a un sentido de profundidad como nunca de nuestra propia integridad y unidad. Nos lleva a la fuente de esta armonía, a nuestro centro, nuestro verdadero yo, asi como la alarma del radar guia por senda segura a un barco en medio de la neblina espesa. Asi tambien nos reacomoda, en el sentido de que pone todos nuestros poderes y facultades en linea justo como lo hace un magneto al ponerlo sobre hierro y coloca todo con su respectivo campo de fuerza.

La gracia de esta sanación fluye del centro. La tradición de la oración Cristiana nos enseña que estamos irresistiblemente y continuamente atraídos de nuevo al centro de nuestro ser por medio de un hambre de nuestro corazón por la unidad. A través de la peregrinación diaria de meditación empezamos a vivir de una nueva y creativa conciencia que fluye del centro.

En la meditación ponemos nuestro ser en contacto con la fuente de energía para toda la creación. Abandonamos el falso yo con todas sus decepciones y obsesiones para entrar a la realidad de Dios que es amor.

Este encuentro en silencio en los profundidades de nuestro ser nos renueva y nos sustenta. Abre nuestras relaciones, nuestro trabajo y toda nuestra vida al llamado del amor. Todas las otras formas de oración son profundizadas. Nos sumerge con energía creativa. Los temores, ansiedades, y distorsiones del ego gradualmente se desvanece. Estamos en el viaje a la integridad. Estamos en el viaje a casa. 
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