La Gracia está en la Lucha

En la parábola de la cizaña y el trigo (Mateo 13:24-30) Jesús captura uno de los aspectos más profundos de nuestra experiencia humana. El problema estará ahí hasta el final. Nosotros vemos esta mezcla del bien y el mal en todos los niveles de la realidad: la familia, nuestra comunidad, nuestra parroquia, nuestra sociedad y mayormente dentro de nosotros mismos.

El autoconocimiento es fundamental para la espiritualidad Carmelita. Esta nueva auto-conciencia es complementada con una apertura a la vida que es guiada por oración y una actitud reflexiva.

Con frecuencia, esta búsqueda del autoconocimiento no es un proceso placentero. Nos ponemos cara a cara con nuestra oscuridad personal en un proceso lento y gradual. Nuestras adicciones, apegos, ilusiones y prejuicios suben para revelar un falso yo que ha estado alejandonos de caminar con Jesús. La tentación es grande para abandonar los problemas serios y difíciles y llevarnos a lo superficial. Cuando rechazamos el llamado para enfrentarnos a nosotros mismos verdaderamente, nos volvemos la fuente de nuestros propios males y de nuestro propio sufrimiento porque el corazón está desorientado. Está en un sendero hacia ningún lado.

Una vez más necesitamos regresar a Jesús.

A pesar de la evidencia del mal que es tan penetrante en nuestra experiencia diaria, la espiritualidad Carmelita testifica que el amor de Dios está siempre presente aun en los escombros de la vida, en el tiempo de nuestras más profundas aflicciones.

En las primeras etapas de la oración empezamos buscando una respuesta para los problemas de la vida. Esta búsqueda se hace con una fe creciente. Sin embargo, con más experiencia, aprendemos que las oraciones respondidas hoy rapidamente dan lugar a una avalancha de nuevos problemas mañana.

Eventualmente, se vuelve claro que tenemos que cambiar nuestro enfoque. Tenemos que aceptar a Dios en los términos de Dios y no trivializar nuestra jornada de fe al pensar en Dios como alguien que está ahí principalmente para solucionar nuestros problemas. Este cambio no es una tarea facil ni pequeña. Una gran visión interna viene cuando nos damos cuenta que los problemas no son el problema. Nuestro enfoque en las dificultades de la vida es lo único que necesitamos cambiar.


Los tres grandes santos Carmelitas y Doctores de la iglesia son: Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz y Santa Teresita, la Pequeña Flor. Cada uno de ellos llegó a un punto en sus vidas donde aceptaron a Dios en los términos de Dios. Esta aceptación los llevó a ellos a una gran sabiduría. El resultado en sus vidas y en su mensaje es una apasionada historia de amor. Ellos son muy reales. Ellos reconocen la profundidad y las consecuencias de la lucha entre el bien y el mal, las cizañas y el trigo.  Ellos rechazan la superficialidad y lo engañoso de “hazme sentir bien Jesús” que es el enfoque de las religiones organizadas de hoy. Al buscar solamente la comodidad de la religión y evitar la parte desafiante creamos un mundo basado en la fundación que se desmorona de nuestras ilusiones personales, sociales y culturales. Lo que es real es real, sin embargo, nuestro pequeño mundo nunca será libre de las consecuencias universales de la condición humana. La Biblia es clara en que las cizañas están ahí hasta el final. La respuesta está en como tratemos con esta situación fracturada.

La mayoría de gente eventualmente llegan a la conciencia de que necesitan una espiritualidad que los dirija en lo trágico y fracturado de los elementos de la vida. Jesús fue claro sobre esto en su llamado a unirse a Él en el camino a Jerusalén.

Nosotros somos criaturas, limitados pero llamados a lo infinito. Somos llamados a ir más allá de nuestros pequeños sueños hacia un Dios de amor ilimitado e incondicional. Nosotros tenemos energia increíble y creatividad para negar que somos pecadores, aun cuando somos amados y salvados y llamados como pecadores.

La misericordia de Dios está siempre merodeando, siempre buscandonos.  Una mística de la edad media, Julian de Norwich, lo puso de una manera muy bella cuando dijo: “Primero viene la caída y luego la recuperación de la caída. Ambos son la misericordia de Dios.” El mensaje de ella es claro. Aun en nuestro pecado Dios encuentra una manera para amarnos.

La Gracia está en la lucha. La vida nunca está completa. Siempre es desordenada. Es la naturaleza de las cosas que todas las relaciones sean incompletas. Hay una edificación en el factor de cambio. No podemos parar el reloj. Los niños crecen demasiado rápido y aun más rapidamente, de la edad media pasan a la edad adulta.

Juan de la  Cruz tiene buenos consejos para estas crisis inevitables de la vida. El dice que el amor de Dios está escondido en el caos y uno no está listo para ver o experimentar este amor al principio. Juan expone una respuesta simple: paciencia, confianza y perseverancia.

Las cosas estan sucediendo en medio de los disturbios. Los falsos dioses lentamente son expuestos en la vanidad que pasa y que es su verdadera identidad. Nuestro corazón gradualmente se vuelve libre de las decepciones que nos cegaban y cegaban nuestro camino a Dios.

La Gracia está en la lucha. Entre en la lucha de la vida. Tome la vida. No acepte gracia barata ni respuesta fácil. Hay oro que puede ser encontrado en nuestras dificultades. Las cargas de la vida abren un sendero hacia Dios cuando perseveramos en la paciencia. La meta no es simplemente evadir los problemas sino ver los problemas como una invitación a un verdadero encuentro con Dios.  La Gracia Está en la Lucha.
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