Contemplación


El Castillo Interior de Teresa de Avila es un clásico de la espiritualidad y oración. Describe las etapas de nuestra experiencia de Dios en siete niveles, llamados moradas.

En la cuarta morada hay una profunda y sutil conversión. Hasta este punto la mente y la imaginación han jugado el papel dominante al mantener a la persona en contacto con Dios. Ahora en nuestra oración Dios actua de una nueva manera. La tarea de la cuarta morada es dejar ir y rendirse para hacer espacio para Dios.

Hay un cambio de enfoque. Con un nuevo rol de Dios en nuestra oración, en nuestra mente, en nuestro corazón y en todo nuestro ser enfrentando esta nueva realidad. Nuestra percepción y, aun más, nuestra experiencia  de Dios tanto como el entendimiento de nuestro propio ser, empieza un cambio de imagen radical. Estos cambios producen un sentimiento de confusión. Nuestro sentido de claridad y seguridad en cosas espirituales se desmorona. La rendición y la aceptación son la forma de avanzar. La pregunta de quién es Dios y de cómo Dios responde a nuestras expectativas están en el corazón de esta confusión y oscuridad. San Juan de la Cruz dice:

“La contemplación no es otra cosa que una secreta, pacífica y amorosa infusión de Dios, el cual, si el alma permite que suceda, infunde un espíritu de amor.” (Noche Oscura 1.10.6)

La Contemplación trae un cambio en nuestro estilo de amar. Lentamente nuestra necesidad por el control, maneja y manipula nuestra relación con Dios, nuestra situación de vida y la de otros se desvanece. En cambio, hay un profundo sentido de ser amado por Dios y un deseo de compartir estos retoños de amor. Nosotros dejamos ir y dejamos de resistir la urgencia por  controlar a Dios y toda la realidad. Dejamos que Dios se encargue de nosotros.

Dios esta tomando una iniciativa especifica en nuestra oración a través de una afluencia silenciosa de amoroso conocimiento. Ya que nuestra mente es ya incondicional a Dios reacciona con confusión a una conversación que tiene lugar en silencio.

En la contemplación Dios mueve el alma en formas que son totalmente nuevas para nosotros. Esta presencia tiene lugar sin imágenes, en silencio y con una amorosa comunión. Nuestra manera usual de reflexionar y pensar en oración disminuye conforme un nuevo modo de oración evoluciona lentamente. Nuestros pensamientos con frecuencia vagan en las afueras del castillo mientras, como nos lo recuerda Teresa, “El alma esta completamente unida a Dios en la morada mas cercana al centro. (IV. 1.9)”

En la medida en la que ahora nos movemos hacia adelante en fe y confianza, experimentamos un nuevo estilo de presencia. La oración contemplativa demanda sinceridad al cambio. La cuarta morada, a traves de la rendición y la cooperación, ofrece un grado de transformación y purificación que no es posible en la tercera morada. Aquí Dios actua para alejarnos del control y de la decepción del ego y del falso yo. Entonces comenzamos a ver como Dios ve y a amar como Dios ama. El premio demanda que nosotros dejemos ir nuestros más profundos apegos y adicciones. El falso yo tiene un hambre por mantener estas ilusiones y decepciones. Una amplia gama de juegos mentales fluyen de esta aprehensión del falso yo. Desesperadamente quiere evitar la oscuridad necesaria que trae la verdadera libertad de la contemplación. Esta purificación se vuelve la mayor tarea en la quinta y la sexta moradas.

La jornada hacia el centro ocurre con una nueva e inimaginable penetración. A este nivel, hay participación en la vida de Dios nunca antes experimentada. Esta nueva conciencia es la contemplación. En su escrito Nuevas Semillas de Contemplación, Thomas Merton dice, “La contemplación es un obsequio repentino de conciencia, un despertar a la realidad dentro de todo lo que es real.”

Esta es la meta de la vocación Cristiana: experimentar la contemplación, esta invitación y presencia especial de Dios en nuestras vidas. Una vida fiel de oración y servicio ayuda pero la contemplación es siempre un regalo de Dios.

En la contemplación estamos enamorados de Dios con una nueva profundidad de conciencia que solamente Dios hace posible. Dios ahora se da Él mismo en amor en una forma más intima. Este amor crea cambios que son profundos y transformadores. El acorazado control del ego se derrite. Una nueva paz burbujea desde lo profundo. Dejar ir ahora significa ahora una libertad nunca antes concebida.

Los Carmelitas describen la contemplación en su Constitución # 17:

 “Contemplación es una experiencia transformadora del abrumador amor de Dios. Este amor nos vacía de nuestras humanas e imperfectas formas humanas de pensar, de amar, de comportarnos,  transformándolas en formas divinas.”

El mensaje de Teresa es que la oración hace posible la peregrinación a Dios que es energizada por la experiencia contemplativa. La oración como un evento de múltiples capas continua creciendo. Este nuevo nivel de oración es inexorable en sus demandas. Teresa dice que la nueva oración contemplativa necesita llevar hacia las buenas obras y a abrirnos a las necesidades de nuestro projimo. En esta dinámica de oración y servicio son indispensables para la peregrinación hacia Dios. En la contemplación Dios nos energiza para hacer la jornada más rápida al crecer en oración y servicio. En la conclusión de la séptima morada la cual es la máxima unión con Dios Teresa dice que ultimadamente todo tiene que ver con las buenas obras.

Necesitamos evitar hacer la posibilidad de la contemplación aun demasiado exclusiva o esotérica o, por el otro lado, simplemente demasiado ordinario. La contemplación no es una experiencia de dicha dada a algunas puras y elegidas almas ni es algun gesto simple con un sacrificio personal mínimo. Viene de la generosidad profunda de oir y responder al llamado del Evangelio de Jesucristo. En consecuencia de este compromiso profundo gradualmente somos purificados y transformados. En la contemplación en el mensaje del Reino de Jesús expande nuestros horizontes e incrementa nuestra profundidad. Ofrece una nueva visión de la realidad moviendose hacia su plenitud en Dios. La clave para entender la contemplación brota de seguir completa y generosamente a Jesucristo.

Para entrar a la contemplación necesitamos esperar ante el Señor con toda nuestra vulnerabilidad, aun cuando nuestro fragmentado corazón está empujandonos ferozmente lejos de este encuentro. Una nueva profundidad de autoconocimiento es dos cosas vergonzoso y doloroso aunque nos invita a regresar a Dios en una nueva apertura sincera y libertad. El amor de Dios simplemente se pone al cargo en lugar de una expansión de conciencia del mal que aun está presente en nosotros. El jale del verdadero centro es inexorable. El amor de Dios nos está orillando en el proceso purificador que escala en la quinta y sexta moradas.  Esto concluye con la total realización del corazón en la unión con Dios en la total maravilla de la séptima morada.-
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