La oración comtemplativa

El Padre Ernest Larkin, O. Carm. Fué un portavoz muy respetado por la tradición Carmelita. En efecto fue un pionero de la espiritualidad Carmelita moderna. El Vaticano II lo desafió hasta lo más profundo pero eventualmente lo liberó. Esta nueva sabiduría le ayudó a desarrollar ideas originales acerca de la relevancia en la tradición Carmelita. Esta evolución le ayudó a contribuir considerablemente a traer a la contemplación al lugar que le corresponde en la renovación de la espiritualidad de la iglesia.
 
En el prefacio de su libro final, La Oración Contemplativa para Hoy: Meditación Cristiana, él ofrece un resumen de las enseñanzas Carmelitas acerca de la contemplación. El demuestra la compatibilidad entre las enseñanzas de John Main acerca de la meditación cristiana y la tradición Carmelita. El Padre Ernest tenía una afirmación contundente: “Mi perspectiva es la tradición de la espiritualidad Carmelita, la cual es la tradición que he tratado de vivir y compartir a través de toda la vida.  Este libro representa mi convicción estudiada de que este método de la oración contemplativa (Meditación Cristiana) puede renovar la vida Cristiana en el siglo XXI.” 

En los años después del Vaticano II varios factores empezaron a llevar a las personas al deseo de tener una espiritualidad más profunda. Thomas Merton tocó un punto importante en los años 1950 y 1960 con su mensaje que hacía hincapié en la oración personal más profunda y la justicia social. El le abrió las puertas a las riquezas de la tradición olvidada de la oración monástica a la que le llamó “oración del corazón.”

Tres compañeros Trapenses comenzaron un programa basado en las ideas de Merton en la larga tradición de la oración no discursiva enfatizando el silencio y la presencia en la oración. A esto se le llama la Oración Centrada.   Después en los años 70 un monje irlandés de Inglaterra, John Main, un Benedictino, inició un movimiento para un tipo de oración contemplativa similar, la Meditación Cristiana.  Hay otros métodos de oración contemplativa pero estos dos son los más prominentes hoy.  Reconociendo la similitud y las diferencias entre los dos movimientos, voy a seguir el ejemplo de mi hermano y mentor, el Padre Ernest, y voy a ofrecer algunas reflexiones sobre la Meditación Cristiana.


La meta de la Meditación Cristiana es un silencio que lleva a la oración no discursiva.  Su objetivo es calmar la mente y la imaginación. Espera crear un silencio en el individuo para que Dios pueda estar activo en la oración. Se le pide al individuo simplemente repetir la palabra santa, Maranata, la cual significa el Señor vendrá. La elección de la palabra es arbitraria y es importante no pensar en su significado. La repetición se conecta a la respiración de uno. John Main hace hincapié que la lenta repetición de la palabra es la oración del individuo. La repetición de la palabra simboliza y anima a los fieles a entregarse a Dios. Este abandono del control resulta en el aquietamiento de la mente y la imaginación. La repetición simple y lenta de la palabra tiene como objetivo frenar los "monos parlanchines" que caracterizan a la mente y la imaginación desenfrenada que parecen temerle a cualquier parte del silencio. El silencio adquirido a través de la repetición lenta y rítmica de la palabra es el lenguaje de Dios.

En la estructura de John Main, la simplicidad está al frente y al centro. Trata a la oración y a la contemplación activa como una sola práctica espiritual. Para él, “la meditación, la oración meditativa, la contemplación y la oración contemplativa son todos sinónimos. No hay necesidad de medir donde uno está en el camino. Lo importante es crecer en la pureza del corazón y en la receptividad a la gracia divina.” 

Para John Main el programa es vivencial y práctico. Él quiere que las personas empiecen la jornada y dejen que la experiencia les enseñe el resto. A través de la simple repetición del mantra, maranata, la mente se aclara lo suficiente para hacerle espacio al Espíritu. Este es el movimiento hacia la pureza de corazón y la apertura a la presencia de Dios.

El Padre Ernest tiene esta descripción que añade al entendimiento de la Meditación Cristiana.

“La oración contemplativa, sin palabras y sin imágenes, es una innovación en la práctica de la oración para muchos adultos cristianos de este tiempo. Están acostumbrados a usar fórmulas o a conversar parlanchinamente con Dios. La Meditación Cristiana está interesada solamente en la jornada hacia el interior. El Mantra aclara la mente, va más allá del pensamiento, y lo lleva a uno de la cabeza al corazón. El Mantra no se repite sin pensar ni tampoco es un objeto de análisis. Se recita con atención,  saboreando su sonido en el interior, su riqueza y su promesa y permitiéndole que remueva nuestras ansiedades en ese momento. La persona se para en la puerta, observando y esperando, con atención, escuchando pero sin oír nada, ya que está escuchando al silencio. El silencio no es soñar despierto si no que es centrado e intencional. La oración está presente en todo y a nada ante el misterio de Dios.”  

Esto lleva a la contemplación. No sucederá rápidamente pero la práctica fiel y regular de la Meditación Cristiana lleva a la persona al camino, al encuentro liberador con Dios en la contemplación. Es importante entender que no importa cómo te sientas durante este tipo de oración. Aún más importante, debemos darnos cuenta que la medida final de la oración efectiva es una vida más en sintonía con los valores del Evangelio.

Aquí hay una clara y simple afirmación de John Main en el cómo comenzar una Meditación Cristiana:


Siéntate.  Siéntate tranquilo y derecho.  Cierra tus ojos suavemente. Siéntate relajado pero alerta.  En silencio, interiormente, empieza a decir una sola palabra. Recomendamos la frase de oración maranata.  Recítala como cuatro silabas de igual longitud. Escúchala cuando la digas, suave pero continuamente. No pienses o imagines nada – espiritual u otra cosa. Si los pensamientos o imagenes llegan, estas son distracciones durante el tiempo de meditación, asi que simplemente continúa diciendo la palabra. Medita cada mañana y cada noche durante 20 ó 30 minutos.    

La Meditación Cristiana enriquece  pero no reemplaza otras oraciones como la Lectio Divina, la liturgia, la lectura espiritual y las devociones. La Meditación Cristiana es la base de una vida espiritual rica y comprometida. Si se practica diario durante un período de tiempo ocurrirán cambios perceptibles en la vida. Más paciencia, más reconciliación, más entusiasmo por la liturgia, mayor apertura a las áreas de obcecación y prejuicios, una nueva apertura a las exigencias de la justicia - todos estos y más son los frutos de esta oración. La fidelidad a la Meditación Cristiana es un ancla para una vida espiritual que abre el corazón de uno a entregarse a Dios. Muy a menudo Dios responde a tiempo con el don de la contemplación adquirida.


La Meditación Cristiana no es mágica. Si está buscando la solución fácil, no la encontrará. Sin embargo, todo lo que lo lleva a la pureza de corazón y entrega a Dios serán los factores principales durante el camino. La meditación cristiana, si se practica fielmente y con generosidad, puede contribuir a caminar en los pasos de Jesucristo.

Cuando introduzco esta práctica espiritual hago los siguientes puntos:


  • 1) No importa si se siente en paz aunque a menudo este sea el caso para los principiantes. Como se siente no es la cuestión. La verdadera cuestión es el cambio en su corazón que le llevará a una mejor vida
  • 2) A menudo la mente parece como si tuviera un barril lleno de monos  vagabundeando. Usted tiene que regresar pacíficamente al mantra y continuar repitiéndolo lentamente y de manera constante.
  • 3) Es importante rechazar a todos los pensamientos incluyendo las ideas buenas e inspiradoras. Habrá algún otro tiempo para ellas pero no durante este tiempo sagrado que busca silencio.
  • 4) Siempre recuerde que la oración es fundamentalmente un acto de amor para Dios. Como Teresa dijo no debemos pensar mucho pero si debemos amar mucho.
  • 5) Al final de todo se trata de disciplina. Uno tiene que encontrar el tiempo dos veces al día por 20 ó 30 minutos. La práctica fácilmente se puede hacer a un lado y eventualmente dejarla.

La Meditación Cristiana necesita estar unida a un esfuerzo total para tener un corazón puro. Este es el camino más seguro a la contemplación que es el “tesoro escondido en el campo.” (Mateo 13:44)  Aunque la contemplación es en última instancia un regalo gratuito de Dios, somos libres de perseguirla con todo nuestro corazón y con ello estar abiertos y listos para cuando Dios llama.

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