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APRENDIENDO COMO ORAR


UN LLAMADO A LA ORACIÓN PERSONAL PROFUNDA

Esta es la primera de una serie de reflexiones de aprendiendo a orar en el contexto de la Espiritualidad Carmelita

I

LA VISIÓN FUNDAMENTAL DE TERESA


Yo he leído el clásico de Teresa El Castillo Interior, muchas veces. He puesto un poco más de atención a la tercera, cuarta y quinta moradas. Ellas parecen más relevantes para enseñarle a la gente como orar con el enfoque práctico y pastoral que ha sido el contexto de la mayoría de mi vida.

La primera morada siempre ha sido como un rompecabezas para mí. En retrospectiva, esta sección no conectaba con mi expectativa de cómo empezar a orar. En mi lectura más reciente, se encendió la luz. Puedo ver que me perdí el mensaje casi completamente.

Permitan que trate de explicar esto. Recientemente escribí un libro sobre Espiritualidad Carmelita, “Continuando la Peregrinación hacia Dios.” Yo usé dos preguntas básicas para ayudar a penetrar el claro propósito del viaje espiritual: ¿A dónde vamos? Y ¿Cómo llegamos ahí?

En mi última lectura de la primera morada, vi que hay una pregunta más fundamental que Teresa dirige muy astutamente, esa pregunta es: ¿Quién soy yo?

En el clásico de Teresa, el símbolo del castillo está realmente dirigiendo a la persona. Ella dice que todas las moradas pasos para llegar al centro donde reside el Rey. De hecho, ella está diciendo que nuestro viaje espiritual es hacia nuestro centro más profundo donde Dios reside en lo más profundo de nuestro corazón. Para Teresa, cualquier respuesta para “¿Quién soy yo?” tendrá que lidiar con esta realidad básica. Como seres humanos, estamos divinamente enraizados y divinamente destinados. Estamos hechos para ser uno con Dios. Esta es la base de nuestra dignidad y de nuestro llamado.

Teresa está diciendo que toda realidad humana está envuelta en un destino común, la unión con Dios. Ya sea que se trate del Papa o de un campesino, un musulmán o un evangélico, un doctor o un paciente, toda la humanidad comparte un propósito común y una meta, ser uno con Dios. Si entendemos este llamado universal, puede enfocar toda la vida y la muerte con una claridad singular. Esto es hacia dónde vamos y como llegar ahí tiene mucho más sentido. Esta visión singular es fundamental para el autoconocimiento que Teresa realza en la primera morada.

La base de esta conciencia más profunda de “¿Quién soy yo?” es una conciencia creciente de nuestro viaje hacia Dios en el centro. Todas las demás son distracciones y distorsiones de nuestro esfuerzo por buscar nuestra verdadera vocación. Buscar ser uno con Dios abre un camino de luz y verdad. Cualquier otro sendero nos mal dirige hacia la oscuridad y a la temida esclavitud. Estamos hechos a imagen de Dios y, como templos del Espíritu Santo, nuestro propósito es vivir de manera que aclare y anime esta extraordinaria meta: ser uno con Dios. Esta es la respuesta a la pregunta más fundamental de “¿Quién soy yo?”

El Castillo Interior es una descripción de la clara y bella llamada de cada ser humano. En contraste, todo sobre el mundo y el atractivo de la carne y el poder del ego nos está alejando de Dios. Aquí el mensaje es que somos el centro. En este engaño, la meta de la vida es ser visto como el realce de nuestra importancia y con el llamado a la indulgencia y asegurar nuestro control. La gente está gastando billones de dólares para definirnos como consumidores con necesidades sin fin. En este esquema, la verdadera felicidad y la seguridad serán complementadas en proporción de la grandiosidad de nuestras posesiones e indulgencias. Como dice la calcomanía pegada en el carro: “El que tenga más juguetes al final es el que gana.”

Este proceso de nuestra mejoría con privilegio, prestigio, poder y posesiones crea un falso ser. Encontramos aparentes caminos sin salida donde la verdadera felicidad se vuelve siempre más elusiva. Por otro lado, cuando el falso ser está en dominio, el poder incesante de nuestra mortalidad tiene la última palabra creando siempre nuevos niveles de frustración.

La visión de Teresa en la primera morada se centra en el desafío y la importancia del autoconocimiento. El verdadero autoconocimiento lentamente nos llevará a entender que fuimos hechos para ser uno con Dios. De igual manera, aprenderemos que Dios es el amante divino, un regalo que va más allá de nuestros sueños. Este mensaje maravilloso se entiende solo lentamente y dolorosamente porque el pasaje al autoconocimiento es posible solamente cuando tiramos el equipaje que no se usa de una sociedad consumista y la agenda engañosa del ego. Teresa nos dice esto sobre el potencial de la liberación del autoconocimiento: “Oh, pero si está en el espacio del autoconocimiento, ¡Cuán necesario es este espacio! – ustedes me entienden – aún para aquellos que el Señor ha traído a la mera morada donde el reside. Porque nunca, por exaltada que fuera el alma, hay algo más apropiado para ello… para la humildad, como la abeja haciendo miel en el panal, siempre está trabajando. Sin ello todo está mal. (Castillo Interior 1.8)

Teresa sigue diciendo que la avenida más clara y directa para aprender la verdad sobre nosotros mismos es ponderar la grandeza y belleza de Dios. En contraste podemos ver nuestra pequeñez y la magnitud de nuestro quebrantamiento. La realidad de ser una criatura en la presencia de un creador que no conoce límites en el amor por nosotros nos ayuda a aceptar nuestra pecaminosidad y la misericordia ilimitada de Dios.

Este sendero del autoconocimiento lentamente toma el énfasis de nosotros y empieza el proceso de reconocer a Dios en el centro. Este es el trabajo de toda una vida pero el paso más importante está en la primera morada.

En esta transición del falso ser hacia el verdadero ser, enraizado siempre en el autoconocimiento, empezamos a aceptar la llamada para vernos a nosotros mismos sumergidos en la misericordia de Dios y en su amor. El Dios de los evangelios es descrito verdaderamente como el Sabueso del Cielo, un Dios buscándonos siempre en misericordia y amor.

Teresa nos dirige en esta pregunta verdaderamente dadora de vida, ¿Quién soy yo? La chispa inicial de la fuga que trasciende el corazón de uno. Puede ser un buen libro o película, el testigo de una persona autentica pero que más bien es una crisis personal o una pérdida. Ahora nos damos cuenta que de alguna manera no hay más que la vida. Tan sencilla como esta observación puede parecer, encierra el poder de empezar la destrucción del egoísmo y del encerrado mundo que intenta excluir a Dios. La guerra ha empezado.

En esta crítica coyuntura, descubrimos el verdadero contexto de la oración. La oración es la clave para movernos más allá del entendimiento de todo lo que se nos dirige tan fuertemente lejos de Dios. El sendero de la libertad y la vida verdadera es guiado por el autoconocimiento y la oración. Dios está llamándonos al centro de nuestro corazón, nuestra verdad más profunda, donde el amor verdadero ha sido siempre nuestro verdadero destino.
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